A Cirilla Rusch
Hija, si tienes una astilla en el dedo
déjame saberlo:
así la arrancaré con mis dientes:
Como cada noche abierta, cada segundo inútil,
estaré a la urgencia, al llamado, al aullido tuyo:
A la necesidad febril de sentirte plena,
o a la sed instintiva de quererte entera:
Yo vigilaré como un perro tu cama,
la cuna del universo:
El regreso de la palabra:
Porque no hay camino que no desande en tu risa,
no hay lluvia que no se rompa en tu llanto:
Tu figura llena es de gracia:
Tu carne es el tejido de la verdad:
No hay grito después de tí:
No hay posibilidades:
Lo que empieza, empieza en tu imaginación:
Lo que termina, termina cuando te vas a dormir:
Déjame, hija mía, que te quite las tormentas del cabello:
Déjame prepararte el tibio baño donde persevera tu calma:
Dame la mano y sube al lomo del cansancio,
del lunes, del recuerdo y la escritura:
Te llevaré a salvo al único lugar que conozco:
Porque quiero salvarte, de todos los destinos salvarte:
Porque tenemos el uno y el otro:
Porque te nací desde el fondo de mis dientes:
Porque te inventé en un lienzo de domingo:
Porque al ponerte un nombre me nombré tu juguete:
Porque en el nombre de tus ojos se inventó mi arte:
Porque tienes en tu camino
la misión de armarme y destruirme:
Y yo la misión eterna de amarte.