28.3.16

Caverna de papel

Un sol roto, sangrando como un espejo:
Doble visión que contempla esa tu sonrisa de aire,
doble reflejo que se resiente en tu carne de cordero:
Dibujado o imaginado bajo esta tiniebla que no es mía,
sino tuya, sino tu alma, sino tus manos:
Del dolor sólo me queda tu hambre:
Esa con la que comías naufragios y mediodías,
esa con la que devorabas las esquinas calladas,
esa con la que devorabas el hambre del pordiosero:
Tu imagen surca un símbolo lejos de la tierra:
Tu imagen revienta el reino de los poetas:
Los llamas falsos y a ti acuden,
como acude la locura al fondo del mar:
Se arrastran en cuatro patas
y lloran por lamer aunque sea un segundo de tu presencia:
Pero los niegas, y sin existencia se extienden sobre páginas
donde te recrean infinitamente:
Yo contemplé tu rostro, bella,
y mis ojos se llenaron de fiebre,
y yerto sobre hojas en blanco
te repito como un eco triste
que viene de voz ninguna.

Matar el tiempo sin reloj

Algo o alguien se tragó mis palabras:
Hubo mar y banderas negras, oro en los dientes:
Mía cantaba una canción de nunca,
otro destino, otra dimensión:
La oscura, la terrible, la sin fondo:
Una risa sin espina dorsal atraviesa el hueso y lo divide:
Quién, en paz inmutable, reformó el jardín de los caníbales,
tierra de hueso y tierra de sangre, fraternidad en la cosecha:
Tus ojos como rastrillos llevándose
la sequedad que me compone,
la piel que me cierra la boca que tengo en el pecho:
Hombres poseídos, hombres como radios en éxtasis:
Un sol traspasa la vida que llevabas en la mano:
Tanto cuidado, tanto riego y tantas tardes sin amor,
y la vida se te rompe como una sonrisa:
¿Sonreías?
Sí, antes, antes de antes, de cuando era:
Ahora arrastro este sudario lleno de otros,
y tú nunca estás en él. ¿Por qué bajas la cabeza?
No soy digno de mirarte:
Pero miras, miras mi ausencia, y eso es mirarme por dentro:
¿O por fuera?
Ya no reconoces a los hombres. Habla. Di que me amas.
No tengo palabras. Hay tormenta. Hay tiempo. ¿Los hombres?
Los llevo a todos en esta sombra:
No me acerco a los hombres porque me interesen:
Sólo estoy desesperada por salir de mí:
No tengo palabras, querida. Baja la cruz, parece pesada.
No tengo peso, querido. Baja la voz, parece humana.

20.3.16

Clovis

Mi padre me dijo una vez
que la cultura Clovis desapareció sin dejar rastro,
que eran los amos de los mamuts y los bisontes,
que usaban lanzas, astillas de pedernal:
Lo dejé terminar su perorata borracha
y le rompí los dientes de un puñetazo:
Le pregunté porqué me decía eso,
porqué me condenaba a saber eso:
Me dijo, tratando de contener la sangre que le brotaba por la boca con una mano,
que me preparaba para el entendimiento:
Que ellos habían desaparecido
por abusar de sus recursos,
que acabaron agotándose y dejándolos sin nada:
Y qué, grité ahogado por el llanto. Y qué:
Me dijo que yo era igual con mi tristeza,
que era tanto su amo como su final,
y que llegaría el día en que toda mi tristeza desaparecería,
y que yo desaparecería con ella.

Ordalía

Tenía una voz propia, y la vacié por el tiro de las chimeneas:
Porque el invierno fue duro, y mis dientes no dormían,
y la electricidad se hallaba obtusa en el pueblo:
por el cobre corría nuestra sangre:
-De quiénes.
-Yo, y todos los hombres que se unieron al circo:
-Nunca dices mujer.
-Nunca digo lo que no puede decirse.
Esa es su sombra, nuestra, la de dios,
la persigue enfrentado a su propia inexistencia:
"Si tuviera una sombra", piensa:
Y bajo la lluvia se deshace en un llanto bastante patético:
En el pueblo sin luz la oscuridad es hogar:
En mi cuerpo sin voz la luz es oscuridad:
En mi voz sin oscuridad la oscuridad es cuerpo:

Bajo tierra una joven poeta creó el fuego:
Si hemos de perder todo, que el silencio nos encuentre invertidos,
dijo.

16.3.16

Los poetas y sus diatribas inútiles

El olor a suicidio me llega siempre a esta hora infame. Lo rechazo de alguna manera. Se parece al olor de la humedad y de la tristeza.
Ellos no perdonan que puedas crear
sin ser creador:
¿Ellos? ¿Los quién? Monstruos abajo de mi cama,
monstruos arriba de mi dolor:
Repetición de lo desconocido:
Por qué hablaría de lo conocido:
¿Eh?
No puedes hablar de lo que desconoces,
y mucho menos repetirlo:
¿Porque es la realidad?
Porque es la realidad. Y nadie puede hablar de ella.
¿Y si el término es relativo?
Todo lo relativo es lo que queremos que sea diferente:
Lo que amamos como está no es relativo:
Lo relativo no puede amarse:
¿Y la realidad?
Sigue hablando de suicidio y penas y páginas y elefantes:
A la realidad le eres indiferente. Todos le somos indiferentes.
¿Todo le es indiferente? ¿Y cómo la definimos?
Con arrogancia. No se debe hablar de ella.
Demasiados pecados hemos cometido en su nombre:
Nuestro castigo es la conciencia.
¿Y este olor que me llega? ¿Es hora de morir?
Ese olor es el de lo deseado. El olor de tu deseo.
¿Y por qué desearía la muerte?
Porque le temes. Porque lo real llega después de la muerte.
¿Deseo lo real?
Deseas lo que no eres. Y eres lo que no puedes desear. Estoy cansado de esto.
Termina el poema y muere.

El insomnio de Borges

El insomnio de Borges era de entelequias y fierro,
de aborrecidos cantos de pájaros, de falsa inmortalidad:
Mi insomnio es de puro mortal, de pulso detenido,
de hambre con hambre y de preguntas sin signos:
De olor a perro en la cama, de mugre en la cocina:
De dolor en las muelas y ojos hirviendo:
Mi dolor es mi insomnio:
El de Borges estaba lleno de soledad,
el mío de presencia,
presencia mía o de alguien que dice ser yo,
ambos poblando un lugar indeseado,
pero su lugar estaba henchido de palabras y diccionarios,
el mío adolecido por falta de silencio
(saturación de significado):
Mi insomnio está demasiado lleno de mí mismo,
y no del destino de los hombres:
Es egocéntrico como mi tristeza,
un yoísmo constante:
Un espejo que se mira para reconocer a quien refleja:
Mi insomnio se caga en la historia universal,
pues el universo es suyo:
Y con él todo el dolor que en él cabe:
El insomnio de Borges era causado por lo ajeno,
por la enorme realidad que no podía abarcar:
Mi insomnio, en ese sentido, no sea quizás tan diferente:
Pero mi lenguaje es primitivo,
pequeño y lleno de otoño sin amor,
y no puedo expresar en unas líneas
cómo llegó Borges a permanecer insomne por siempre,
hasta escribir este poema que es el de aquella noche de Burzaco,
sólo que agotado por las palabras que se le escaparon
se repite sin abalorios ni pretensiones
en este cuerpo doblado sobre la misma página,
la misma noche.

13.3.16

Furia

Gama roja en tus ojos cruzados de adn roto:
Libro arrojado al vacío donde el vacío dónde:
En llamas:
Libro despedazado por los monos rabiosos,
las palabras nadando entre sus propias entrañas:
Las palabras ven cómo se les salen las tripas,
y con las manos temblando tratan de contenerlas:
Pero este es su infierno último,
su voracidad realizada:
Duros dientes cerrados se rompen,
se astillan en la boca del que calla
por no gritar que el hombre ha muerto:
Asteroides y wormholes en la carne se abren:
Universo es idea:
revienta los huesos del vegetal
hasta llegar donde nadie brota:
Legiones de sintéticos se alzan en el vado,
vienen a llevarse los cuerpos derramados
para darles leche de matriarcas histriónicas:
Legiones de no muertos, hechos de espadas y gusanos,
arrasan la siega donde vírgenes cuereaban el cielo:
Los lobos son perros los perros son lobos:
Se comen entre ellos sin saber cuál es cuándo:
Uñas hondas se alargan contra la tierra,
surcando caminos de ceniza y cartílagos,
bifurcando al caballo que debe hacerse con la responsabilidad:
Ser camino al tomarlo:
Y bajan los truenos como ángeles poseídos,
y a latigazos se abren paso entre los sueños,
y prometen dios y trompetas,
y se mueren de rabia al caer sin amor sobre la nada:
Vínculos hechos cadenas,
abortos como goteras,
mediodías rojos quemando estatuas:
¿Has oído el grito de las estatuas alguna vez?
¿El grito de una estatua que se descompone por fuego?
Y tus ojos cruzados por el horror:
Todo lo contemplas y sin embargo nada yace:
Tus venas se hinchan de locura,
tus articulaciones se doblan de impotencia:
Y sola frente al mundo te llamas a otra vida,
una vida de furia y desdén:
Una vida cuyo orden lo marca el mundo que fue
y te dejó abandonada con un hijo de la muerte.

12.3.16

Hijo del retorno

Sé que vine al mundo
para terminar en una idea:
Fisura en la verdad,
la madre con el lomo partido y el rostro hinchado,
el padre doblado bajo un ficus decapitado:
Si es real el propósito,
ser es entonces un equívoco:
En sí mismo se encierra el significado:
De qué. Vine a nacer
para comerme la grava y el hollín:
Vine a nacer como una respuesta
a una pregunta nunca hecha.

La confusión

Son los hombres quienes confundidos
arrojan una lanza al torso del viento,
y de su cuerpo salta una sangre bíblica, infame:
No es el mundo la idea,
es el error de los hombres descompuestos:
Lo que estaba antes tensa el lomo
como una gran bestia circular
y nace del metal un rugido viejo:
Ellos se cubren los oídos con las manos,
pecadores todos supurando en la piel del otro:
¿Otro? Quién, vivo fuego:
Cansado de quemar certezas los equivoca:
Uno y otro no son ninguno,
exiliados de su ciencia por la muerte,
los hombres confundidos marchan en larga huida:
Dónde, les faltan las costillas:
Las mujeres, diosas soberanas,
abren las piernas, puertas a lo real,
 los guardan en sus úteros nuevamente:
Nacen a la inversa,
sin dudas ni verdades,
los hombres confundidos regresan:
a la nada o a la sangre.


11.3.16

Esto es un llanto, no un poema

                                                A Wenceslao Maldonado, que en paz descanse

La muerte lo traga todo:
Como un tornado o un ahogo,
como un vórtice insondable,
lleva, evapora,
come con dientes de reina,
con boca de ausencia,
y yo mudo me veo morir en su vientre:
Te encuentro inmóvil ya eterno,
y corro contra el muro que todo lo calla,
pues allí mi lamento de animal
estampa este grito sin vida:
Tarde te busco en la casa del olvido,
abriendo puertas que ya no puedo cerrar.

8.3.16

Las horas ajenas II

Hora oscura. Hora de duelo. Hora de humo. Hora de piano.
Hora de llanto. Hora de noche. Hora de suicidio. Hora de té.
Hora de mugre. Hora de cigarrillos. Hora de leones. Hora de tierra.
Hora de culpa. Hora de cigarras. Hora de espera. Hora de eternidad.
Hora de pánico. Hora de espada. Hora de locura. Hora de sangre.
Hora de vínculo. Hora de despedida. Hora de agua. Hora de trueno.
Hora de miseria. Hora de sobras. Hora de roca. Hora de conciencia.
Hora de hora y hora de nada. Hora de muerte y hora de vida.
Hora de resurrección en horas de ausencia.
Hora del todo y hora de retroceso.
La hora que me es total. La hora en que soy:
Florece entera mi presencia, de todas las horas de mi vida en esta hora,
y el reloj no se detiene:
Hora de mis días, llega el tiempo de tu locura y desdén:
Y yo soy todas las horas perdidas.

Las horas ajenas

En las tierras del olvido todo se recuerda,
pero ajeno:
El sol invertebrado se duele de los dolores
que aquejan a los huesos de sombras alargadas
que se arrastran tras los pies de ancianos sin dios:
Una luna roja, negra o roja o ambos, o ciega como quien la mira,
mira a su vez la otra luna reposada en un estanque dormido:
Sabe que los poetas la han condenado a ser una metáfora,
y recuerda sus miserables esfuerzos, vano en lo vano:
Los niños, las sobras del remordimiento adulto,
juegan en el agua cuando el verano aprieta,
y una angustia repentina los ataca,
pues desdibujan la cara misma, la pálida y solitaria cara,
de ese cielo que quiso dejar las alturas por un poco de tierra:
El oro soterrado en el pecho de los relojes,
soberbios reyes del significado que ningún animal conoce,
sirve en lentos ruidos los segundos y los días,
devorados febrilmente por la rutina sórdida de los olvidados:
Tiempo y forma se presentan con cadenas y plumas,
imposibles en el vuelo tanto como en el yugo:
Las costas henchidas de basura se duelen de la otra resaca,
la que el mar se lleva para sí mismo, hacia dentro:
Quizá para recordarse, quizá para olvidarse:
Y en la flor que reina inviolada en el eje de toda pertenencia,
te dicto aquí mis días recordados por algo o alguien,
mi lamento sin mi cuerpo
en un día que no he vivido.

1.3.16

El humano después del humano

La escritura llegó a sus límites tanto el humano ha llegado a los suyos. Esto no es novedad, ni lo he inventado yo. Pero es una base sólida para reconocer los posibles itinerarios filológicos, aun de estructura y novedad. Un problema, o cuestión, que es más apropiado, surge: Los límites humanos son los que dictaron millones de años de evolución, y ahora se acerca a una barrera donde esa misma evolución dicta, tímida e irónicamente, un nuevo paradigma de lo que es un humano. ¿Quién no se ha confundido contra un holograma que le devuelve la sonrisa? ¿Acaso lo humano se reduce a lo primitivo? ¿Qué es lo que es ser un humano después de haber sido humano? No, no soy yo quien debe plantear estas preguntas, a pesar de llevarlas como una cruz. Debe ser la escritura. Los pobres intentos de todos nosotros, literatos miserables, deben al menos rayar la capa de misterio que envuelve el nuevo lenguaje. Quizás con las herramientas obsoletas que nos ofrece, pero intentarlo. Un ejercicio vano para seres prescindibles, que quedarán en el olvido del mundo. Pero otra vez estoy hablando de la historia de la creatividad, y el lenguaje me corta la mano.