El primer poema de la mañana es denso
y silencioso como la noche que pasó:
todos los ojos siguen cerrados:
pero algunos se abren, rebeldes,
para tirarse por los balcones,
beber café o morirse entre las sábanas:
Yo, entumecido en mi terror:
la dureza de la luz que precede
la eterna tormenta que se cierne
sobre los restos mortales del hoy.