29.4.14

Imagine a una mujer golpeada


                                                                                     A las víctimas de violencia de género
Imagine, lector, a una mujer golpeada:
Derramada en el suelo como agua muerta,
el rostro duro bajo la agrietada máscara de sangre,
los labios inflados como moras frescas,
la lengua sopesando dientes derrotados,
los ojos como lunas vacuas bajo la noche de los párpados,
el cabello hirsuto y fútil como mala cosecha,
en el cuerpo los huesos sonando,
sonando como en una casa vieja:
Ahora que lo ha imaginado, lector, dígame:
¿Por qué ha golpeado a esta mujer?
Pues si este poema le ha parecido una barbarie,
rúmielo, lector querido,
pues el pensamiento es el primer puño

con el que lucha la víctima.

Cuatro y algo de la madrugada

¿Por qué me siento tan pálido
y de pronto, en un golpe de viento,
elevo la cabeza
para silenciar a los jardines?

¿Qué es lo que nos da tanta muerte
si los osarios se desdoblan
y los gallinazos caen
como lágrimas hacia el cielo?

¿Qué ocaso es este
que despierta tu belleza
y al iluminarte el sol
se levanta tu ausencia?

Son las cuatro, cuatro y algo de la madrugada
y la noche no existe.


25.4.14

Nosotros, irreal, sinsentido

Busco no ser en la palabra:
El hombre ha sabido, y sabe, que nada hay para decir,
que es mejor callar, y ha inventado la escritura:
Esguince en la roca, páramo de tinta:
Es mi existencia o su negación que la afirma:
Rotas carlancas de damas blancas y azules
se amontonan en el pensamiento:
Como el mosquito en el oído,
diciendo secretos que solo conoce la noche:
El universo es parido esta noche mil veces en los hospitales:
Lloran las agujas y las madres:
Todos los días la misma hora a la misma hora es el mismo día:
Y me escuece la tristeza y el tabaco,
y me trepan las arañas y las lágrimas,
invertidas de tanto dolor:
Estiro ahora la mano, la carne cruje, y soy
quien esto escribe
pero apenas para ser otro:
Quizás quien me lee,

leyéndome sin haber escrito esta página. 

23.4.14

Nuestros días se terminaron

Lo recuerdo ahora, lector, de noche y sin dedos:
Había ginebra bailando en sus ojos de borracho iluminado,
y un recuerdo oloroso de la feria en sus arrugas:
Y se fue,
y recuerdo que había un perro que comía hojas,
harto no de la carne sino de lo rojo,
y daba vueltas alrededor de la tierra,
oscureciendo a veces su simetría de madre triste:
Y una madre, recuerdo, muerta en la sopa
que ella misma sirvió en cazuelas de barro,
apretando las tetas para sacar el caldo:
Había un cristo violeta sobre hielo de papel,
abandonado, aguijoneado por las lanzas
de los niños que salían del colegio Sagrado Corazón
a las cinco de la tarde y algunas estaciones:
Recuerdo el dolor en la retina, viéndote eterna:
Belleza, hojas te temblaban en la alegría,
y pasabas los labios como lágrimas por mi cara:
Tu certeza era la del río,
que nunca pasa ni llega, que siempre es río:
Pero recuerdo tus raíces yendo a gris
en una montaña de fotos donde sonreían las cenizas:
 En el pensamiento todo se ve perfecto:
 Recuperación de la idea y pérdida de la palabra:
 En el arte todo se ve exagerado:
Recuperación de la palabra y pérdida del presente:
En la vida todo se ve vivo:
Pérdida de la palabra y recuperación del olvido:
Hay cielo y círculo, azufre en las uñas,
cierto temor a la conciencia y conciencia de la duda:
Hay fuego que viene y se come el almuerzo,
hay fuego que viene y es lo que incendia:
Capricho de señorita, bajo estatuas al mediodía:
Lo realmente vivo me abandona
y el dolor de la piedra se me ata al hueso:
Nudo de la palabra, fin de la acción,
principio de lo relativo:
Pero no hay nada ya, todo bajo el cielo se duerme:
Ya ni recuerdo que termino:
Lector, le pido algo:
Es usted consciente de que nuestros días se terminaron:
Le pido que al terminar, queme esta hoja
y sea usted el último poema que viva.

21.4.14

Lobera


A Sandra Figueroa

Doblegado bajo el hambre y los hipnóticos,
oí tu voz de papel, tu voz que tinta chorreaba
por cada orificio del teléfono:
Fui espíritu entonces, y te recorrí como a lo desconocido:
Aquí hay olor a estaciones, hiede a carriles,
la casa retumba de pecados mientras asciende el tren análogo:
Yace bajo la losa una historia de familia y arte,
de torsiones mecánicas en la merienda y el luto,
de pictóricas agallas y úteros guerreros:
Yace el arco partido y el autómata,
yace doblada la familia en frascos rotos:
Hay en las paredes manchas genéticas, y en ellas la gracia:
Desde el sur al centro te fuerzas por escalar
una corona de barbitúricos y fantasmas:
Sobre ella reinas, esclava del acento y el piano,
bajo tu silueta de matriz indomable,
orquídea de extramuros:
Has sabido dedicar cada hora a cada rozo,
reventar cada palabra en cada órgano, y las has regalado:
¿Has visto, querida, que uno dedica vida?
Y es el tiempo, devorador de epístolas e imperios,
y su dolor que va arrinconando la vida:
Pero, loba pájaro, esta pérdida de vida nos ahorra muerte:
¿Te has visto llorando en el espejo?

Somos los regaladores de entelequias, los faunos
de ajenos óleos:
Al escribir uno dedica, alma, alma mía,
y en el epígrafe tapa con sangre un nombre:
Has regalado un poema:
Y es que, ¿cabe duda alguna?, esa persona es el poema:
Pero, rauda, bestia inquieta, secreción sureña:

¿Qué somos nosotros para el poema?  

20.4.14

La pesadilla

Cuerpos, todos y cada uno, rellenos de sangre y grasa, propósitos, habilidades, deficiencias:
El mío es nada, pero existe por sí mismo, es un vacío consciente,
y no puede ser contenido ni llenado:
Es una existencia irrelevante que se entrega al mundo en un acto novelesco y humillante:
La rosa es más roja mientras más viva está, 
la contemplan leones de arquitectura pobre, dueños de todo lo que reina la tierra:
Pues es la humillación el acto catártico más grande para un miserable: Despierta, simultáneamente,
el horror en el otro (algo que el otro ya tenía) y la empatia por tan horrible destino:
Hay hadas en los dientes de la princesa Vólkova, agacha la cabeza, llora:
Ha visto a un zar, un pobre zar mendigando amor en las dragoniles calles:
El proceso de ser es irreversible. Aquí no hay contestación. Pero el problema:
Ser es, de hecho, el mero hecho de existir, no es la esencia, es sus consecuencias:
Responsabilizarse de estas consecuencias es el acto de humanizarse, esto es, dotar a la no-realidad de sentido.
Y era Nagasaki o San Petersburgo o Ljbuljana, la idea de ser, de partirse, 
de no ser propio de uno mismo sino de varios yo, repartidos como la suerte en el polvo:
Hay que reconocer que esto escandaliza al humano, quiero decir, la realidad, no esta dotada superficialidad,
es su misma naturaleza: Se actúa constantemente en negación a la realidad: Hablemos de animalidad,
asesinatos, incesto, pedofilia, torturas: Brutalidad, dirían algunos. Estos "pecados": Vamos, lo escandaliza su propia desnudez ante los hechos:
Pastando está Ngowa, la negra, la de brea, la criada que el amo plantó
una noche entre la profundidad de los trigales: Un lobo lloró esa noche.
Esta desnudez ante los hechos, qué es... Digamos que es lo que hace constar a la realidad, que la realidad no es ese momento de dolor, escándalo o desdicha ante el muerto: Lo real es el muerto mismo.
¿Quién te llora, Negro, ahora que es de noche, y Buenos Aires se murió con vos?
Ni yo derramo una lágrima, querido: Hay mate, y un perro que te espera
mientras se muere: Plata en la respiración, niebla, y tu ausencia...
Se puede decir que la realidad es aquello que el individuo quiere ignorar. Mientras más se rechaza, más irreal se vuelven ambas partes: La idea humanizada del ser y el hecho desnudo.
Juro que eran dos: Un sueño se abría en otro, y yo no estaba despierta:
Hacer el amor con un pirata en la isla Tortuga y con un ingeniero del siglo XX en Brescia
no pueden ser un mismo sueño: Son dos sueños copulando, engendrando mi soledad:
El hecho (la realidad) es irrevocable, inmutable, constante:
La idea (el ser) es revocable, cambiante, variable:
Pero, qué se gana aceptando que vivimos para ignorar una realidad: Nada. En cambio, con el juego de las ilusiones y la esperanza se consigue ensamblar un sistema que, aunque pretende ignorar la realidad, inconscientemente la acepta: Esto es la supervivencia.
Esta noche no hay comida. Hay tristeza y articulaciones hinchadas. Hay ojos con fiebre.
Hay locura, o su borde, hay cucarachas: Miré alrededor y me di cuenta
de que había más poetas que cucarachas.
Todo acto humano está propulsado por la negación al exterminio en la forma de la realidad: Es sobrevivir el hecho, y esto es sobrevivir a lo que somos.

17.4.14

El hermano


A Alan

I
Harto del hambre y la poesía, el hombre llora:
Hay una cellisca de silicio cayendo lenta sobre los cristales
ya casi rotos de la cámara que nada filma:
Rueda sobre cuerpos grasos, rueda sobre el asco, 
su raíl es el de la duda, su guión es mudo:
Blancos caen los recuerdos del padre 
y su oreado diente falso, sus mates sin fondo, 
mi hermano sufre en las esquirlas del trigo,
el silencio exterior de la esperanza:
Querido, este lodazal de existencia es aún nuestro,
no lo hemos perdido reventadas aún las otoñales gracias:
Si morimos es porque ignoramos,
si vivimos es porque morimos:
No hay prisa en esta muerte de vivir,
hay tiempo de hierro y luz, de leche y plumas,
nuestro tiempo es el de la sangre:
Y esta corre en relojes
que se cierran al caer las primeras hojas.



II
Hermano, yo te quise hecho dios:
Hoy te quiero hecho nada, reducido,
humillado, sufriente, cristo e inútil:
Si hay pesar es porque yo te quiero en él,
si la muñeca se te quiebra en la vigilia
de la violada gnosis social, su noche y tarde y día,
es porque esos huesos sin formarse,
esos que besos en la negrura, que tiemblan en mis nervios,
esos huesos articulan el cuerpo del amor:
Si callo en las llagas de tu cuerpo
es porque existo en el dolor
y es inútil toda palabra, todo abrazo:
Grietas en la roja montaña, Iguazú,
ese sueño como otros que desconocemos,
porque ni los sueños nos pertenecen,
o acaso se hayan muerto ya de hambre:
Hermano, te quiero nada, te amo en el polvo,
te adoro cuando la noche es más negra,
en tus huesos, suaves vestigios de un mundo
modulado por la belleza de tu sonrisa
cuando la música se come pájaros en la luz.


 III

Latas de arvejas, telarañas verdes, arpas rígidas:
Es el atardecer, tren sin pasajeros, parada sin rieles:
Línea paralela, destino de ballena, azar de neón:
Es la noche, música sin notas, notas sin dientes:
Rebeldía de alambre, parques frugales, calles ígneas:
Es la tarde, tierra sin promesas, polvo en el ojo:
Oro de pan, café herido, misas de sangre:
Es la mañana, cabello que yace, tristeza castaña:
Pequeño como el sol cuando llora,
infectado de sombras y bemoles, dulce sólo en la boca:
Rareza de lenguajes, todos los mismos los mismos en nada:
Conciencia prima, dedos blandos, certeza de muerte:
Es el día, hijo que parimos, hermano,
con la cópula de los silencios:
Es quien nos cuidará cuando el último lecho nos llame:
Ámalo, ámalo hermano,
que yo estaré cubierto de tierra y pelos,
y será el día quien te cubrirá con su manta
y te romperá la tristeza en el olvido de toda poesía,
te hará día en una ejecución feliz:
Así podré visitarte, siempre con palabras en las manos
y flores entre los dientes y gracia en el pelo ralo:
Todas las mañanas, los atardeceres, las noches y los días
no serán esas palabras que nadie entiende,

serás tú, hermano.

16.4.14

La salida

Los que bajo el gas otoñal claman, derrota a derrota,
una señal angélica y oxidada del vórtice vivo, la montaña herida
de cada vanidad que se doblega en el hollín de la nulidad,
los alegatos áureos llenos de poetas, los magnos,
los que execran con la mano y se elevan preciosos,
sin saber que sus entrañas están vacías y sus fruslerías
llenas de polvo:
La estrella proterva del infeliz come lienzos y escarpines,
allí abajo también se inclinan los verdugos
por un pedazo de cuerpo, un trozo de lógica:
Se amontonan sobre la marea de cadáveres,
como nosotros, que paseamos los florales collados
y revertimos la imparcialidad de los muertos:
Los que saben del norte, del cuadrante nómada,
del sur escaldado, este y oeste desvanecidos,
los que abren puertas, una tras otra, en el gris y en la ausencia:
Todos corren y escapan, pues la existencia se quema:
Todos buscan una salida,
un escape de la rabia, de lo real, lo que es: 
Pero al encontrarla
es solo que han salido

por una nueva entrada. 

12.4.14

El descenso

Bajo por el útero del tiempo,
hacia las reversas estaciones,
la gruta del honor donde yacen consumidos héroes:
Bajo hacia la piedra y su lomo,
ruedo en su espina y rasuro sus miembros:
Rueda hacia arriba, canto devorado, de pluma muerta:
Bajo como el día al amanecer muerto,
que cae como el grito de Roma en fuego,
cayendo inversamente hacia lo inmortal:
Bajo por los bejucos del conciente,
lo mudo, la carcasa de diccionarios que protegen
el equilibrio de las fronteras:
Bajo como el final, fuego recíproco,
agua recta, evolución de la noche:
Reviento en la caída sobre el último páramo,
allí donde sin paciencia espera usted
que el tiempo se frene y arranque las horas de su cara:

Ha ido, lector, leyendo esto, de arriba hacia abajo,
no sólo ha descendido su dedo o su mirada,
ha visto también mi descenso:
Pero, lector, déjeme hacerle una pregunta:
¿Cómo sabe usted que esto es un poema

y no una trampa? 

9.4.14

El cuerpo sueña el sueño

Sueño con tu pelo de caballo, tu pelo roto,
tus ojos de latón y hortalizas, tus dedos de concordancia,
sueño tus labios de arrebato, tu boca de bestia,
tus dientes de astrolitos, de birlochas empapadas,
sueño tus tetas de tierra, tus pezones de sangre,
sueño tu ombligo de sombra, tu ombligo vórtice,
sueño tu sexo de agua, tu sexo de baldaquín escarlata,
sueño tus piernas de soto, tus piernas de seísmo,
sueño tus uñas de caracol, tus uñas de fiebre,
sueño tu espalda de nido, tu espalda de aire,
sueño mi sueño en tu cuerpo, tu cuerpo de sueño:
Sueñas mi sueño en tu cuerpo,
y me despierto,

y nada puede ya desnudarte. 

8.4.14

El niño y la vieja


A Glady Orellana

Sentado sobre el trueno, doblado en segundos,
surjo de la abstracción al fuego:
Hay flores saliendo de los poros,
flores sin aire ni destreza:
Son gritos de pájaros vacíos:
Luna de musas, vaginas como peces cruzando la tierra,
vergas como tábanos buscando la sima de la sangre:
Así de inútil es la noche donde se duermen las noches:
Hay insomnio en el té, tu rostro de tiburón norteño,
tus dientes calados, de buey, tu lejana boca de sequía,
giralunas cóncavas son tus ojos,
marea seca de miradas:
Belleza ya olvidada, te debo una herida:
Y como león echado te oigo sin morir,
hermosa en el orden de los sotillos y la locura de estío:
Caos de infancia y resumen de lo vivo:
Tu recuerdo me arrasa, me envejece, me vuelve senil:
Vuelvo a la forma primaria, al sentido primitivo del afecto,
tu cascada de leche llena las grietas de mi cara,
tu saliva, nieve muerta, me albea el cabello,
tu risa reventada me alarga las uñas:
Me arrugo en la espera, el tiempo se arruga conmigo:
Madre de las vacas y la cornucopia quebrada,
estoy sentado, y solo no soy más que yo:
Envejeces y te espero envejeciendo,

como un niño siendo parido por la muerte.

7.4.14

Una editorial ingenua

Otra vez, las superestrellas intelectuales, la grasa de la clase media: El debate sobre la validez moral o inmoral de los linchamientos me parece irrelevante. No es momento, como hacemos siempre, de morder el hueso cuando ya está desnudo. No es momento nunca cuando ha ocurrido la tragedia. Esto puede deberse a que el ser humano necesita la tragedia de los otros para sobrevivir, saber que su vida significa algo en algún punto: Muchos se preguntan y se siguen preguntando si matar a un hombre por la subjetiva visión de justicia o por meros despojos circunstanciales es justo. La pregunta está mal direccionada. Cuando el moralista, el que cree conocer su ética y ser su caballero guardián, niega que pueda existir justicia en este hecho y clama por el accionar de las leyes impuestas, las que máximas, eximen a los hombres de ensuciarse, sean las que actúen. Ahora, cuando enviamos a alguien a la cárcel o a la horca (metáfora dramatizada) ¿Sabemos a dónde lo estamos enviando? Me remito, con temor, a palabras del criminólogo noruego Nils Christie, cuyo valor será relativizado por el lector, pero que como disparador de mi planteo es axiomático. Dijo Nils en alguna entrevista: “El castigo frente a un hecho delictivo es uno de esos conflictos. Suena como algo bastante técnico y, sí, hay una cuestión técnica: si una persona comete un crimen tendrá una determinada cantidad de años de prisión. Pero esos años de prisión son, en realidad, años de sufrimiento impuesto. No es algo fácil de ver pero lo que estamos haciendo en la actualidad en derecho penal es infligir dolor.” Dado que, aparentemente, el dolor es un medio para invitar a la reflexión, no solo de criminales sino de cualquier ser humano, cuestiono si es esto moralmente más correcto que un linchamiento. El linchamiento es un acto casi animal, instintivo, mientras que apelar a la justicia y el castigo “correcto”, de lo cual la mayoría desconoce sus consecuencias, es un acto premeditado, lógico, justo. Pero cuando el sistema penal en la Argentina es peor que una condena a muerte, cuando es un lugar donde se invita a los criminales a reflexionar mientras son despojados de su propia dignidad como seres, cuando son rebajados al proceso de ganado, cuando se los expone a las miserias de las enfermedades, las violaciones, las golpizas, el hambre, ¿dónde queda la conciencia del buen accionar? En la elusión de la problemática. No somos responsables del hado de nuestro victimario: la justicia se encargará de ello. Sin aceptar, siquiera excusar, los linchamientos, conjeturo que aquí, en esta elusión, se encuentra una impiedad aún peor: La de dejar a un hombre al destino de una muerte sin muerte, de un dolor constante, de un aprendizaje salvaje.

Acudo entonces a que las mentes tan ocupadas de ver el árbol y no el bosque se pongan a mirar, antes, las raíces de ese árbol. Las circunstancias en las que muere un hombre relativizan su contexto, pero su contexto en sí mismo no puede ser eludido: Si hemos sido llevados a matarnos mutuamente y esto, en el punto de realidad y no de elusión, nos aterra, pensemos qué es lo que estamos dejando de lado. Porque sería fácil exponer los planteamientos de siempre: Esa persona ha elegido el dolor. Bien, ha elegido qué hacer con su dolor, esto es, en casos de criminología, la delincuencia, pero, ¿quién lo ha empujado a eso? ¿Somos acaso ajenos a la realidad de los que son empujados a la miseria? Esas personas ya han vivido bajo el yugo y la lógica de la justicia penal, pero sin haberlo buscado: Sus vidas han sido una prisión, y peor, desde el principio. ¿No somos responsables de haberlos enviado a esa prisión llamada miseria, a esa primera condena? ¿No hemos sido nosotros, los indiferentes, los que hemos creado al delincuente? ¿No hemos sido nosotros, a medida que el dolor crecía en ellos, los que han buscado la excusa para linchar? ¿O es acaso la raíz del problema inmune a reflexiones, ya que es necesaria o servil a la maquinaria de la capa social que debe seguir alimentando al monstruo?   

5.4.14

El sueño del poeta




Se levantó reluciente, nombrado por cada letra del abecedario,
bendecido por cada pluma del sol diurno, lleno de hambre:
Caminó sobre el pasto de la casa hasta la heladera de oro:
Sacó naranjas rojas y miel transparente:
Comió angosto, sonriente, mientras por la ventana
observaba el desfile de todos los animales hermosos:
Se vistió con hilos de agua y se puso zapatos siameses,
y salió afuera:
Saludó en la calle a la Srta. Fitzroy y a su bebé de viento,
ella volvía de cambiar de marido en el mercado,
y uno nuevo, joven, duro, estrepitoso como una ola,
la acompañaba:
Cruzó los puentes revertidos de la aristocracia,
siguió por el bello camino de peces que llevaba al prado lunar:
Allí se sentó a la sombra de un titán de caliza,
abrió un libro perentorio cuyas páginas eran radiales y azules,
y esperó al amor sobre las doce del mediodía:
Era amado, claro, bella mujer con un nido en la boca,
niña hecha de colmenas y fuego, de ojos subversivos,
de altos suspiros elevados al eje del beso:
Se tomaron de las manos y regresaron a casa luego de comerse
a unos niños de caramelo que regalaban en la plaza:
Llenaron la soledad de sexo, sexo rosa, híbrido,
multitud de muertes en una belleza enemiga:
Suspiraron la cena y se despidieron bajo el amanecer redimido:
El volvió sonriente a la cama, el mar de reposo,
la altura de todas las cosas, el triunfo de una vida:

Al día siguiente despertó,
y le ardían las manos:
Miró a su alrededor, la casa destruida, la verdad en los escombros,
se lavó la cara con sangre, comió un pan duro,

y con los ojos escribió este sueño. 

Los buitres

Cucarachas avanzan militares, brasa quema los dedos,
humo crea espacio, multiversos en la cara:
El desarrollo es la negación de la muerte,
la negación de la muerte es el desarrollo de la nada:
Culminación estética de la intrascendencia,
impropiedad de la finitud,
doma de tormentos en la noche alzada,
descubrimiento de la falta en la presencia:
¿Quién es? La pregunta se desarma, se desangra:
Nadie, y a la afirmación le sigue el instinto:
Las águilas y los mandriles devoran por limitación:
De muerte, la real fortaleza, la diva,
órbitas circunscritas al propio conocimiento,
al deseo de duda y violencia,
al recreo que la realidad permite:
El gran círculo de buitres sobre nosotros,
extendidos sobre la ignorancia de la soledad:
No giran sobre nuestras cabezas porque se acerque la muerte,

sino porque huelen el duelo de la vida.

1.4.14

Intermitencias de la noche


A Leila Ruiz
Tú decides lo que es más importante:
Tu papel en la obra o la obra en sí misma.

Leutece

I

Un hombre sobre un elefante recorre la noche
y su camino son sus pensamientos:
Las gruesas pisadas retumban en los arquetipos, la calina:
Los ojos en sangre y la fábrica traquetean,
anunciando el latido del próximo amanecer:
Suda hombres, absorbe mujeres y niños,
verdes de ignorancia sobre la existencia:
alabados sean.
Son leones raudos los coches, son presas, son destino:
El asfalto palpita y ennegrece, se dobla,
en él se abre la lluvia y la luz de las marquesinas:
Avión o águila, la presa es la misma, mismas las alas,
violencia de ladrillos, respuesta a los vergeles:
Latencias, ondas de radio que crean hombres del barro:
Marcha fúnebre o militar, rutina ensordecedora,
el hombre bate sus alas para limpiarse la verdad:
Somos incoloros a los ojos del tiempo:
Usted, es usted, lector, el hombre sobre el elefante,
y el elefante es su tragedia.

II

Saber que la locura y la muerte son enemigas,
se odian, pues una desmiente a la otra:
As i lay dying, cantó el sureño,
el asesino de cuervos:
Yo soy esa muerte,
ese punto final
que nadie espera.

III

La soledad todo lo ha dicho:
El y ella se olvidan.
El mundo los recuerda a veces,
cuando hace eco el muro:
Porcelana y laberintos,
amor negro en las tazas:
Se ignoraron para encontrarse,
como oriente y occidente,
que confundidos
ocupan su lugar equivocado en el reverso del mundo.

IV

Lector, la evoco:
¿Cómo no hacerlo, si todo lo atraviesa,
si quizá usted, lector, sea ella?
Barro su borrasca con tizne:
arrasa con el alba:
pierdo sus caminos con los ojos:
bifurca la mirada:
anulo sus faros en la memoria:
levanta soles en la escollera:
freno su sonido, que agrieta rostros:
impulsa la vejez en la música:
rompo las musas de sus tabernáculos:
erige arte en los mercados:
toso su suspiro de árbol:
planta nostalgia en la tierra.

Días de hollín y lamentos secos,
de besos sin sangre, de estaciones sin huesos:
¿Cómo no reclamarla a la ausencia,
a todo lo ajeno a esta noche,
si quizá sea ella quien escribe esto, lector?


V

No sé dónde estoy ni sé lo que fui:
No sé dónde fui ni sé lo que soy:
Los pájaros tragan ausencia
y caen a la tierra vacíos.

VI

Un mono sobre un negro:
Mi boca estalla de tabaco:
El humo la diosa y lo eterno:
La noche es una selva despierta.

VII

Mi barba acumula
27 años de mugre rabiosa, de sangre paralela,
de amor en palanganas, orfandad sísmica,
polvos y cuchillos de polvo, ratas,
caricias como puertas en la carne, 
llagas de esperanza, apoteosis de la ruptura:
Panteón marino, presión del agua,
mi barba acumula la historia desangrada:

No pude encontrarme porque no me he perdido,
pero,
¿Cómo perderse

cuando no hay nada que encontrar?