Una línea estrecha sobre la palma de la mano,
una línea de sangre y tempestades, sangre de reyes ajenos,
teas evaporadas en alquímicas evanescencias,
mundos lineales pero infinitos como los círculos
del cuervo original:
Grave y silencioso, yerto ahora sobre los sueños convertidos en túmulos,
sus plumas dibujando destinos en línea recta
sobre la palma de la mano:
Línea de los días que reemplazan a los días,
las realidades que socavan a mis realidades:
El ojo del silencio observando desde mi boca muerta
en un beso frío,
como los rizos de la doncella del trigo infame
que murió esperando la muerte:
Línea que suspiras el sino de la carne
deshecha entre las ruinas santas que el mundo llama esperanza:
Traza sobre mi pecho tu palabra sagrada,
reclama el grito arrojado al aljibe del pueblo
que resiste a la sabiduría y llena con ignorancia
las venas del agua:
Los hijos del moho y la transpiración,
frenéticos en el pogromo de la cabra dorada:
Ye! Quien yaciera fiel a sus tetas inabarcables,
a su leche eterna, sanadora de tierras macrosantas:
Línea que sobre mi mano revientas
como un destino inevitable
o un azar despiadado,
baja indomable entre mí mismo,
y dime la hora del lamento:
Sangra como el atardecer lanceado por moza amargura,
desata mi mano asmática, inútil,
para que sea la línea que sigue cabalgando estrellas,
abriendo rosas arrebatadas,
marcando el intestino del tiempo,
la mano que raya como una línea la tristeza,
la tristeza que cruza como una línea el rostro de la página inviolada.