20.12.15

La línea negra

Una línea estrecha sobre la palma de la mano, 
una línea de sangre y tempestades, sangre de reyes ajenos,
teas evaporadas en alquímicas evanescencias, 
mundos lineales pero infinitos como los círculos 
del cuervo original:
Grave y silencioso, yerto ahora sobre los sueños convertidos en túmulos,
sus plumas dibujando destinos en línea recta
sobre la palma de la mano: 
Línea de los días que reemplazan a los días, 
las realidades que socavan a mis realidades:
El ojo del silencio observando desde mi boca muerta
en un beso frío,
como los rizos de la doncella del trigo infame
que murió esperando la muerte: 
Línea que suspiras el sino de la carne
deshecha entre las ruinas santas que el mundo llama esperanza:
Traza sobre mi pecho tu palabra sagrada, 
reclama el grito arrojado al aljibe del pueblo
que resiste a la sabiduría y llena con ignorancia 
las venas del agua: 
Los hijos del moho y la transpiración, 
frenéticos en el pogromo de la cabra dorada:
Ye! Quien yaciera fiel a sus tetas inabarcables,
a su leche eterna, sanadora de tierras macrosantas: 
Línea que sobre mi mano revientas
como un destino inevitable
o un azar despiadado, 
baja indomable entre mí mismo,
y dime la hora del lamento:
Sangra como el atardecer lanceado por moza amargura,
desata mi mano asmática, inútil, 
para que sea la línea que sigue cabalgando estrellas,
abriendo rosas arrebatadas, 
marcando el intestino del tiempo,
la mano que raya como una línea la tristeza,
la tristeza que cruza como una línea el rostro de la página inviolada. 

3.12.15

El niño ajeno

¿Por qué ir a casa si mamá me espera con sus siete dragones?
¿Por qué ir a casa si papá, abatido rey, fue al patíbulo?
¿Por qué ir a casa si mi perro es comida de gusanos?
¿Por qué ir a casa si habrá una orgía de suicidas comiéndose las uñas?
¿Por qué ir a casa si dios es usado allí de tapete?
¿Por qué ir a casa si bajo mi cama los monstruos están muertos?
¿Por qué ir a casa si la cena será lo que ha quedado del cadáver del día?
¿Por qué ir a casa si las horas allí son como lágrimas?
¿Por qué ir a casa si las cenizas de los ancestros no guardan ningún fénix?
¿Por qué ir a casa si el fin del mundo está en su núcleo?
¿Por qué ir a casa?

Sí, señora. Encontramos a su hijo. 
Estaba llorando entre las hamacas del parque. 
Travesuras de pequeños, no se enfade mucho.



¿Por qué salir de casa, si en el resto del mundo no existo?  

27.11.15

Nadie en todos

Lector, si yo perdiera la cabeza,
¿Me lo diría? ¿Me lo haría saber?
Hoy es de mañana blanca, negra como lo ausente:
Yo fumo y no trago humo, sino destinos:
Y me recorren la laringe trasgos inquietos,
policromáticos, que arañan el tejido,
rompen, sangre que no puedo conocer me ahoga:
Y en los pulmones florecen jenjibres de la colmena
y linternas chinas, metros infinitos, no-metros
de existencia oculta:
Exhalo la desesperación neurológica de mi naturaleza,
y en el vaho de la soledad se marcan los colores nuevos
y viejos:
Mi perro es un zafiro rabioso que rebota contra las paredes,
mis dedos son caminos de tierra
que conducen al reino de los sueños:
Soy tan pequeño que entro en un pensamiento,
un pensamiento que se cae y se derrama
sobre los vestidos coloridos de bellas damas
reunidas por la hora del té:
Pensamiento que la mesera limpia
sin saberme existente:

Así que, lector, si yo perdiera la cabeza,
como en esos momentos...
¡¿Pero qué digo?! Ya he perdido la cordura:
Aquí estoy, sin cabeza, pidiéndole a alguien
que acabo de crear que me despierte
del inevitable abismo de la poesía.

25.11.15

La lluvia circular

Con olor a siesta y a lluvia en las calles, un grupo de literatos y su público se encontraban reunidos en un bar donde esas tertulias y lecturas que dormirían a dios mismo. Se presentaban dos poetas: Por un lado una mujer, algo entrada en edad, de trayectoria firme, biografía que ocupaba una página y media en una edición de bolsillo, licenciada en Letras, reconocida mundialmente; por otro lado se encontraba un joven desconocido, llevado allí por un anciano poeta, amigo de la mujer reconocida, su padrino literario: un joven con ojos de viejo, tímido, sin historia, transpirado de tristeza y amargura, ignorado por sus contemporáneos: La idea de la presentación era dejar en vergüenza al joven, quien unos días atrás (mientras estaba borracho durante su solitario cumpleaños) se había atrevido a decir públicamente, a través de una columna en un periódico digital de mala muerte en el que participaba, que su poesía superaba a la de la mujer, que ella era reconocida porque el público se resentía a ser conformista, que la poesía de su generación ya no servía, que ninguna poesía servía ya, y que había que destruirlo todo. Alguien le había acercado el material a la mujer, quien lejos de ofenderse, le propuso al joven que demostrara lo que afirmaba en un debate público.
El sol afuera se metía entre las piernas de la gran ciudad. La lluvia formaba una cortina de nostalgia, levantando del asfalto una neblina rojiza.
Dentro, en la reunión, era momento de leer cada uno respectivos poemas a elección. El joven leyó, ausente, como despegando las palabras de la hoja. Se escucharon apenas unos aplausos. Al acabar se sentía abatido, con la sensación de que el público era sordo o él mudo. Luego leyó la mujer, quien aprovechando la ocasión daba difusión a su último y flamante libro. A su lectura le siguieron unos aplausos más efusivos y algún que otro grito de felicitaciones. Miró al joven. Inspeccionó su rostro, para ver si al fin lo estaba haciendo entrar en razón, pero el muchacho permanecía con el mismo rostro inmutable de siempre. Se propuso un intermedio.
El joven fumaba afuera, indiferente a las gotas que se colaban y le salpicaban el rostro. La mujer lo divisó y, sintiendo cierta compasión, se acercó:
Querido, dijo. ¿Cómo la estás pasando?
Mal, dijo el joven con los ojos apagados. Quiero que termine esto.
Podemos terminar cuando quieras, sonrió la mujer. Pero recuerda cuál es el propósito de esto. Determinar si te equivocabas o no. O sea, puedes terminarlo admitiendo tu derrota.
Un rayo sin trueno iluminó ambos rostros. Los ojos del joven estaban anegados de sangre e insomnio. La mujer vio cómo dejaba salir el humo por la nariz, y pensó en un toro fuera de control.
Esto lo hago por vanidad, dijo el joven. Yo ya he ganado, aún antes de decir que era mejor que nadie: He ganado al apoyar por primera vez el lápiz contra la hoja. Solo quiero que se me olvide.
Querido, disculpa que te lo diga de esta forma, pero eres bastante despreciable. Si tu forma de ver la poesía es una carrera contra el resto del mundo... Bueno, qué decir, es bastante triste. Pero de los golpes se aprende. Algún día vas a madurar y ver esto con perspectiva. Tienes talento, que no te arruine la soberbia.
El evento se reanudó. Ahora tocaba la única actividad que el joven había propuesto: Cada uno debía escribir un poema, y el público debía decidir qué poema era mejor.
Esto es inaudito, García, le dijo la mujer a su editor. No sé por qué te prestaste a esto.
Publicidad, mi amor, contestó el editor. Toda publicidad te viene bien para el libro inédito.
¿Ahora soy una vendida?
El editor rió. No, tonta. Tómalo como un juego. Hazlo por simpatía hacia el pobre muchacho, parece que requiere mucha atención el pobre.
Mejor terminemos con esto, gruñó la mujer, y se retiró al cubil donde debía escribir un poema improvisado.
El joven apenas había tardado cinco minutos en entrar y salir de su cubil con un papel arrugado en la mano. La mujer tardó unos quince minutos. Tiraron una moneda para ver quién debía leer primero: Le tocó a la poetisa. Se sentó erguida y orgullosa, aclaró la garganta y leyó:

Debajo del brazo la esperanza
y el otro brazo roto.
El camino circula como un espejismo
que parte donde termina,
que les indica a los viajeros
El principio y el final del viaje.
Yo sin camino ni gloria,
hecha ruinas de mi memoria,
te espero sobre los huesos de la oscuridad,
tan de mi carne
que a mi presencia sólo la amortigua
el final de los espejismos.

Los aplausos acompañaron a los truenos. Severas felicitaciones se dieron entre los presentes hacia la clara, espontánea y limpia poesía de la mujer. Esta se sintió gratificada. Sólo la incomodaba, apenas, el rostro ausente del joven, que parecía no estar. Hasta que alguien le indicó que era su turno para leer. El papel donde había escrito se había hecho un bollo. Lo abrió, alisó un poco, trató de aclarar la garganta y finalmente leyó:

Lector, usted que observa desde las alturas
a este poema y a este poeta,
no se indigne si aquí, 
sin pomposidad, 
se le dirige la palabra:
Ha oído un poema caer como una cascada,
limpio, grácil,
con el rugido interno de la inspiración:
Mire su reloj y marque la hora
para no olvidar jamás 
el día del juicio:
Recuerde siempre la belleza de esas palabras,
la lluvia cíclica en una ciudad muerta,
el compás de su certeza crítica
latiendo en su orgullosa existencia:
Sin más lírica,
quizás sin ninguna,
le pido ahora que olvide
a este poeta y a estas palabras,
pues este poema ha sido escrito
para perder.

Lo que siguió luego fue la incertidumbre materializándose. No se proclamó ganador. Todos los que habían atendido al lugar se retiraron confundidos, algunos molestos. Cuando el editor fue a buscar a la mujer para irse, la encontró parada bajo la lluvia, con los ojos perdidos en un vacío del espacio. 
Vamos, dijo el editor. 
Subieron a un coche. La lluvia parecía dolorosa. La noche era más oscura. Nada se supo del joven. Cuando la mujer preguntó por él a su editor, obtuvo una respuesta algo perturbadora:
¿Quién?

19.11.15

El trastorno

Pido perdón por la escasez lírica últimamente:
Varias enfermedades y problemáticas me están dando vuelta la existencia:

Para mí, existir ya de por sí es un problema: Existir de esta forma es una abominación:
Apenas reconozco la cara que llevo puesta, me siento dejado en el pasado,
en sueños irrealizables, anclado a un presente que no es mío, pendiente de un futuro que no me será dado:
Que los enfermos entierren a los enfermos:
Osteocondritis, gastritis crónica, paranoia, psicosis, obsesiones, dolores de cabeza, sueño insaciable, ansiedad aguda, insomnio, abulia, vómitos, diarrea, yare, yare:
No puedo salir a la calle, salgo: Me tragan las sombras:
Vuelvo oscuro, sin mi cuerpo, hasta que el dolor me recuerda tener cuerpo:
Odio la fragilidad de la carne, quisiera arrancármela, ser ausencia:
Pero no puedo nada, no puedo:
Doctor, trueno, magia: No hay nada más hermoso que un electrocardiograma perfecto:
Los ríos del mundo se extienden como los pensamientos: ¿O era al revés?
Metáforas fáciles, simbolismo rebuscado, repeticiones, manías:
Sólo sé que sé demasiado, pero no lo suficiente:
Es como tener grasa en lugar de ideas: La cabeza se cae:
El estómago está por reventar: Duelen los huesos, duelen:
Podría no nombrar nada, ningún cuadro clínico:
Los resumo a todos en mi existencia:
Resumo la palabra y la continuación del dolor:
La palabra es la continuación del dolor:

Empecé pidiendo perdón, ¿A quién?
¿Quién me leerá? Es intrigante no saber qué tipo de personas puedan leer mis líneas:
¿Qué pensarán? ¿Juzgarán? ¿Serán comprensivos?
¿Alguien realmente me lee? ¿Existe un lector?

Usted, sí, usted, el que está del otro lado de la página, ¡diga algo!
Aquí, de este lado, está muy oscuro y sólo el horror de existir me acompaña.
Sólo el dolor me recuerda que estoy, sin mí, vivo.

18.11.15

Girasoles secos

Hace unos años esta tierra estaba llena de girasoles;
sí señor, girasoles:
Mi padre solía juntar tantas semillas que debíamos ayudarlo a cargar
las bolsas:
A veces comíamos esas semillas, 
a veces eran los pájaros los que se las llevaban:
No importaba, una cosa y la otra daban cierta felicidad:
A mi familia, por los atardeceres, le encantaba juntarse en el porche
de la vieja casa y observar la puesta del sol,
y muchas veces vi a mi hermana llorar ante tanta belleza:
Parecía como si la sangre del cielo se derramara sobre la tierra
para purificarla:
Eran rituales caseros, sin peligro de nada:
¿Sabe? No me había percatado de la importancia de esos campos hasta ahora,
ahora que han sido devastados, inutilizados, violados:
Ahora que lo nombra, 
recuerdo durante esos rituales familiares
el batir de las alas de las aves que se preparaban para dejar el campo 
con el buche lleno:
Eran como pequeñas manchas en el hierro del viento, 
sus sombras se tornaba gigantescas y nos asustaban un poco, 
pero las amábamos:
Dicen que ahora es imposible para nada ni nadie hacer sombra allí, ni acercarse,
pues la radiación lo ha consumido todo:
Las aves ya no tienen sombra, ¿sabe?
(llorando) Las aves ya no tienen sombra.

No vamos al futuro por gusto, sino por supervivencia:
Y creamos lo que nos perderá por capricho del presente:
Entonces, eso, lo creado, es el ser humano, porque el ser es lo que no puede desear, pero sus ilusiones le dictan el sermón matinal:
Existes y quieres, aceptas, corres, transpiras, sonríes, 
comes fideos y chatarra, comes soles y lunas sin darte cuenta:
Pero el tiempo, arrebatado su trono por las manecillas de los relojes, 
ha decidido arrasar con todo lo que conoces, 
y darte el conocimiento del futuro, que es tu ignorancia presente:
La era del silencio se acerca,
la era del aire inflado de dolor, 
la era de las tierras imposibles:

Conste su realidad en el rechazo sobre la idea de ser prescindible,
pelee desde allí, 
hasta que llegue la hora de todos los hombres, 
la hora del final de las ilusiones y la apertura a la realidad:
La hora que no se marca en los relojes. 

16.11.15

Donde juega el mundo

El salón de juego del mundo, lo recuerdas:
Tu cara es como la tierra agrietada luego de las lluvias de verano,
rostro que aprieto sin violencia, para que no se quiebre:
Calles enteras, opulencia del vacío, sinfonías veladas,
acá y allá se pesan, como la novedad del miedo en sangre:
Nuestros días son santos, dijiste. Nuestros días
son como pequeñas partículas delirando en el yermo de la locura:
Y la luz, dijiste. La luz
es como la llamada final de un mundo que se ha quedado ciego:
La luz es su grito:
Lobos finitos, síntesis del vello antártico entre tus dedos de escayola:
Madre, padre, he aquí mi yo mismo, dijiste. Mi yo mismo
que es como la ausencia del miedo que los unió en el amor:
Yo, el inesperado, el inacabado, la espada en la niebla,
los dientes afilados de la tormenta, yo mismo mío:
Los bloques de los panteones que se caen a pedazos,
como cada recuerdo del humano probable (jamás el posible):
Un profeta asaz, lleno de ondinas en la cama de aliso, lleno de pecado,
gritando tu nacimiento sobre una estrella muerta hacia
tantos años que ni la luz puede recordarla:
Y te erguiste, indoloro, lleno de azufre y rabia,
y te proclamaste rey de todo lo que sobre ti se extendía:
Mas los días de gloria han pasado,
dejando sólo estatuas molidas donde palomas huesudas duermen:
Y en los escombros de tu reino juega el mundo entero:
El mundo que recicla los pedazos de tus sueños
para que otros los usen y sean tú jamás tuyo:

El hombre nuevo se erige sobre tus cenizas junto al cadáver del olvido.

12.11.15

Escribir por necesidad no es saludable

Hoy mi padre se ha caído en el baño.
La lluvia, densa, convincente, se filtra por las grietas mínimas
del techo de mi casa:
El suelo se llena se serpientes marinas, de agua sucia,
de resbaladizas trampas:
Pero mi padre se cayó en el baño,
rompiendo completamente el lavabo
(destruido en pedazos como mi niñez)
no por culpa de la lluvia,
sino por su borrachera constante y asesina:

Es cosa de hombres inventarse dioses a los cuales señalar con el dedo
cuando bajo la siega se contempla la plaga.

10.11.15

Carta de disculpa

Soy yo. Nada ha salido de mis manos que valga la pena estos días, pero tengo explicaciones, o excusas. Hace unos días, a altas horas de la madrugada, salí de mi casa a comprar cigarrillos. Al salir, al moverme, sentí una ligera presión en el esternón, y mientras caminaba mi fatalismo fue incrementando de manera despiadada. Mi obsesión por los problemas del corazón (que había empezado como una hipocondría, que había empezado como pánico) no tardó en dictarme la pronta muerte. Yo, que soy consciente de las trampas de mi cabeza, eludí como pude los pensamientos, y continué mi no vida. Una semana luego, sigo vivo, con la misma presión en el hueso, dolores de espalda terribles, insomnio, desorden alimenticio, presión también en la nuca, pesadillas que no puedo describir, pensamientos suicidas, malestar estomacal, abulia total, y podría seguir. Mi mente se ha ido comiendo a sí misma de manera que ahora el pánico se ha convertido en una prisión: No soy capaz de salir de mi casa debido al miedo de esforzarme y morir en la calle. Y hay mundo afuera, y hay vida. Pero acá, en esta jaula de obsesiones y locura, no hay nada: Hay dolor puro, puro como la materia irreconocible, hay lamento, asquerosa autocompasión, horror existencial, horror real e imaginario, arrepentimiento, recuerdos...
¿Sabe lo que es recordar, en la dureza de una cama vieja, sólo aquello que lo ha lastimado? Recuerdo a mi madre golpeando a mi padre en frente de toda la familia por considerarlo un borracho. Recuerdo a mi padre gritándome que no lo molestara al ir llorando hacia él con un dedo lastimado. Recuerdo a mi madre fuera de la casa sin querer entrar diciendo que si entraba la prenderíamos fuego. Recuerdo a mi madre tapando agujeros en el techo porque creía que nos espiaban. Recuerdo a mi madre diciendo que había gente colgada de los árboles esperándonos. Recuerdo a mi padre y a mi madre golpeándose mutuamente, mi hermano y yo saliendo despavoridos de la casa mientras todo el barrio nos miraba con una mezcla de lástima y esa curiosidad estúpida que reúne a los mediocres. Recuerdo a mi padre desmayado de tanto alcohol, desnudo, con un desconocido en mi casa, cocaína tirada en el suelo, luego de que con mi hermano y mi madre regresáramos de unas vacaciones pesadillescas. Recuerdo a mi madre contándome con detalles la forma en que mi padre, según ella, la había violado. Recuerdo a mi padre desmintiendo esto con la voz resbalosa y olor a bodega. Recuerdo a mi abuela moribunda, pequeña como un recién nacido, arrugada, llamándome por otro nombre y pidiéndome que la limpiara. Recuerdo la muerte de mi padre y recuerdo su estúpida resurrección. Recuerdo a mi madre arrojando alcohol sobre ella y mi padre para prenderse fuego junto a la casa. Recuerdo a mi padre queriendo golpear a mi hermano. Recuerdo a mi madre golpeando a mi hermano. Recuerdo mis borracheras tempranas, el abuso de drogas, la falta de conciencia, la violencia de la que era preso. Recuerdo a mi madre dándome Clonazepam por un dolor de muelas. Recuerdo no recordar mi primera vez, estando borracho y queriendo morir esa noche. Recuerdo los gusanos y las cucarachas en la casa donde deambulaba mi madre con su psicosis. Recuerdo el hambre, la acidez. Recuerdo las largas caminatas que mi hermano y yo debíamos hacer para ir a buscar la poca comida que mi padre nos daba, borracho, perdido, apenas reconociéndonos. Recuerdo el camino de regreso, con todas nuestras amistades compadeciéndose de nosotros. Recuerdo mi ira por esa compasión. Recuerdo el asco. Recuerdo el día en que mi madre, sin saber quién era, se fue sonriendo. Recuerdo al esposo de mi abuela recibiéndonos en su casa como se recibe a los perros callejeros. Recuerdo la muerte de este hombre. Recuerdo haber sido feliz con su muerte. Recuerdo el desprecio de mi familia hacia mí, gracias a mi introspección y mi rareza. Recuerdo la muerte de mi abuela y cómo la ignoré, a pesar de ser la única persona que cuidó de mí y de mi hermano. Recuerdo golpear a mi padre, preso de la ira, y romperle la dentadura. Recuerdo ingerir una cantidad exagerada de pastillas para morirme y no hacerlo por un olvido de mi padre. Recuerdo a los psiquiatras queriendo saber por qué elegí la muerte. Recuerdo el dolor que le causé a mi hermano. Recuerdo haber perdido todos los empleos que conseguí. Recuerdo haber perdido a todas las mujeres que me amaron. Recuerdo el sufrimiento de mi mejor amiga. Recuerdo cómo me enajenaron en un círculo de poetas por escribir mejor que ellos. Recuerdo sentirme un extranjero en el arte. Recuerdo recordar todos los dolores como un solo río fluyendo hacia una desembocadura en la integridad de mi locura.
Y acá estoy, a las cuatro de la madrugada, un once de noviembre, con veintinueve años en mi espalda y ninguna intención de escribir algo trascendente. Acá estoy, en una casa que se cae a pedazos, en un pueblo que está encerrado en un loop temporal, en un país que me es desconocido. Y creo que me cuesta respirar, hasta que me doy cuenta de que es solo un pensamiento. Pero no puedo sacarlo. Y creo que no saldré de esta habitación otra vez. Y escribo esta mediocre carta como un grito en el nervio de la noche.  Le reclamo todo al mundo y a la vez le entrego todo. Repito que voy a morir. ¿Pero acaso no va a morir todo el mundo? ¿A cuento de qué esta preocupación?

Una gotera solitaria en alguna parte. Música que no recuerdo haber escuchado jamás. La brisa de una primavera censurada. Mi cuerpo perdido en la oscuridad del cuarto infinito, sólo real al dolerse, sólo real en estas sombras que tiñen la página. El miedo es dios.

2.11.15

Corvus Corax

Todos mirando el cuervo que da círculos
sobre mi cabeza:
No es la muerte, es la idea de la muerte:
El cuervo es una idea, y si los otros lo ven, los otros son el cuervo,
el cuervo es ellos, ellos son la muerte, yo soy el círculo:
Hugín y Munín en uno solo (la memoria y el pensamiento de Odín):
Cuando el dios dudaba, le aconsejaban:
Ahora Odín está perdido en sucios rincones porturarios,
porque todos los cuervos son mi cuervo:
Las manos calientes, temblorosas:
La mente casi en blanco, ocupada por la sombra del miedo:
La espalda dolorida, como un árbol viejo quebrándose,
los ojos lagrimeando de fuego, de ceguera, de cansancio:
Y me doblo sobre la letra, otra vez,
abro un nuevo laberinto donde esperaré paciente
el final del juego:
En Creta se ha declarado la suspensión del tributo:
Teseo es un inútil sin propósito, que deambula
por los prostíbulos de Atenas, enmascarado y con sífilis,
bajo un nombre falso:
Ariadna se ha ahorcado con su propio hilo,
al encontrarlo inútil:
Pues ella era el hilo, ella era el regreso eterno:
Y al final del laberinto espero yo,
caja de terrores y huesos rotos y espadas melladas:
Yo, último testigo del horror:
El cuervo da círculos sobre mi cabeza:

Oh, ustedes, testigos y cómplices de mi padecimiento, observen impávidos:
Mas deberán contemplar sin salida estas palabras,
mi condena sobre ustedes:

Caídas las columnas del cielo,
elevo la cabeza ensangrentada:
Lector, sobre su cabeza un cuervo vuela en círculos:
Fui yo quien lo hizo mortal.
Fui yo quien le dio este laberinto:

Las palabras son el espejo del miedo.
Y el espejo es una idea.
Y la idea es una palabra.

Todos miramos el cuervo que vuela en círculos sobre la nada.

Día 12



He dejado de pensar en el final. Me refiero a lo que se asienta sobre nosotros como calamidad u objetivo, pues los finales son múltiples y distintos para cada uno. He pensado incluso que el final, en la existencia del hombre, ni siquiera existe, nunca existió: fue solo una excusa que todos nos pusimos para obligarnos a vivir. Así que acá estoy, muerto sin haber estado vivo.  Ausente, sin muerte. 

Es en la muerte donde se encuentra uno
con todo lo que alguna vez supo apreciar:
Jamás en la vida se está cerca de lo que arde:
en el pecho como una antorcha apuntando hacia abajo
duermen todos ellos, los que miraron tu sombra:
a la luz del día ardías en sangre, esputo de Tánatos:
No eras realmente tú al que observaban:
eras el otro, el que creía vivirlos:

y muerto los recibes porque de inmortal te han vestido.


Adelanto del libro inédito "Nuestros días se terminaron".

23.10.15

KYXY

Acá estoy, en mi cuerpo de cristal,
en mi dolor de cabeza, en mi náusea matutina:
Viento corta las cabezas de fuegos rebeldes,
sol a contraluz mitigando los cantos del pájaro:
Adiós, Judas.
La soga cuelga del cielo,
inalcanzable, todopoderosa, Dios:
La página en blanco me ciega por momentos,
momentos en los que veo mi vida pasada
como la vida de otro:
Y al escribir sobre lo blanco me doy cuenta de que no estoy:
Está mi ausencia.

20.10.15

La teoría del espejo VII

Dios es la evolución lógica del miedo.

Destino de agua

Sobre el océano:
Nívea luna de cara arrugada, cara de dios:
Un impulso animal succiona a los marineros,
que sobre el ansia del agua esperan la muerte:
el deseo de una visión repentina,
como la del milagro de las estrellas
cayendo hacia el universo vacío:
Útero incalculable que rodea al mundo:

La caída de los hombres es similar,
sólo que éstos caen al mismo tiempo
 hacia dos direcciones opuestas.

13.10.15

El recuerdo

Toco la tierra, me doblego y toco la tierra blanca,
que son tus pies, planos antiguos de un dolor griego:
Mudo, asustado, temblando, huelo el tiempo,
que se acerca como un fantasma:
Me señala su cadáver,
yace el reloj descompuesto en la costa,
donde el mar trae desde otras tierras el desconocimiento:
¿Cómo lo sabes?, preguntas cuando te toco las manos frías:
Te digo que tus cabellos se caen
como hebras de oro a la tierra blanca:
Te digo que lo sé porque el tiempo tiene tu olor,
recuerdo mío.

8.10.15

El algoritmo de los días

A Zhivka Baltadzhieva

Se puso en marcha una maquinaria
                                                                      ¿Y qué es el mundo? ¡Una máquina!
                                                                        ¡Una máquina del tiempo!
Con mi lenguaje de laberinto no puedo hacerle justicia:
Como si alguien me hubiera arrancado estrellas del vientre,
y las hubiera puesto, cerrando los parcecs,
a mis sucias manos tristes:
En este pedazo azul de vida se ha reunido el grito
de bella mujer expandida sobre las constelaciones:
Una mujer que trata de huir hacia la realidad
 (ha comprendido que la realidad es lo que ignoramos)
luego de que la otra cara del Gulag le arrebatara tanto, 
tanto que tuvo que lavarse las tripas y la ropa 
con palabras y ciencia: Pero es la nostalgia que se asienta
luego de barrer el piso: 
El polvo que se levanta es la memoria:
Pero, polvo al polvo, ella sube hacia mi horizonte de mar vacío:
Y se mete por las venas del ser, del laberinto este, próximo,
este pronto universo que retrocede y se expande:
-Trataremos lo mejor que podamos,
pero la obra apenas si estará lista
para cuando los gallinazos bajen a buscar
nuestros cadáveres entre el papelerío del guión
-¿Pero no era acaso nuestra muerte la obra?

Mi poca justicia, mi caja de cuchillos, esta palabrería 
cercana a la osamenta de un circo olvidado entre columnas rotas,
trata de escapar con ella, y trata de resolverla para convertirla 
en el algoritmo de los días:
Junquillos y ranas frenéticas se desmontan aquí, donde nada muere
porque no existe la conciencia:
Ella continúa su fuga inminente,
blanca como el sol que le abre los ojos blancos,
ahí abajo, 
en la espiral donde la primavera se cierra. 
-¿Era la poesía necesaria, Homero?
-Nada es necesario. Pero debo volver a ella.
-Bienvenido al olvido: La maquinaria del tiempo.

29.9.15

Luego de un suicidio

Originario de los que por sangre se llevaron tragedia:
Días son los del ausente, los de la luna quebrada en un espejo victoriano:
No quedan rastros de lo que he sido por lo que soy:
Queda lo que soy abandonado por lo que he sido, jamás yo,
sino el otro que con excéntricas rutinas
decidió no contarme a su lado por estar herido:
"Oh, esa herida abierta, es sólo tuya, y la has abierto tú",
clamor de un oráculo o dios insuflado de azufre:
"La sangre que vas derramando la derramas por querer desangrarte."
Ecos de Yurievo ¿O era acaso Morana hecha ya invierno?
Sí, ecos de los egos viejos y los nuevos,
doña Susana me vio casi muerto en la sala del hospital,
y luego de susurrarme al oído se desvaneció hacia Neubrandenburg,
y yo, yo en la clara ceguera de la enfermería torciendo el cuello
para tratar de ver más allá del techo húmedo y sucio,
con mi mortalidad ya no mía, en la caótica revelación de la palabra:
"Culpa, tómala con gentileza, es tuya.",
todos los dioses erguidos sobre mi confusa cabeza:
¿Quiénes son que con derecho no dado claman verdades sobre mí?
Un frío silencio, o un ruido tan violento que asoló la palabra,
y mi sombra parada junto a la cama del hospital,
secándose las lágrimas:
"No ves lo que nos has hecho?", gimoteó con un dolor nasal en la voz:
Algo en mí dolía, pero era tan ajeno como la verdad:
Frente a mis ojos todo el desfile de los vivos, de los amigos y los amantes,
de los padres y los hermanos
poniendo flores gentilmente al pie de mi litera, inflamados de luto:
"Levántate: Estás vivo.", dijo uno de ellos.
Se fueron lentamente, al final sólo me acompañaba nada:
Y la pregunta, la pregunta atragantada en la existencia:
¿Pero por qué soy yo, si no he elegido estar vivo?

Resonando la campana de emergencia, trozos de vidrio como estrellas
sobre el suelo:
El hospital debía ser evacuado:
Las llamas se fueron elevando hasta tocar los nervios de la noche virgen.

27.9.15

Como el sol que cae de la mano

Como la mano que ha dejado caer el sol,
retrocedo hacia el oscuro reino de la presencia:
La ausencia ha hecho nido en algún mistol
o un quercus robur, atragantada en la tierra:
Ye, humanos de clarión, maniquíes insuflados
de esperanza: Vanas cabezas en la fila hacia el cielo:
Todos dejados caer, todos desplomados:
Yerto el orgullo, la leña rota calentando
sus casas de machimbre y nervios:
La densa opacidad, como la respiración de un gigante,
envolviéndolos a todos
mientras chupan sus cigarrillos blancos, sus vinos agrios:
Ustedes, mortales, que son la ausencia,
me acompañan en mi soledad astillada:
Pues hundido entre las grietas de la esencia
no veo en ella a ningún otra alma,
no veo nada:
Retrocedido hacia la presencia,
la única y abandonada,
despojada de sus ropajes reales,
desnuda entre ustedes:
Mi compañía, vosotros, inermes,
que son la ausencia entera
ahogando mi presencia sola,
mi presencia de nadie,
de nada.

26.9.15

La noche baja

Noche de agua, noche violenta y oscura:
Los cadáveres de las hojas que otoño rojo:
El viento armaba tempestades en las costillas
de los árboles y las cenas familiares:
Nada era lo mismo pues nada dejaba de ser,
por momentos cerúleos, anacrónicos:
Noche de ahogo y primavera muerta,
noche de reyes sepultados junto a sus espadas:
Y en esta noche ella besó mis manos:
Mis manos que acumulan noches rotas
y huesos de desgracia, huesos de animal caído:
Mis manos que han escarbado hasta el útero
de una tierra dura y circular, innata, jamás parida:
Una tierra muerta dentro de sí misma:
Mis manos que estaban tiesas del dolor de antes,
y del de siempre también:
Róseas mis manos de escribirse enfermas,
manos cansadas de este mi cuerpo fantasma:
Ella besó mis manos,
sus labios como el agua tierna, la carne invencible,
rielando sobre la piel magra y los huesos de oligisto,
huesos de polvo y tristeza:
Su boca apenas abierta, apenas dejando salir una respiración contenida,
como la presa que se abre sólo para abandonarse:
Sus manos, también quebradas, también vencidas,
pero todavía tibias, y suaves, y vivas:
Sus manos guardan el secreto último del fuego:
Los dedos enredados, mis dedos lacerados por el tiempo,
o la idea del tiempo, la sangre retenida en las uñas:
Sus dedos como tierra blanca, deslizándose gentiles
entre mis tendones:

Noche de sangre, noche invertida: Ella besó mis manos:
Yo las había perdido escribiendo,
pero ella, hecha de esa noche misma,
me creó unas nuevas manos, unas manos vivas.

20.9.15

El aneurisma de la tierra

El camino descendía
o tal vez descendía yo:
Una gota de sangre en el ala de un dragón,
microbios anarquistas en la médula de Sion:
Pero yo descendía,
o el camino:
Y mi brazo derecho apenas se movía,
o apenas me movía yo:
La lengua se enredaba como una lombriz
en mi boca rota, mi boca de lobo:
La saliva descendía dolorosa,
o descendía yo:
Oro de las ubres, oro de polvo, leche de rey,
cambios en la criptografía de las nubes,
gordas de tanto azufre:
Descendía la lluvia sobre la tierra,
sobre mi cabeza gacha e idiota,
o quizás descendía yo:
La cabeza de Atlas en una pica,
y su sangre que descendía por la madera,
o descendía yo:
Y sin la fuerza del mito, el mundo se quedó ciego,
paralítico, mudo, rabioso:
La tierra descendía,
o quizá descendía yo.
Ahora no queda nada que descienda,
sólo este poema:
O quizá sea yo.

18.9.15

Nada que recuperar

Lector, yo estaba tranquilo, fumando y escuchando Sonic Youth,
si mi memoria no me falla,
y noté un silencio que trascendía todos los silencios:
Estaba yo solo con mi cuerpo,
sin preguntas ni pensamientos,
solo, con mi cuerpo solo:
La sombra se había ido también:
Mi cuerpo también estaba solo:
Ambos fuimos conscientes de nuestra soledad
y nos dispusimos a hacernos compañía:
Larga noche de basalto y asfixia; Dios en la cama de un hospital:

La mañana llegó, como un tigre que acecha,
y finalmente mi cuerpo recuperó su sombra,
y empezó a dolerme, pues ya no estaba conmigo:
Pero yo no recuperé las palabras,
el silencio se quedó para siempre,
y mi mortalidad se quebró como un vidrio:
Solo en el silencio sin mi cuerpo:

El poema es mi sombra.

14.9.15

Conversación con el lector

Lector, debo de tenerlo cansado de hablarle de la muerte todo el tiempo,
¿verdad?
Me gustaría hablásemos de otra cosa, algo más cotidiano,
como las ratas entre el hollín de mi cocina: Oh, sí,
hay cientos de ellas, pero ya se irán puesto que mi gata
es una cazadora feroz, y las va dando de baja
una por una:
Estos días, al creer que se terminaba el invierno, un frío
condenado cayó sobre nuestras ilusiones:
¿Tuvo que abrigarse mucho, lector? ¿Sintió la dureza
en las articulaciones? ¿La desesperación por acercarse a una estufa
o abrazarse al cuerpo caliente de turno? ¿Comió sanamente?
Por suerte la primavera está llegando, no tardará:
Representa mucha esperanza, ¿verdad, lector?
Oportunidades y esperanzas... Los verdes brotes luchando por nacer,
las flores, erguida la noble cabeza, mirando con desprecio al mundo:
Y el amor, ¡Oh, el amor! Viene, va. ¿Cómo le va con el amor, querido lector?
¿Está llorando por una ausencia? ¿Tiene a quién aferrarse? ¿Vive en una ausencia porque busca a alguien que lo ame? Como sea, lector, los tres estados
del amor, cuatro si contamos la espera,
pero esto estaría incluido en tener a alguien, ¿verdad?
Dicen que Plutarco, estudiando a sus admirados Siete Sabios,
observó en ellos un cuarto comportamiento, una cuarta relación con el amor,
mas era tan arriesgado llevar a la práctica su teoría
que se la llevó con el a lo profundo de Europa:
Hoy me he despertado temprano, con cierto malestar estomacal,
pero nada de qué preocuparse:
Nada que no se vaya con un buen descanso.
¿Qué hay de usted, lector? ¿Tuvo un buen despertar? ¿No ha dormido?
¿Alguna pesadilla lo ha atormentado? ¿Debe seguir su rutina ahora que está despierto?
Como sea, lector, fue agradable tener esta pequeña charla con usted, algo más...
liviano. Espero disfrute el espléndido día que le queda por adelante.
Yo debo irme ya, lector:
La muerte me llama.

6.9.15

Otro 7 de Septiembre y el sol que se cae

Un día como un sol derrumbado. Un sol caído del techo negro universal y vacío. Un sol aplastado en la tierra, como un animal muerto al costado de una ruta olvidada. Ese día es este día y quizá sea todos los días. ¿Pero por qué veo más a este día que a los otros? ¿Por qué el dolor es más dolor y la alegría más alegría? ¿Por qué el sol es menos sol? La noche nacida en catedrales derrumbadas por el paso de otras noches, la noche muerta por haber nacido. Con los dedos acaricio la memoria, que tiene una piel dura, pero trozos de ella se me pegan en las yemas, cambio de piel o piel muerta, la memoria como una serpiente en un desierto sin soles ni noches. Un infinito reconocible sólo por la repetición de mi vago gesto de búsqueda, obliterado recuerdo sin dueño, vana melodía en los conciertos de la tormenta.
Y me reconozco irreconocible, tan ajeno que este día no soy yo, este día no soy quien escribe ni quien lee. Soy el niño que vio al sol derrumbarse, atrapado por siempre entre los escombros de un laberinto, laberinto que ese niño reconoce como propio, quemado hasta las ruinas por haberse perdido en sí mismo. Un día. Un día apenas y no soy yo: Peregrinos asisten a la muerte del sol, regresado a la tierra: Una civilización asiste al nacimiento de la tristeza, regresada a la palabra.

1.9.15

Polvo de la revelación

Fuego al fuego:
Tierra a la tierra:
Polvo al polvo:
Cenizas a las cenizas:
Poesía al silencio.

26.8.15

La vida imprecisa

Inflamado el pecho de flemas y universos muertos
rodé sobre la noche que rielaba sobre mi cama:
Sudor y números de lotería se mezclaban
en el sueño y en la piel del sueño:
Recordaba a Niko, que lejos de Praga alimentaba
palomas con las migajas que quedaban de su existencia:
Su piel estaba casi negra de dolor,
sus recuerdos cegados de blanca ironía:
Ha muerto ya, me dije:
Su vida se escapó en las muscíneas olvidadas y renegadas,
tanto como él dentro y fuera del diccionario:
Un llanto o tres se me fueron hasta los dedos,
me hicieron barro dentro de las uñas:
que arañaban
tempestades en las sábanas fangosas:
siluetas
de mujeres estériles y proféticas,
recuerdos del muerto o el ahogado, cartas como
el bautismo, profetas en tierra sin gravedad:
Números que dictaron en épocas de guerra fueron tan exactos
que la criptografía tuvo que hacerse homosexual
para amarlas desde Lorenz hasta el DES:
Pero han muerto ya, me dije:
Esas vidas no serán más complejas que el musgo
que decora sus tumbas:
Cansado de mi fiebre, que me hacía consciente de mi fragilidad,
me arrojé en la página abierta de un libro donde decía "agua":
Allí recordé la medida de la vida,
y arrugando mis años como papeles inútiles
me recordé:
Recuerdo estacado en la memoria de otros,
joven y viejo poeta hecho de olvido:
He muerto ya, me dije:
En una cama limpia, lejos, muy lejos,
alguien trataba de pronunciar mi nombre,
pero sus labios temblaban.
Temblaban.

Un fuego

El papel se deja consumir
para que el fuego se eleve:

Y luego, cuando no queda nada de ninguno,
en las cenizas,
el recuerdo se deja consumir
para que el olvido se eleve.

Callados todos sobre la urna romana:

Sólo el viento conoce
la última voluntad del fuego.

16.8.15

Permiso

Muchas veces usted, lector, es pretencioso: Desea que salga de las manos del autor algo que lo remueva del mundo. Algo de egoísmo se guarda también aquí. Pero se puede entender este capricho como un espejo del síntoma que sufre el artista al escribir: Ser dejando de ser uno mismo, pero siendo uno mismo en eso otro que se impone al leer.
Mi fobia, mi prisión y mi condena es el miedo a la muerte. No me abandona jamás, no me permite disfrutar de lo que sea que haya para disfrutar, apenas lubrica los sentidos más agudos para la elusión, y de ahí la escritura desesperada que tiñe mi vida. Mi vida como página en blanco donde la muerte escribe.
Lector, sea un poco más permisivo. ¿Sabe lo que es describir la osamenta de un amanecer y toda su belleza, describir el aroma de esa belleza o del rocío, describir la materia de la que están hechos los sentimientos mientras desde el fondo arrojado de mí mismo una voz no deja de gritar o cantar o escribir dentro mío sobre la muerte, acechante, próxima, presente, tan presente que la puedo oír respirando en mi nuca? Si lo sabe, sabrá. Si no, hágase una idea.
Este servidor debe partirse no en dos, sino en miles de yoes para crear un laberinto donde el yo de la muerte se pierda un momento o se demore en su llegada. Debo crearme una ausencia o una partida para que el yo de la muerte no me encuentre. Debo crearme mares y hundirle los barcos. Escribir bajo estas condiciones es una odisea poco agradable, a veces imposible.
Lector, esto es apenas un milímetro del metraje infinito que riela sobre mi existencia. El miedo. El miedo. El miedo. Pero peor que el miedo es su conciencia. La conciencia del miedo es la realización de este miedo como ser independiente, que conoce a su portador a la perfección y es libre de hacer en él lo que quiera. Cuando el miedo alcanza su plena conciencia, su legitimidad como existencia, es cuando uno está condenado a tenerlo de compañero para siempre.
Lector, siga siendo pretencioso, es lo único que lo salvará de la mediocridad. Pero comprenda a los que quizás nos quedemos en el camino. Pues mi miedo ya no es mío, es suyo, tan libre como para ser capaz de escribir esto bajo mi nombre.

El horror de ese vacío no es su vacío, sino su posible contenido. Ahí, donde la muerte toma prisioneros, para que no mueran de muerte humana, sino de la otra, del otro idioma: Esclavos que deberán hundirse en las letras por el resto de sus páginas.

14.8.15

Condiciones

Cansancio de mundo y de vida, lleno de luz dividida por la náusea:
Paseo por los arcos del tiempo sin tiempo en los huesos:
Olfateo el rastro de las orquídeas y los caballos,
monumentos solitarios de la vida que no duele:
Bajo decimales al algoritmo del presente,
roto en micropartículas indecisas,
que no se saben si pasado o futuro:
Rielo sobre las palabras como el cielo sobre las sombras:

Quisiera escribir hasta que la muerte me encuentre escrito.

Tumbling down


Estoy vivo porque la muerte está perdida en el laberinto de mi ausencia. 

10.8.15

La taza estaba llena de reflexiones sobre los colores del té

Un gorrión y una cigarra discutiendo sobre lo blanco sobre negro sin una sola contradicción sobre el estatismo o las ecologías misántropas luego de servir un poco de té desde la tetera multidimensional que conocerían luego como Doña Espejada vaciando el contenido sin saber que el contenido no podía vaciarse pues no lo habían pensado ergo no había contenido antes de verterlo ergo no hubo contenido hasta que la taza se llenó de él ergo no hubo contenido antes de que la taza se llenara ergo no hubo taza hasta que se llenó de contenido ergo no hubo ni taza ni contenido hasta que ambos interactuaron ergo la existencia es cuestión de teteras y tazas y tés luego de saborear más de tres sabores distintos en el mismo instante el sabor real el sabor deseado y el sabor saboreado coincidieron en que los sabores eran multiplicadores de la opinión tanto como la política y por tanto embotaban los sentidos pero sin sentidos no había sabores saboreados y por tanto el embotamiento era un límite de las glándulas llegada la tarde dura y solitaria como un espacio en blanco arrojaron a la imaginación el deseo del descanso porque la noche era próxima pero la noche no sería hasta que ellos no la vieran u olieran así que se quedaron con la noche imaginada que era igual de válida pero el cansancio era entonces un capricho de la conciencia las tazas de té estaban vacías casi sólo los restos esos que no se toman por razón que podemos deducir pero no explicar el gorrión dijo que se iba y alzó las alas considerando durante su despedida que el vuelo no era más que un ejercicio de la soledad la cigarra se apretó contra un tallo y emitió su canto constante la vibración en el cuerpo que no sabía de qué era y por lo tanto no era pero el canto se extendería si los chinos pensaban que era un símbolo de renacimiento y demás culturas las consideraban desde misterios enormes hasta plagas pero qué tipo de consideración era esa si se desconocía su tipo pero todos estos pensamientos eran inútiles en cuanto a práctica existencial mas no tanto en cuanto a ejercicio nostálgico y la cigarra se quedó cantando pensando en qué sentido tendrían todos los colores del té y si eran color sólo cuando se los veía o saboreaba o eran ya desde antes y no va que oye los pasos de un humano que volvía del empleo y la cigarra entre canto y canto socavando tanto pensamiento mientras que el hombre que recién regresaba del trabajo apenas si se quejaba del ruido del insecto y no pensaba en nada la cigarra contempló al cielo donde el vuelo del gorrión proponía tantas preguntas y luego escuchó el silencio del hombre en la casa el silencio del hombre ajeno a las alas y las reflexiones sobre los colores del té en la soledad humana

4.8.15

Contradicción consciente

El autor se engaña diciendo que el arte es necesario,
engaña a los demás diciendo que el arte es necesario,
los demás se engañan a sí mismos diciendo que el arte es necesario:
El arte es un error de la cordura,
que sin llegar a ser locura,
engaña todas las mentes haciéndoles creer a todos que son necesarios.

Baja cosecha de sombras

Cuando mi madre estaba ciega
le escribí unos ojos
pero el papel se ensució con esperanza
y le volvió la ceguera de ver el mundo:
Porque todos nos cansamos eventualmente
de dormir,
y nos quedan los hologramas del astro rey
burbujeando en la mesa:
Dice que se quiere ir, el mundo hiede a sombras,
y él odia nuestras sombras
que se comen la luz de la tierra:
Pero antes de que llegues, tú, temblor del útero divido,
terror de las cenicientas que se sirven a medianoche,
déjame apagar tu luz de belleza atroz
con la boca de mi oscuridad:
Déjame cerrar los huecos de esta casa almorzada por el tiempo,
de este cuerpo cenado por las enfermedades,
de esta mente desayunada por la locura,
y tender las tersas sábanas de tu ausencia
para que te tiendas en ellas sin cuerpo,
para que yo te socave la existencia con el hambre
de mi cuerpo sin sombra:
Sé la sombra de mi pensamiento.

3.8.15

Aérea

Lanza de hielo que despierta en el vientre materno:
duerme como el cazador de dragones en el cabello del olvido:
olvida la ausencia como el silencio se olvida de hablar:
Una luz en tu pelo y eres eterna,
mas lo que sale del oro es soledad,
ornamento y testigo de la voluntad humana
que es triste
cuando fútil
rósea lágrima amplificada en las notas de un arpa:
Testamento de la roca, pliego del cuero animal,
anega al mundo y su sombra con el diluvio de tu llanto:
Porque en tu pelo hay una luz,
y eterna te reviertes hacia la poesía,
que es la sombra de quien la lee,
el fuego de quien la escribe.

Tienes pájaros en las manos, dijo mi alma no mía.

10.7.15

La teoría del espejo IV

Hoy escribo sin ganas de escribir, sufro de una tremenda abulia mental y física,
que no sé de dónde vienen, lo sospecho, mi mente está bastante quebrada,
es frágil como ese hielo que se forma con el rocío temprano,
y por nada se quiebra, y se sigue quebrando, y yo acá sigo forzándola
a pulir las letras, los poemas, las anécdotas, y la mente se rezaga, reniega de mí,
me hace pensar en la muerte, constante, persistente:
Quizá no sea lógico pensar en la muerte ya que es inevitable, ¿Por qué obsesionarse con algo que de todas formas no se puede detener? Sería más feliz estando obsesionado con otras cosas inevitables, como los terremotos,
o los maremotos, o la llegada de la primavera:
Pero es la muerte, del cuello me tiene como a su perro lazarillo, y yo la ayudo
a encontrar mejor el camino por el que tiene que ir, evitar las baldosas rotas de la vida, sus charcos, mirar a ambos lados de las direcciones de la existencia.
¿Y para qué escribo si no sé qué escribir ni siento deseos de hacerlo?
La respuesta es bastante fácil de distinguir:
Para contradecirme a mí mismo, contradecir mi existencia,
formar un espejo donde mi reflejo está vivo, desea la plenitud y las formas del mundo, no teme a la muerte, desea escribir y está lleno de inspiraciones:
Escribo un espejo donde el reflejo es mi contrario, y lo amo.

La mano se cansa, reflejo, viejo amigo, realidad donde deseo existir y no existo.

8.7.15

Oración neurótica

Mientras todos llevan de la mano a su sombra
yo me reduzco en paralelepípedos destinos,
ajeno de los perros literarios y las lágrimas del diablo:
diablo: Ad. Promesa de destrucción encarnada en la palabra, a menudo utilizada para abstraerse del infierno terrenal.
Infierno: S. M. Ausencia de capacidad crítica sobre la existencia.
Y cada día, mientras el mimbre riela sobre las fantasías de la comodidad,
reflejo el sobrio efecto de pensar,
ejercicio conductual de mi propia sangre,
y desmiembro algunas propiedades del viento:
Permitido en mí por no saber decir que no, existo:
Crezco como una marea vertical en el destino de la tormenta,
blanco de náuseas y cercado de mundo:

Tan ahogada la palabra en mí mismo, que escapa sobre las páginas en blanco,
desconociendo que esa blancura no es pureza sino instinto:
Palabra: S. F. Error del silencio.

Todos los que mataron a la poesía IV

A la pregunta de por qué el autor no concibe la poesía como literatura:

–La poesía es una fuerza que sostiene al mundo, se manifiesta como epifanía, error o máquina alucinatoria. La poesía es más que sus palabras, el canon o cualquiera de esas ideas que ajustan el vendaje de la putrefacción. Poesía: don y destino. El poeta, el poema, como las montañas o el mar es, apenas, miserias del universo. La literatura deviene oficio, plan, comercio y un montón de cosas tristes... Por esta videncia se me ha tratado, a lo largo del tiempo, de impostado, héroe, obispo, místico, ermitaño y halagos parecidos. Si encuentro algún poeta que merece ese nombre, por lo general, conversamos de otra cosa. De la poesía no se puede hablar porque es un acto espiritual. La literatura, por otra parte, es el reino de la opinión.
Escuchar al fantasma. Creer en la sombra. Donarse. Confiar en la demencia. Amar el error. Temer el éxito. Besar la cicatriz. Auxiliar al fuego. Sospechar la arrogancia de lo real. Soltar palabras para que las devore el animal del mundo y no tener piedad. Más intensidad que intención. Más emoción que sentimiento. Olvidar lo escrito y leído. No pensar. No corregir. Reconocer lo imposible. Hacer una casa en el viento que a todos quita y a nadie otorga. Vivir ahí.


Alejandro Schmidt 

25.6.15

Dot. Dot

En estas vísceras otoñales uno se acerca al mundo, trémulo,
como un ciego con el bastón;
la niebla de la existencia se disipa si se entiende que la niebla es uno mismo.

Abren la compuerta del sol en el pueblo:
La muerte, ingenua, desea tener una sombra.

19.6.15

Si la oscuridad empieza

Hoy, por quinta vez, cortaron la luz con una dedicación homérica. Son horas de oscuridad calculada. No tengo ganas de escribir sobre ello de forma elegante, quiero vomitarlo. No es la cuestión político-social, las causas de los cortes, la que me inquiete, sino la oscuridad. Cuando era chico la oscuridad era imposible: No iba a dormir en la negrura total: Era como si mi cuerpo no existiera, era como perder el aire y el sentido de la realidad. Por un tiempo creí haberlo superado, hasta que llegaron los cortes. La oscuridad oxidada, le digo, porque no es azabache, es algo rojiza, un tinte que apenas se nota en la desolación de la ausencia. Porque es ausencia el cuerpo que no puede reconocerse. Quizás la oscuridad revele algo de eso llamado realidad, que desconocemos, pero por ello el horror: La carne entumecida por las tinieblas.
Prendo unas velas, varias, no me alcanza la luz de una sola: ¿Pero eso es luz? ¿Por qué la falta de la otra luz sigue doliendo? Agarro un libro: No me alcanza. Por unos momentos, me pierdo en las páginas, pero llega un momento en que algún crujido del cielo o suspiro del cemento me saca de la fantasía y me mete en otra fantasía, la de mi cabeza, y el pecho se me oprime, y las manos sudan, y se viene la ansiedad como una tormenta de arena, y las lágrimas que se pierden y no saben que están cayendo porque está muy oscuro. Tiro el libro. Prendo una tercer vela. Unas sombras empiezan a dibujarse en las paredes descascaradas, en el mueble que ni se usa, en mi frazada: Mi silueta es el resumen de todos mis pecados: No quiero ver, pero quiero luz. Atrapado inevitablemente en el horror de la ironía y la desesperación, cierro los ojos: Veo infiernos. Algo afuera aúlla. No es un perro. Nada es lo que era en la oscuridad. Bajo la cama escucho una ¿respiración?, la cama cruje, evito respirar, lo que respira bajo la cama serpentea sobre el suelo, se arrastra. Clavo los ojos en la llama de la vela. La llama me salva por unos momentos, pero luego se deforma, ya no es llama ni es luz: Es la tortura de la esperanza. Más ruidos, lo que estaba bajo la cama ahora camina por la habitación con dificultad, evito mirarlo. Se suman más ruidos, he dicho. Algo asoma por la ventana, no tengo idea de qué es, su ¿arbórea? silueta deforma la idea del instante, golpea el vidrio sin violencia, con la gentileza de alguien que pide ayuda. Del techo una mancha se hace ¿hombre? o gusano antropomorfo, creo que reza, o al menos cruza las manos suplicando. Voy a morir, las bestias de la oscuridad reclaman algo que no les puedo dar y esa desesperación va a matarme. Cierro los ojos para que lo inevitable llegue finalmente: En la oscuridad espero la muerte:
La luz vuelve. Me levanto de un salto, el corazón al galope. La noche ha vuelto a ser noche y el otoño es otra vez otoño. Yo soy yo, mi cuerpo está completo. Cierta alegría me recorre. Enciendo la computadora para hablar con alguien, ya que es tarde en la madrugada para una visita personal. El silencio es profundo. Nadie da señales de vida en la marea virtual. Me quedo sentado frente a una página en blanco. Solo. Pienso en la oscuridad. Pienso en ahora, la luz. La luz es solitaria, sólo nos hace visibles para que nos ignoren. La oscuridad es terrible y la detesto, pero la reclamo nuevamente. Al menos sus monstruos me necesitan.

10.6.15

El otro planeta

La nave apenas parecía moverse, parecía hamacarse en el gentil vacío del universo como un recién nacido en los brazos de la madre. El astronauta suprimió la gravedad y se dejó llevar con los ojos cerrados. Sonreía, por qué no hacerlo. Este era el viaje de la humanidad. El viaje que marcaría al ser humano para siempre, abstrayéndolo de su soledad intergaláctica y acercándolo a otra forma de vida perdida en las inmensidades de otra galaxia. Las señales enviadas por la sonda espacial H1U-III eran inconfundibles: Calor, cuerpos, seres moviéndose sobre el suelo de otro planeta desconocido. Algo nuevo, algo fuera del hueso de siempre, de la carne de siempre, de las costumbres de siempre, de las sociedades de siempre, de los sueños de siempre. Algo por lo que volver a vivir. Esa era su esperanza, por la cual no dudó un segundo en presentarse como voluntario para la hazaña. Mis padres muertos, mi hermano desaparecido, y sólo los resabios de amistades que alguna vez supieron mantenerme cuerdo. Pero eso no fue suficiente. Caminar por las calles de la ciudad y ver el círculo de la existencia era el asco materializado, el aburrimiento, la rutina. Es hora de un nuevo comienzo. ¿Y si fueran una especie agresiva? Al menos mi vida se irá en manos de algo novedoso, no la muerte de siempre, la muerte de la Tierra.
Así pensaba y sonreía. Sujetó la bandeja al arnés del traje y comió un poco la torta de cangrejo que alguien desconocido había preparado. Hasta la comida es impersonal en la tierra, pensó mientras masticaba. Si son una especie amigable, ¿con qué me invitarán a comer? Espero que sus dietas no sean fatales para el organismo humano, pero si lo son, moriré feliz, con la calma de la novedad. El silencio supremo del espacio ya era suficiente para descansar su espíritu adolecido. Miraba el vacío universal como miraba el horizonte de niño, creyendo que era una probabilidad de lo infinito, que nadie estaría allí jamás y que él, algún día, en sus aventuras, lo alcanzaría y compartiría esa felicidad con el mundo. Pero la mirada perdida del padre borracho en la arena, la mirada perdida de la madre hundida en un vórtice de depresión y locura, la inocencia del hermano ignorando al mundo y siendo el hombre que él hubiera querido ser... Nadie a quien le importara el horizonte, el infinito, sus aventuras...Y ahora estaba en esta nave, fuera de los límites de cualquier crédito que alguien le hubiera dado jamás, excepto quizás su ex esposa, ahora olvidada en los quehaceres de un nuevo matrimonio... ¿Ves por qué debes olvidar la tierra y vivir la novedad de la existencia o morir en ella? Un instante de esa novedad servirá para reemplazar millones de años de una humanidad circular. Sonrió otra vez, se sentía realmente bien.
El sonar lo despertó de su ligera siesta. Se acercaba al objetivo. Su corazón latía con más fuerza, con la fuerza de la alegría. Poco a poco un punto diminuto en la negrura de esa parte del universo se hizo visible. Este es, pensó, gritó, mentalmente. Poco a poco el punto se hizo planeta. Ahí está, dijo, y de pronto la alegría se le secó de un golpe. ¿Es la tierra?, se preguntó desesperado. Miró el planeta que ante él se mostraba como un pavo real en el apogeo de su esplendor: océanos, tierra, atmósfera, ¿Eso era un huracán? No puede ser, no pude haber regresado, este es el punto marcado... Comprobó mejor la superficie. No, no era la tierra. Los pedazos de continentes no estaban distribuidos de la misma forma. Entonces, pensó confundido, ¿No sólo es un planeta con nuevas formas de vida sino que también es perfectamente habitable para el ser humano? La alegría volvió a colmarlo. Adiós tierra, he encontrado mi nuevo hogar, pensó en una arrebato de la pasión. La nave se adentró. Estaba calentándose más de lo que debía, pero a él no le importó. Se metió en el módulo de mando, las partes de la nave iban desapareciendo y a la vez toda la belleza del nuevo planeta se iba abriendo como una herida. El cielo. Nubes. El blanco esplendor de lo que sería un mediodía o una media tarde. ¿Así que tienen un sol? ¿O son dos?, No, esa quizá sea su luna. Apenas tuvo tiempo de maravillarse por nada antes de que el módulo empezara a tornarse rojo. Activó el sistema del paracaídas y fue eyectado. Vio al módulo hundirse en las aguas antes de golpearse contra una arboleda y perder el conocimiento.
Despertó desesperado y sin poder respirar. No quedaba oxígeno en el tanque. Una muerte así no, por favor. En la desesperación se quitó el casco y lo arrojó lejos. Por unos momentos más creyó que estaba muriendo por asfixia hasta que abrió la boca y se tragó todo el aire del universo: Podía respirar con normalidad. Se calmó. Sentado en el suelo, levantó la vista. Ambiente tropical. Una selva. La flora era desconocida pero harto parecida a la de la tierra. O quizá era igual y él desconocía qué tipo de flora era. Colocó el pequeño sonar en el suelo, lo ajustó. Se quitó el traje. Se acercó a un tronco. Madera. Húmeda. Me recuerda a algo. No importa, este planeta. Nuevo. Un nuevo lugar donde vivir y morir sin la náusea de lo humano. Gritó. Un grito conquistador, de alegría. Un disparo atronador, que rompió la corteza del árbol, lo puso en su lugar y le heló los nervios. En un idioma perfectamente comprensible, igual al suyo, oyó a una voz gritar: Quién anda ahí. Luego ladridos de varios perros. Quizá por la sorpresa o  por el cansancio del viaje, se desmayó.
Cuando despertó estaba en una choza tropical. Acostado en un catre. Un perro lo olía, gruñendo de vez en cuando. Sentado en una silla, un monstruo con una escopeta lo vigilaba.
¿Dónde estoy? ¿Qué carajos es esto?, gritó incorporándose apenas.
Sh, dijo el monstruo. Las preguntas aquí las hago yo. ¿Qué haces gritando como un loco en mis parcelas?
¿Qué eres?, preguntó tan fascinado como horrorizado el astronauta.
Luego de un silencio, el monstruo rió. Perdón, dijo. Este es mi traje de caza, estarás creyendo que te atrapó un monstruo mitológico.
La piel del monstruo cayó y un ser humano, un simple ser humano, salió de ella. Ahora sí, dijo el cazador. Si no te gusta mi cara ya es problema tuyo. ¿Qué coño hacías en mis parcelas?
¿Estoy en la tierra? ¿Cómo pude equivocarme de ruta?, dijo el astronauta más para sí mismo que para el otro.
¿Tierra? Sí, tierra es lo que estás pisando. Bueno, relativamente. Estás acostado en mi catre. Qué carajo hacías gritando...
¿Estoy en la tierra?, Preguntó desesperado el astronauta.
A ver chico, dijo impaciente el cazador. Estás en -          - y son las -         - del día -         -., ok? ¿De dónde eres?
¿Qué son esos nombres? ¿Estoy en África?, el astronauta estaba a punto de desmayarse otra vez.
¿Qué es África? Muchacho, estoy cansado, mejor te reporto.
Espere, espere, espere. ¿Este es el planeta Tierra?
A ver... Este planeta se llama -       -, yo soy un ser humano como tú pero estoy un poco menos loco. ¿Acaso eres del planeta vecino?
¿Hay otro más?
Sí, está este planeta -      - y nuestros amigables vecinos de -       -.
No es la tierra, hay dos planetas distintos y habitables... ¿Por qué eres humano?
El cazador rió. ¿Por qué no? ¿O acaso es una pregunta filosófica? O acaso estás loco, déjame llamar a las autoridades, muchacho.
El astronauta no supo qué decir o hacer. Se quedó quieto mirando un punto vacío. Al rato llegaron unos hombres vestidos de... Esos uniformes denotan autoridad, ¿policía? Pero nunca he visto uniformes así. ¿Por qué si este es otro planeta ellos son humanos? ¿Por qué hablan mi idioma? 
Luego del inútil intercambio de palabras, ya que nadie entendía a nadie, el astronauta fue arrestado. Lo metieron en un automóvil. ¿Un automóvil? ¿Qué cojones? y fue trasladado a una central. Llegaron a la central, a la cual no le prestó atención, distraído por la ciudad: Sí, una ciudad, idéntica a las ciudades de la tierra, con tráfico y polución y ruido y transeúntes apurados y papeles en el suelo y comercios... Esto es imposible. Luego de ser interrogado fue absuelto dado que no se encontraron razones para arrestarlo. Era un loco más.
Ya en la calle, el astronauta, perdido en un lodazal de pensamientos, decidió que si este planeta estaba habitado por humanos, humanos con las mismas ideas y costumbres que los humanos de la tierra, debían de tener una biblioteca, o algo semejante. Preguntó a un oficial de ¿policía? quien le dio las indicaciones. Al llegar a la biblioteca se dirigió al sector de Historia. No era el planeta Tierra. Era -          -. Pero la historia era harto similar, la historia de la humanidad, la misma evolución, las misas revoluciones, las mismas... Era como el plagio de Roma a Grecia. Todo lo mismo con mínimas variantes en los nombres y en determinados hechos. Quizá atravesé un agujero de gusano y estoy en una realidad paralela. Sí, es lo más fiable. Salió afuera y empezó a caminar por las calles. Calles. La náusea de la rutina. El asco materializado.
Poco más se puede decir sobre la decepción del astronauta. De alguna forma, encontró un lugar en la sociedad, se acomodó y con el tiempo pudo dar a conocer su historia. Hubo muchos escépticos dentro de la comunidad de -       -, pero la idea del planeta Tierra causó revuelo en algunos otros. Se llevó a cabo una investigación. Pero el astronauta se desinteresó de todo ello. Se encomendó a la vida que nunca quiso, pero no tenía opciones y era demasiado cobarde para suicidarse. Conoció una mujer con la que se casó. Tuvo hijos. Envejeció y murió sin esperanzas, atormentado cada día de su vida por el horror existencial de que había formas de vida fuera de la Tierra, y que eran iguales. Su tumba ahora decora un desolado cementerio donde seres humanos desesperanzados van a llorarlo, en el otro planeta.

6.6.15

Todos los que mataron a la poesía III

"El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando a la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda actividad, se responde con el silencio del vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo."


Thomas Mann

1.6.15

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Burla. Ejecutor.-404 Error not found:
órgano inmenso del mar, órgano reproductor,
latente, creador de lunas negras, cigarra que llora:
Un paso o un diente de piano,
y la belleza la arrebata de su propia existencia:
Es ajena a sí misma por su hermosura, no se pertenece:
Galaxia, ion, fantasma o carne:
Expande, eclipse de la cordura,
estas palabras débiles, sufrientes,
hechas con manos temblorosas:
Mundo:
Mantén estas palabras en tu seno,
estas palabras,
que quieren ser pero no pueden
porque el lector conoce su significado y su límite.

Esto es la poesía,
y el lector debe decidir:
ser algo parecido a la vida
o la muerte.

30.5.15

Las grandes prisiones

En mis escritos jamás me verán condescendiendo a nadie; mi propósito es hablar sobre lo más cercano a la verdad, pero la gente detesta que la verdad les sea sugerida: No pueden aceptar ser insignificantes:

 quedan avisados los pocos que habiendo visto el abismo de mis palabras se siguen arrojando a él: 

No acepten la esperanza, desesperen siempre, o serán condenados a una vida de ceguera y conformismo. La esperanza y la felicidad son los grandes males de este siglo: Las grandes prisiones: 

Allí, allí donde el mundo te quiere, aleteando, moribundo: Su gran jaula sin límites. 

29.5.15

Ni uno más

Conocí a mis padres cuando se estaban muriendo
mientras hacían el amor:
No hay zona del cerebro que no se haya infectado con la idea del siglo nuevo como un parricidio invertido, no hay idea del siglo porque todos al despertar, cada día, a cada hora, vemos eso, nuestros padres muriendo mientras hacen el amor:
¿Cómo se complementan los dolores y los vicios de un siglo alcantarilla? Y recién ha nacido, viendo a sus padres...
Es el síndrome de este siglo, es el síndrome de los hijos de este siglo, partidos al medio por sus padres mitades de siglos pasados, una polarización de la importancia, la voluntad, la razón de ser, la voluntad de la razón, el ser de la voluntad, y todas esas teorías crafteadas en los salones de belleza de los in-telectuales:
Hay un agujero en mi poesía, o en mi estómago, como un balazo el hambre pasa, se queda, la bala que no sale, y me desangro sobre vírgenes páginas blancas, sin culpa ni pecado, violadas por mi accidente: ¿Accidente es existencia? ¿Es causa? ¿Pregunta es si se ignora? Yo sigo siendo cuando soy olvidado todas las noches por
este siglo que amanece triste todas las mañanas
porque la noche anterior vio a sus padres muriendo mientras hacían el amor.
Y nosotros, los hijos de los padres de los hijos de los abuelos sin padres, que levantamos murales con mensajes de una amenaza sosegada:

NI

UNO

MÁS

¿Oyeron eso, bestias del desierto, bestias que se ocultan en la oscuridad? Porque para acabar con al violencia (aquí me vuelvo maoísta) hay que llevar a cabo una violencia definitiva: "La última violencia". ¿Pero no es, acaso, la misma promesa que nos hacemos todas las noches, esa que permanece eterna porque se cree cumplida para nuestro gregario ego?

Hoy he juzgado, y este juicio es creador de conciencia. El ser humano, para seguir existiendo, se necesita como juez de los acontecimientos, cuando él mismo es un error de la naturaleza, y la naturaleza es un error del caos:

Eludo luego existo. Yo, en cambio, propongo la desaparición de la conciencia humana: Ni uno más

 ¿Pero qué es el humano, al final del cuento?

He aquí la paradoja de una pregunta que no sabe que existe.
Existir es violencia.

La humanidad cae como la guillotina sobre la gran conciencia del siglo, pero... ¿Cuál de los dos es el condenado?

25.5.15

¿Quién carajo se creen que somos?

Una caravana en un país de polvo. Un país de polvo en una caravana: Llevan a un niño enfermo, al último niño de la aldea. Va a morir, todos lo saben. Han pasado por todos los médicos y curanderos y brujas desperdigados en el camino: Todos dijeron: Es un niño muerto. Pero la madre se resiente. Y como es una mujer bien respetada en la aldea, convence a la gente para que la ayude a llevar al niño ante el único que puede salvarlo:
Dios.
Pero... ¿Qué dios?
El tuyo, el mío, el de todos, cualquiera.
Cómo sabe que es dios, entonces.
Ahí está el camino de vuelta, señor. Si va a quejarse y no ayudar, ahí está.
Los dientes muerden minúsculo polvo. La piel es como manteca, el sol implacable se aprieta contra el pecho desnudo del cielo. El sol como un padre furioso aplastando la tierra. Todos caminan mecánicamente: Detenerse a estas alturas sería morir. Cardos, arañas colosales y reptiles mitológicos cruzan el camino. También la muerte acompaña el carro donde reposa el futuro muerto. Mira a veces de costado el rostro pálido y empapado del niño. Sus ojeras. A veces la muerte se arrepiente de ser ella.
¿Podrías dejarlo con nosotros?, pregunta la madre sin mirar a la muerte, con una determinación férrea, aplastando la arena bajo sus pisadas.
Podría, contesta la muerte. Pero el muchacho estaría en este estado por siempre. Si no tienen una cura es inútil. ¿Acaso quieres que tu hijo...?
Bah, bufa la madre mientras se seca la frente. Sabía que pedirte algo era inútil.
Siempre lo es, sonrió la muerte. Luego sacó un trozo de papel con el cual abanicarse.
¿Dios nos ayudará?, pregunta la madre, esta vez bajando un poco la cabeza ante un hilo de luz que casi la deja ciega.
Probablemente, contestó la muerte. Quiero decir, no hay razón por la cual no haría nada.
¿Cómo sabes que es dios?
¿Cómo sabes que soy la muerte?
Ambas callaron. Un remolino rojo se levantó en medio de la caravana, haciendo que todos se taparan el rostro. El carro traqueteaba. Los caballos tiraban. El pelaje de los caballos como césped negro. Más allá las dunas, ciegas, duras. Las dunas calladas. El camino serpenteaba sin quererlo, sólo lo hacía. Porque era camino y no voluntad. Y en él millones de años reposaban.
Momento, dijo uno de los que iba delante.
No podemos parar, dijo otro.
No podemos dejar de caminar, no ahora, dijo otro.
Pero... Balbuceó el que iba delante de todos. Hay alguien enterrado aquí.
No podemos detenernos, dijeron cuatro o diez más.
Del suelo salían unos dedos morados, abiertos en algunos lugares donde las hormigas león empezaban a trabajar. ¿De quién serían esos dedos? ¿Habrá sido alguien feliz? ¿Alguien miserable? ¿Lo habré conocido? ¿Por qué sólo puedo ver sus dedos? Muchas preguntas atormentaron al que iba delante, que por preguntar se detuvo unos instantes y acabó al final de la caravana. ¿Habrá sido alguien?
Un cactus saguaro se elevaba al costado del camino. El camino que no era voluntad. Todos estaban sedientos, a pesar de que había aún algo de agua en una tinaja que había pertenecido a Diógenes. Algunos mascaban resina o piedras. Pero la visión del cactus y la idea del faro. ¿Qué faro se compara con el grande de nuestras costas? Y nuestras costas están lejos. Así pensó uno de los hombres y casi se ahoga con la piedra negra esférica que mascaba. Tuvo que correr por un trago de agua.
Mujer, esta gente va a morir por un niño que está muerto, dijo la muerte.
No está muerto y esta gente no va a morir, dijo la mujer con la voz quebrada por el polvo en las cuerdas vocales.
De quien la muerte está segura es un muerto.
Dices tú.
Quién más.
Ahí está el camino de vuelta, gritó la mujer mientras alargaba un brazo hacia ninguna parte. ¡El niño vivirá te guste o no!
El rugido último hizo que el desierto se sintiera incómodo, por lo que el sol bajó un poco y el día dio paso a la tarde. Las sombras empezaban a coagularse y a parecerse a la sangre. Los rostros tenían unos quince años más de lo que tenían al salir de la aldea. Los huesos de animales muertos brillaban al costado del camino sin voluntad con fuerza carmesí.
Divisaron una casucha. Era la casa de...
Todos se detuvieron a la entrada. Algunos se arrojaron al suelo para abrazar la negra arena. Otros quedaron expectantes. La mujer llamó a la puerta gentilmente, pero aludiendo urgencia. Un viento vacío se levantó de pronto y ahogó algunos sonidos. Golpear otra vez. La puerta se abrió. Un hombre desnudo salió a atenderlos. Nada más para describir que resaltara, y ni siquiera el estado de desnudez era algo para resaltar, pero ahí está.
Qué, dijo con una voz firme y ronca.
Mi hijo, dijo la mujer.
Qué pasa con su hijo.
Va a morir.
Eso no es una novedad.
No la juegue de divertido, compórtese como quien es.
¿Y quién soy?
¿Vamos a jugar a esto mientras mi hijo se muere?
Por lo que veo aquí, todos se están muriendo. Mujer sin modales, por favor, salga de mi propiedad. Acabo de despertarme de mi siesta y estoy de mal humor.
La mujer se abalanzó sobre el hombre. Este le dio vuelta la cara de un puñetazo, entró a la casa y volvió a salir con un rifle. Disparó al azar y mató a uno de los hombres que se había dormido. La madre, horrorizada, gritó.
¡¿Qué hace?!
Si no se van vuelvo a disparar. Tengo balas para matarlos a todos.
La caravana se disolvió, y de repente sólo quedaban la madre, el carro con el hijo y la muerte sentada junto a éste. La madre en el suelo se inclinó y lloró, y la arena se le pegó al rostro, y cuando lo levantó era una mujer de arena.
Por favor, suplicó. Por favor.
La fría boca del rifle se apoyó en su frente. Una marea negra le colmó las arterias y el mundo se hizo menos material. No supo cómo, pero logró desviar el rumbo del rifle, y abalanzarse sobre el hombre. Lucharon en la arena unos segundos. La mujer mordió la mejilla del hombre hasta que la arrancó. La arena estaba incómoda con tanta sangre. El hombre soltó el rifle y largó un penoso alarido de dolor. Cuando pudo centrarse un poco más, la madre le apuntaba con el rifle. Tenía los ojos del atardecer muerto.
Ahora, a salvar a mi hijo, dijo la madre con un gesto incomprensible.
Y yo que pensé que en este desierto tendría algo de paz. ¿Por quién me has confundido, mujer?, dijo el hombre mientras trataba de detener la hemorragia de su rostro.
No más juegos. Mi hijo.
No sé a qué te refieres con juegos. Yo sólo puedo hablar la verdad, pero me has confundido. Yo... Bah, al carajo tú y tu hijo. Como dije antes, todos están muriendo. Retrasa lo inevitable, me da lo mismo. Dispara, carajo.
El disparo retumbó en el estómago de la bóveda celestial, que en respuesta se ennegreció y luego brilló con unos relámpagos cruzando su rostro.
La mujer respira con dificultad, por unos momentos cree que va a asfixiarse. El rifle yace en el suelo rojo, junto con el cuerpo de ese hombre. Lo inevitable. Dios. Muerte. Vida. Otra vez la marea negra. Si dios hubiese enfurecido el rostro de esa mujer hubiese sido su insignia. Tomó el rifle nuevamente entre sus manos y se dirigió al carro. La muerte la miró sorprendida.
¿En serio?, preguntó. Imbécil, todos ustedes: Haz lo que quieras, todos serán puestos en su lugar, pues el tiempo todo lo devora.
Dioses, reyes, dijo la mujer, seres superiores, siempre superiores, todos en su trono mirándonos con desprecio. Nosotros nos arrastramos por la tierra para su diversión. Bueno, tengo algo que decirles: ¡¿Quién carajo se creen que somos?!
El rugido seguido por el disparo. El cuerpo de la muerte rodando por las negras dunas. Una madre y su hijo en un carro en medio de un desierto que no existe. La noche no tardó en llegar. Era fría, como acero invisible cortando por todas partes, como lobos mordiendo el hueso. La noche se cerró en un vórtice negro.
El niño murió a horas de lo acontecido. La madre usó el último cartucho que encontró para volarse la cabeza.

El desierto desapareció y se volvió página en blanco.  


23.5.15

Entrada: Ataque de pánico

Un hombre al umbral de la muerte, dice que no hay deseo final,
pues el deseo es aquello que el hombre es, y la muerte es la que hace dejar de ser:
Esto es una teoría, y la muerte no la comprende.

Claro que para cambiar las cosas hay que redefinir el término "cosa". ¿O es el de cambiar?
Si le cambiamos el sentido a cambiar:
Paradoja existencial.

Una nube es más dañina que la gripe,
porque en ella se aloja la esperanza,
cuando alguien desea que llueva en un jueves amargo.
Donde se aloja la esperanza:
La hoguera de la razón. 

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7... ¿Qué cambia si sigue un 0?


quisiera ser salvado, como todo ignorante suelto por ahí, como todo el mundo, salvado: Esto confirma nuestra condición de náufragos en el mar de la existencia, y nuestra completa ignorancia sobre lo que significa el color mar.

15.5.15

La teoría del espejo III

El concepto de nuestros días se basa en la asociación merecimiento-polarización. Todos merecen (o no) lo que tienen porque, sea del polo negativo o el positivo, uno es uno, sea, uno es el eje del mundo: Cada persona vive, en este mundo de realidades ontológicas, su propio cuento de hadas o de horrores, creando una tercera o cuarta realidad donde el propio yo es distinguido, con honores o autocompasión, como la piedra angular de la quinta o sexta realidad, la justa o injusta, la que nos pertenece o no, la que no somos: Basta ver letreros inscritos con obviedades bajo los cuales todos son el lado víctima y el resto del mundo es la escoria: Mas luego se está de acuerdo si alguien comenta que se siente igual: Es decir, somos la realidad de los espejos, donde los otros son nuestro reflejo, pero lo odiamos como nos odiamos en el espejo, o lo amamos como lo amamos en el espejo: Nuestros días son los días del centro del mundo encajado en una existencia posible, y no la existencia que es: La vida singular, en lugar de ser, sucede: Somos seres circunstanciales si las circunstancias son nuestra proyección, ya sea que esta proyección alimente el motor egocéntrico con antagonismo o heterogeneidad: Como he dicho, en nuestros días no existimos, somos una posibilidad del concepto que tenemos de nosotros mismos.

Pero todos los espejos se rompen.

13.5.15

La teoría del espejo II

Esta poesía ya no sirve, hay que inventar una nueva forma, y si, tristemente, no se puede, lavarle un poco la cara, para que al verla por la mañana no parezca tan triste y vacía de sí misma. Su forma egoísta, su forma de objeto, su casualización, su forma de eco, su patética forma de querer revivir muertos, su anquilosada osamenta en los pasillos de gente arcaica que cree vivir en otra historia, en las cavernas donde van a parar hombres sin ideología: Si no hay nada que se pueda hacer para renovarla, hay que darle entonces un espejo, para que se horrorice de sí misma y desaparezca. Esto que escribo ya no sirve.

6.5.15

Festín del cielo

La lanza de Longinus en mi costado,
el costado que está ausente:
Si todo regresa a la nada, la nada es una forma de gula:
Todo lo que existe se revuelve en tormentas de espadas,
pólvora, ajenjo o milagros:
Y regresa a la nada:
Y el costado presente, lleno de moretones y cucarachas,
de viento norte doblado como una serpiente:
Bellas las cunas de roble donde se hamaca
el rubio amanecer, riela sobre el mundo la hojarasca:
Duerme lejos del ser, la tumba del pasado,
la siega donde todos ruinaban la trilla
por un rizo de la nívea muerte:
Sus pechos de barro y leche temblando
entre las manos de los segadores y los dioses:
Y ella se encarga del todo, lo revienta, toro de mil cabezas,
deseos de ormolu salpicando el banquete final:
Mis dos costados se muerden, sangran viento, vino, agua:
Sangran tiempo:
Tiempo que regresa a la nada,
todo que regresa al todo, la nada; yace rósea esperanza en tu lecho:
Exhausta la nada del festín, marca el norte y nos vomita:
A todos nosotros,
vómito de la nada.

28.4.15

El militante

La historia, esa viuda hipócrita que bebe té
con gordas sacerdotisas de la lengua y no se inmuta,
ha perdonado a Pound por seguir a Benito, a Grass su juventud rota,
ha ejecutado a Lorca por rojo, ha encerrado 15 años a Holan,
mis jóvenes contemporáneos son abandonados a seguir banderas ajenas;
Como gotas cayendo sobre los dientes de un piano podría contarlos
a todos ellos, escritores, militantes, al final resta la historia:
¿Me perdonará a mí, que milito al lado de la muerte?
La dictadora suprema, la que todo lo reina,
y sin embargo, su tarea es dolorosa,
teniendo que quitar a veces un niño de sus padres,
o un abuelo de sus nietos:
La he visto sentada, con la frente arrugada y la espalda erguida:
Cual dios orgulloso no deja caer una sola lágrima,
pero a veces, al apretar su mano, yo, arrodillado a sus pies,
siento el latido del mundo y el vacío del miedo:
Le pregunto si su cordura tambalea, o si está cansada de dictar
la imagen real de los hombres ante ojos de los hombres:
Sonríe amarga y aprieta mi mano:
"Sólo temo lo que sucederá cuando nadie quede sobre la tierra,
y mi mandato sea inútil, y la soledad eterna":
Comprendo mi futilidad y su destino de reina estéril,
y le digo que estaré con ella para siempre:

pero hasta lo eterno tiene algo para dejar caer.

Grieta en el muro

Luego del silencio necesario, húmedo de muerte,
oloroso a muerte, morado de muerte,
rasgo las teclas del piano que Francia dejó entre mis telarañas:
Eco de vida, nieve que cae y se derriba sobre el loto,
amante diagonal y sangrante, tecla negra, bemol, 1, 2, 1, 1;
Campana fuiste en mi lecho, riela, flor de en el intestino del amor:
No existes y sin embargo te compones
de los miles de cuerpos que poetas arrojan día a día:
Esos cadáveres están hinchados y una extraña flora sale de sus hinchados rostros:
Poemas muertos, poetas asesinos, que dejan el crimen
en evidencia, día a día, bemol a bemol, feria a feria, lectura a lectura;
Alejandro, conquista, ven, mira el fracaso en un segundo de lengua:
Tu biblioteca ha muerto y sin embargo de su recuerdo
abril se hace día a día más negro, como un zafiro triste;
Sobrevive la impotencia, y de ella nacen más poemas:
mas ya llevaban la muerte en el vientre de la madre:
Filas de hormigas que veo pasar bajo mi sombra vertical y suicida,
campana ven y yace conmigo al alba,
tañe, oh flor de caballo, tu sentencia de mediodía:
Mi pecho se cierra como una ostra, comprime todos los vientos,
la mucosa del tiempo y espacio, me ahoga con alegría,
quiere mi palabra y la muerte,
quiere mi espada y mi malla;
mi muerte quiere este poema para escribirse
y matar a quien lo lea.

3.4.15

La chica que se borraba con el viento

La rosa del olvido partida como una manzana,
como un diente viejo y triste:
Ella se columpia en la hamaca, junto al árbol de naranjas,
sin saber que el viento viene, implacable,
para llevarse su sonrisa:
Está siempre vestida de árboles y laberintos,
ayahuasca le corre en los nervios, magma cae cuando llora:
Es la promesa y la traición
de los marineros que se olvidan de la muerte en el mar
y se casan con la sal del tiempo y el juramento del horizonte:
Miasma, aplacada la tormenta, fugitiva del rayo:
Fuego que se revienta en estrellas que se revientan en deseos
que se revientan en neón, clavado donde está la vida artificial:
Insoportable el sudor del día
le cae por la frente, denso como el miedo,
frío como la ausencia:
Ella es la genética del mundo, el instinto de los animales,
es el norte de los muertos y la cruz de los vivos:
Se hamaca sin saber que el viento viene
para comerse su sonrisa:
Como yo cuando la observaba
en tardes de cerezos que se caían de locura,
en tardes de soles escapando de mi sombra:
Y es el viento lo que se escribe,
pero es también lo que viene a borrarlo:
Y es ella el viento:

Quien hubiera estacado mis manos con un clavo de hierro, dios mío,
antes de que se moviera para fusilarse con la poesía:
Solo ella queda, que es el viento.

1.4.15

En la habitación vacía

Estoy en la habitación vacía. No hay nada aquí. Por su única ventana
entra la luz cobriza del atardecer. Mi sombra se estira sobre el suelo
y trepa la pared. Estoy solo en esta habitación. Nadie entra. Nadie sale.
Miro por la ventana: El mundo está vacío también. Nada se mueve. Apenas
unos grandes pastizales que el viento mueve con pereza. Siempre es la misma hora. El sol está clavado en su lugar. Nada se mueve. Mi sombra trepa la pared.
No puedo recordar haber conocido a nadie. Nadie viene a tocar la puerta.
Miro los grandes pastizales, moviéndose con pereza al son del viento.
Estoy sentado en medio de la habitación vacía que está en el medio
del mundo vacío. No hay nada aquí. No hay otra sombra deformando mi sombra, ni la muerte viene a amenazarme. Sólo están mis pensamientos, pero no pueden ser más que sobre esto, y quizá algo sobre la tristeza que inexplicablemente me causa el pasto tan descuidado. Pero nada más. No hay nada aquí. Nada se mueve. Yo tampoco. Sentado en medio de la habitación vacía en el medio del mundo vacío. Susurro. Es el viento. Susurro. Lo más parecido a una caricia. El viento. La caricia de Dios sobre la tierra. Dios. Dios. No hay nada aquí. Nada se mueve. Ni siquiera Dios. A lo lejos la línea del horizonte sobre la llanura se afila como el destino. Dice "Aquí todo termina". Dice "No hay fin porque no hay principio". Dice "Nada puede decirse sin estar equivocado y tener razón absoluta al mismo tiempo". Dice "Alguien una vez te amó, y observaste cómo su figura se desvanecía en mí." Alguien. Alguien. Aquí no hay nada. Nada se mueve. Ni siquiera el recuerdo. Ni el amor. Es el viento el que habla. Yo estoy en ningún lugar. Aquí. Esperando. A nadie. Pero mi sombra trepa por la pared eternamente. Esperando a quien deforme mi sombra. Aquí no hay nada. Nada se mueve. Aquí estoy esperando sin ser mío. Sentado en el medio de la habitación vacía en el medio del mundo vacío.