31.8.14

A esos ladrillos

Siempre hay una pared donde uno quiere poner los ojos:
Como un cine, una bestia de Bergman, un reloj de Tarkovsky,
como eso que se mira y no se olvida, pero no se recuerda:
Hay leche de cabra para
los cachorros de la realidad:
Donde hay una pared siempre hay ojos queriendo saltarla:
Hoy es la filosofía del supremo,
las mujeres prefieren a los primates,
y los hombres prefieren a las ciegas:
Es la gran verdad de este siglo,
la que no hay, la que se atraganta de artistas, de egos,
de intentos suicidas por revelarla
cuando no es más que una mancha de semen en las sábanas,
o el vómito de un hijo enfermo:
Siempre la rueda en la pared en los ojos:
El clima, que, como el cuerpo, redunda en lo posible,
creyendo que lo imposible es consecuencia:
Y acá nos tenemos a todos,
alejados del yo pero rodeados del otro,
y es una pared de ojos
que nos cerca el camino,
y hace de la realidad nuestro circo santo:
Olvidemos, caminemos juntos hacia los osarios,
que nos esperan sonrientes:
La pared se rompe en el instante,
el instante de la duda:
Sus ladrillos son nuestras certezas.

La compañía

¿Y qué hay de mi propia compañía,
que se aleja como un espejo en reversa?
Quizá no sea la hora del domingo, de la misa
de los caprichosos santos, los zapatos lustrados,
los crucificados por la rutina:
En mí duerme una soledad más grande que la muerte,
se estira como los gatos rebeldes,
deja pelos en mi boca y mis camisas,
llora al celo porque está hecho de humo:
Nosotros somos lo que los demás abandonan:
Los caminos que laten de fiebre,
trenes sin pasajeros ni maquinista,
alas que sienten el viento en el cuerpo de un pájaro muerto:
Soy, al menos, esto que se asusta de estar acompañado
por una sombra y un cigarrillo:
¿Quién es mi compañía,
que solitaria habla con mis palabras,
y llena estas páginas blancas?

26.8.14

El viento, en alguna parte

El viento me parte la cara,
y me doblo para juntarla
pero el viento se la lleva.
La calle, llena de agujas y larvas,
se abre las heridas con mis huellas,
o son huellas mis heridas:
Y los lagos, los lagos,
bella sirena de ojos cuadrados,
donde cual sol te posas para morir con el día,
se agregan los unos a los otros,
para negarse,
como hacen algunos amantes
en las noches de neón:
La calle, los lagos, círculos
en la procesión de nuestros niños,
en las cruces circulares de nuestros amados,
violines de rabia en al boca del cielo
abren
toda imposibilidad a la tierra:
Hadas con gripe nos recorren
como recorremos las calles:
Y somos dejados en los pasos,
y cae el viento como una luna muerta,
y nos parte la vida,
y nos doblegamos para juntarla
de la calle,
pero el viento se la pone,
y es nuestra su sonrisa,
sin nosotros,
en la calle sin nosotros nuestras huellas.

24.8.14

Domingo, demasiado domingo

Deja crecer tu pelo como la marea o la lluvia,
que alcance mis estaciones, que son tristes y blancas:
Hay una Roma en tus alas, hay un imperio en tu sonrisa:
Hay reyes en tus fibras, océanos te llenan la boca:
Lluvia, domingo, una protesta en el límite de la humanidad:
Todo lo inflama, tumba, ya rosa, ya grito:
El sur se dobla, es otro, el frío no alcanza para
cerrar todas las puertas de los hoteles:
Águila ciega, paralelo de lo perfecto,
deja crecer tus manos como raíces,
que crezcan en mis huesos,
déjame quitarte la muerte con la boca:
Húmedo milagro, pampa que late bajo mis uñas:
Como una vela, ve apagándote
para ser de la misma oscuridad
que esta noche nos hace.

23.8.14

Diccionario

Pleamar, roca deseada, roca sangre, hay no dios:
Sabor en la boca, de lluvia vieja, de cabellos y cenizas,
manadas de ríos se cruzan en los cauces de tu memoria,
y los ves pasar pero permanecer,
como si la soledad les dictara el camino:
Son días cerrados, los nuestros, los otros abren
su puerta a días de fuego, dónde va la palabra, dónde
si todos en este pueblo han muerto:
Somos los fantasmas que lo recorren
en un olvido ajeno,
donde se calla el instinto de la tierra:
Vapor de tu boca como amor,
que al tocarlo evita mis manos y se enreda en el aire,
porque en el aire aun calla el silencio:
Dame el filo de tus ojos para reventar los míos,
dame la ceniza y la cruz, muerde mis pies,
cabra ídolo, león rampante, moneda sin caras:
Lector, no crea en mí, nadie ha escrito esto:
Es solo la nostalgia del tiempo
perdida entre ilusiones y palabras.

Carne que acecha, ese diccionario te es propio,
pues en él no te defines;
e indefinida cruzas el umbral de mi inexistencia.

19.8.14

Día III

Hoy es un día de otro día, sobrepuesto sobre sí mismo,
alejado de sí mismo y del reloj de dios:
Se huele en la calle a los perros muertos y a los gatos en celo,
caen en manada los ángeles de fuego, desnudos,
cubriendo con su desnudez de fuego el asfalto:
Los hombres pasan como los minutos o los segundos,
y se atragantan con su rutina de sombra:
Su sombra se los traga para verlos ya bronce:
Aire y vapor, en el dolor encarnizado de amarse,
palpitan entre las costillas de la tierra, su sangre
vuelca hacia el paralelo del tiempo:
No hay tiempo ni migajas, hay panes secos y relojes secos,
hay mujeres con el destino entre las piernas,
hijos con el destino entre el olvido:
Abre la boca el horizonte y se va tragando la presencia,
cierra el sentido en una línea, lee a los muertos:
Usted, lector, sabrá leer, sabrá de la poesía
en una mujer consumida por la belleza
o en un hombre crucificado en cada suspiro:
La habrá sentido latir donde están enterrados los reyes de piedra,
donde los leones se comen las barajas,
en los espantapájaros vivos de los campos de estalactita:
Pero hoy es bella, y lejana le debe una vida:
Yo creo verla alejarse hacia los osarios, pero me engaño:
Es esta sombra que me sigue,
sin luz ni muerte:
Hoy es hoy en otro día,
y el humo de esta poesía llena la boca,
esa boca olvidada en un día como hoy,
que fue boca en otra boca,
poesía en otra poesía.

Sin la muerte regresan las palabras.

18.8.14

Qwerty

Hay días de sed como perros en la boca,
soles como estatuas secas de tanto amanecer
y caer en el olvido del ocaso: Muerte ya roja:
Hay estaciones en los ojos, y relojes en las muelas,
zarpazos de leones moribundos en el amor:
Hay un día de presencia y otro de hierro,
hay fuego en la casa y una cruz en el cielo:
Hay muros tristes, sin nadie que los cruce:
Hay tu boca cruzada por una estrella de sangre,
hay tus manos torcidas por el llanto del viento:
Y en esta sombra que me desconoce,
en esta que es espejo de quien no soy,
hay una verdad inmutable, pero en silencio:
callada solo por saber tu nombre.