28.7.14

Quién es

Eres irreal como el trueno sobre el caballo:
Yaces al costado de mi página como la sangre,
te arremolinas los ojos, incendias los dientes,
quiebras a un lado como quimera sin vértebras:
La luz te da en el costado del alma
y los pechos te vibran como almendras de fuego:
Bajo la yema de mi dedo
se extiende tu columna de romana y viva,
bella, la muerte que viene del río,
yaces y eres, sublime gota de ira, agua de abismo,
lates como el tiempo en su jaula,
muerdes como la rabia del viento,
besas como el águila en picada:
De tan irreal te pierdo, pero me encuentro con tu sombra:
Repetición perfecta del cielo
que se te esconde entre los huesos:
Bajo mi realidad te mueves, luna de arena,
como la carne fugitiva

que se sale de esta página. 

9.7.14

El tren y el olvido

Si miro al olvido veo el ladrillo de tu frente

brotando como una música roja:

Bajo los dedos por el olvido,
toco la mucosa del tiempo y su resfrío:
Deshago el olvido en una trinchera
donde las estatuas van a descargar el vientre:
Meto el olvido en una bolsa de arpillera
para darlo de comer a la mañana negra, a las gallinas de aceite:
Surco el olvido en una cuneta
y lo deslizo en la boca del río, que se apaga como la noche:
Hay maneras de resentir el recuerdo,
el tren a Pancras no parte hasta la hora del té
y doña Lila junta los pedazos del marido
y los barre junto a las migajas del bizcocho herido:
No hay olvido sin tren ni marido, no hay olvido sin hora,
hay piernas y ojos y pestañas en el olvido, y hay ahora,
y más allá, y después, pero nunca antes:
¿Darle tiempo al tiempo es darle tiempo a la vida o a la muerte?
¿Quién es el último muerto en esta tierra?
Cebo el olvido en una caja de fusiles,
lo barro hacia el corredor de los perdedores,
lo amontono en el tórax del vencedor:
Cada vez que escribo olvido me recuerdo

pues el olvido me escribe.

7.7.14

El vómito

Veo a mi perro comerse su propio vómito y me pregunto qué hora es esta: No, no la hora de limpiar. Limpiar sería demasiado fácil, estaría negándole a mi perro su hora de redención. La del dolor de cabeza, la falta de cigarrillos, la del padre desmayado de tanto alcohol.No, tampoco. Ese es el espacio y lo escrito la idea. Hay una extensión de mi sueño en el piso, y ahora está lleno de vómito. El país le canta a su gente, y yo no soy su gente. Le canta a otro, al paralelo, al que sabe que a las seis de la mañana se tiene que levantar para destruirse tranquilamente en la rutina. Y yo no estoy en ese sol. Estoy en el otro. Y siempre es otro, y nunca yo, y así me evado, así me gambeteo, así dejo de lado la profundidad de la miseria, vomitándome a mí mismo.

6.7.14

Las cabezas

¿Qué hacer con las cabezas? Cortarlas, separarlas, amansarlas, decir que van para allá o para acá, meterles colorantes, inflarlas con aire y cielo y tierra, inventos del mundo, del mundo amansado, no del otro, que habla un idioma que nadie entiende. Ponerlas en bandejas, vulgarmente, colgarlas en las vitrinas, hincharlas con neón, aplanarlas con el zapato lustrado, hincarlas en postes de luz, sacarle luz de la boca, de los ojos, meterlas en el microondas, comerlas. Preferentemente esto se hace con cabezas de niños, no muy avanzados de edad, quizá a los 3 o 4 años ya son descartables, se prefiere los que están frescos, en fila, acostados, con el cuello en la guillotina industrial, la grande: Luego seguir el procedimiento de siempre. Las cabezas ruedan en una luna infinita, en un ojo abismal, ojo rojo y azul, chocan como mundos en este círculo llamado momento, segundo, dios caminando, el tiempo: Abrir los ojos y erguir el cuerpo, tomar entre las manos la nueva cabeza, la salida de fábrica, mientras la propia se va rodando.