28.12.16

Capítulo mental

Miré el suelo frente a mí: ¿Por qué todo el mundo miraba hacia la infinidad del espacio cuando nuestra tierra ofrecía infinitas posibilidades? Todas esas nucas inclinadas me molestaban. Dejé caer la cabeza pesadamente, y miré el suelo frente a mí: El reflejo de cientos de luces, de millones de estrellas, de miles de sombras, retumbaba en el agua de lluvia que cubría el cemento. Cada pequeño reflejo trataba de contar una historia, o callarse una vida, o llorar una muerte: Mis ojos apenas acaparaban lo que se les había enseñado a acaparar, no podían salirse de esa ficción por mucho que quisieran, pues, ante el intento, la mente se cerraba sobre sí misma como un gusano herido. Las risas como sueños vomitados al viento, los inquietos pies borrachos danzando o arrastrándose primitivamente, el tintineo de los recuerdos caídos al suelo, mezclados con falsas lágrimas o verdadera pena, la carne circulando para buscarse y encontrarse, el retumbar que los fuegos artificiales largaban como muriendo, las mentes blanqueadas por spots publicitarios o falsas esperanzas, el choque de los animales con una realidad cubierta de luces. Pocas cosas que puedo describir, de las miles o millones que percibía. Era un final de año más. Era un comienzo más. Como no podía ser final ni comienzo al mismo tiempo, no era nada. Era una yuxtaposición de ideas equivocadas. Pero poco me importaba, no cambiaría el mundo por mi pequeño capricho existencial (uno bastante infantil, debo decir).
Luego de ver el reflejo del incendio que sucedía en el cielo en el suelo, sin levantar la mirada, comencé a caminar. Como una cuenta regresiva, comencé a caminar. Como un conteo progresivo, comencé a caminar. ¿Ahora era yo el imposible? ¿El formado por una crisis de ideas equivocadas? Siempre lo había sido, dado el caso, así que poco importaba.
Los días de descubrimiento se habían podrido bajo campanas disonantes. Los dulces días de autodescubrimiento se habían enterrado en una marea de mastines hechos de yeso. Mi joven sorpresa, la hermosa y dulce sorpresa, que me sacudía al abrir un libro nuevo, que me dejaba sin aire al escuchar una banda diferente, que me hacía sentir único al ser amado por una muchacha que apenas me conocía, que me desternillaba al darme nuevas razones por las que reír, la sorpresa en estado puro, cruda, viva, ¿dónde? ¿Dónde? ¿Dónde estaba ese nudo en la garganta mientras leía Crimen y Castigo por primera vez? ¿Dónde los huesos haciéndose agua por el sonido fresco del retro rock y sus new wavers? ¿Dónde las lágrimas por el arte de Terrence Malick? En ningún lado (A menos que el pasado tenga un espacio físico, lo cual me es desconocido) Ese sacudón existencial simplemente no volvería a suceder, por muchos años que terminaran y por muchos años que empezaran. Sólo iba quedando una piel cada vez más vacía de color y más llena de recuerdos. Una piel gris como la de una serpiente. Dura y fría. Yo vovía a la tierra a arrastrarme, sí. Sin extremidades que ejercitar, que me ayudaran a escapar del mismo lugar. Me arrastraba como un círculo, flaco, desnudo.
Seguramente habría muchos como yo ahí afuera, pero ¿Dónde estaban? ¿Por qué no llamaban a una reunión de emergencia entre cucarachas sin vida? ¿Por qué nadie nombraba mi nombre mientras ese año moría? ¿Acaso importaba? Era hora de morir, quizás no importaba. Como Quentin Compson fantaseando con su hermana y el incesto en su último día, yo fantaseaba con mi último día en mi potencial última fantasía. Mi río Charles podía ser cualquier cosa.
Pero de momento sólo podía seguir arrastrándome, arrastrándome como un círculo, infinitamente. Una niña desconocida se alejó de su familia y me gritó algo de feliz año nuevo. Levanté la vista para ver su inocente sonrisa hasta que se fue. La nimia esperanza que por un momento me enfermó se curó al pensar en el ciclo eterno en el que estamos atrapados. Esa niña, dentro de muchos años nuevos, estaría planteándose si valía la pena mirar el cielo mientras recorría su vida mentalmente. Quizás con hijos indeseados, quizás sin familia, quizás terminaría siendo una serpiente, como yo. ¿O podría romper el proceso? La angustia que la duda causaba era peor que cualquier certeza.
No volví a mirar ni al suelo ni al cielo. Miraba un gris sin forma en el centro del dolor.  Dudar... allí estaba todo porque nada se encontraba. Sobre el mojado asfalto se movían como siluetas bailarinas todas las cosas del mundo, y yo no miraba nada. Mi botella en el extenso mar de pensamientos, mi fracción de tiempo en la relatividad del ser: No fui, y me dejé no ser en la noche comida por los cuervos del deseo. 




"Es una cruel trampa
cómo nos encontramos a nosotros mismos
cuando perdemos todo lo demás." 

17.12.16

Finalmente viéndote

"My brother, unyielding sword of Lothric's Prince. Rise, if you would...
 For that is our curse."
 
Lothric, joven príncipe, Dark souls 3

El santuario de tu cara fue opacado por la luz del amor:
Te fuiste creciendo para el pasado, siendo hombre mientras los años
retrocedían:
Y nada se interpuso entre los tigres de tus dientes,
nada entre los muros de tus uñas:
Todo fue creado para que lo vieras,
y sin embargo decidiste agachar la cabeza
sobre una página pálida, muerta de pálida,
y escribirme el amor sin luz que te doblaba la espalda,
los no años que te sepultaban la tripa:
Y evité verme en la tercer cara de tu espejo,
con los ojos sobre tu espina dorsal,
marcada como una cordillera por el hambre mental
que sufriste en esos días sin estaciones:
Tu cuerpo de batalla, tu cuerpo de cuerpos,
tu cuerpo de mí, tu cuerpo de niño:
Alumbrando en los relatos antiguos
de viejos árboles que rodeaban
el camino de nuestra infancia:
Hasta después de la muerte que no ha llegado
estás soterrado, latiendo en osarios mudos,
hablando de interminables piedras
lamidas por la lengua de tu alma:

Regreso siempre al santuario, olvidado y violado por el tiempo,
para opacar tu rostro con mi rostro sin nombre:
Para opacarme el nombre con tu amor sin rostro:
para sin rostro nombrarte en el infinito.


14.12.16

Sayonara, yake uta

Ya fantasma, sin diccionario a mano, sin vocabulario,
sin pomposidad, sin vida, sin pájaros, sin sobornos, sin silencios,
me encontraron, desnudo, tirado bajo un río,
que estaba bajo un puente:
Debajo x2, multiplicador de fantasma:
Y ahora sin sin, me no expreso como debe ser,
me sumo a la mediocridad rutinaria
de escribir porque sale, porque creo habitar poesía,
porque los lectores, porque mi visión:
Las muertes son tan en vano que ni el ganado agradece
el joven pasto que da nuestra invitalidad:
Mas los poetas insisten en sugerir vacuos sentidos
hacia un horizonte que, callado, sólo espera
la destrucción del verso:

Y las manos que siempre, siempre tiemblan:
Ya pecadoras, esperando los versos
que les den la absolución.

10.12.16

Sandra Figueroa, un poema


No es


Por suerte me llamaste.
Por suerte fui.
Recorrimos el tiempo
cuesta abajo en la llanura
hasta sangrar.

Vi la mirada frente a frente,
la oscuridad insepulta,
los hundidos ojos:
lo insoportable.

Sentada allí,
pequeña roja de pelo negro
la tristeza ví,
o era el miedo,
la crujiente madera:
¿nogal o roble?
¿De qué mixtura?

Adentro en el pecho
la misma soledad:
sin tiempo.

La película, el microfilm ,
los gritos alcohólicos que besan el aire,
los ojos alcohólicos,
la negrura incipiente toca tus pies
con la fuerza del viento.

Abrimos el cajón de los tiempos:
resonaba en el corazón
como una música disfónica.

Hacia dónde escapar
esta noche tan oscura la verdad
que despierta por lejanos cielos
y tú pequeña a qué distancia
puedes ver una y otra vez lo que no es:

Lo que no es.



                                                                            Sandra Figueroa, poema inédito (dic. 2016)




6.12.16

Adiós, poesía II

Si bien el sueño se difumina en cuanto trato de rearmarlo,
puedo reconocer fuerza en él, o nostalgia, o una posible extensión
de una posible vida mía:
Un voyage de autodescubrimiento,
o una necesidad de llegar a un lugar
¿al que pudiera llamar hogar?
¿Donde me esperaban grandes respuestas?
¿Donde encontraría mi finalidad
o mi fin?
En todo caso, la necesidad de llegar ahí era desesperante:
Nuevo México, EEUU;
Varado en la estación de ¿buses?
esperaba junto a otras cuatro personas (cuatro yo)
no sé qué para llegar al Lugar:
Dos jovencitas en un coche, dos bien americanas jóvenes,
se acercaron y se ofrecieron para llevarme (aquí estaba solo, ego):
La que supuse era la más locuaz y sociable
me dijo, sin haber dicho yo una palabra,
que sabía cómo llegar allí (there, there):
Tenía un beanie girs atrapando una frondosa cabellera rubia poco cuidada,
tenía unos ojos marrones atrapados en el blanco de su belleza,
tenía algo de sirena y algo de perro callejero,
y me decía con una sonrisa (si bien las gordas nubes tapaban toda posibilidad de cielo)
"Sé cómo llegar ahí, lo sé";
y sin más comezamos a viajar (los compañeros de viaje,
tanto los de ella como los míos, aparecían y desaparecían
según lo recurriera la situación, ego):
Pasamos por un viejo río donde el agua amenazaba la vida misma,
fuimos a la casa de una anciana dura, de esas que vieron
el comienzo y el final de todas las cosas,
que nos despidió con una advertencia:
Ella, la chica del beanie, me arrinconó casi llorando,
antes de volver a partir, y me dijo, tomando mi rostro entre sus pequeñas manos,
que quería más que nadie que encontrara el Lugar,
pero que no quería, a la vez, que yo "............................":
Luego de eso nos besamos, y luego de eso partimos con más tristeza que antes,
y luego de eso nos amábamos (oh, su sonrisa), y luego de eso todo era cada vez menos claro,
el sueño era cada vez menos sueño, la vida menos vida,
el Lugar menos significado, el viaje más difuso,
hasta que desperté, con el olor de la vieja realidad tapándome los pulmones:
Y triste me levanté, e hice el desayuno, y revisé mi correo,
y tomé vitaminas y un ansiolítico, y decidí escribir por necesidad (aunque tal vez,
toda mi escritura haya sido por ello) este sueño sin nada extravagante ni peculiar,
que me dejó en una angustia algo fantástica, o ajena, aunque mía (?):
Y escribí esto escuchando música y buscando,
primero en mi memoria y luego en la memoria virtual,
a la chica del beanie gris, pero nada satisfizo mi necesidad de recrearla,
y tuve que escribirla, y olvidar mi propósito real,
lo msimo que sucedió en el sueño, si usted que lee recuerda:
Empezó con la necesidad de encontrar un Lugar,
acabó con la necesidad de estar con ella para siempre:
Y así fui olvidando todo propósito o voluntad,
para rendirme a esta nimia e inútil tarea de recreación (apenas precisa),
y pensar que el sueño y el poema son formas baratas de mentirme,
que podría parafrasear a Yeats y decir que aunque ya estoy viejo de vagar,
por tierras ni bajas ni altas, descubriré dónde se ha ido,
y besaré sus labios y tomaré sus manos,
and walk among long dappled grass,
and pluck till time and times are done...
y con una lágrima despedir lo que no es ni será,
y escribirlo, quizá para convencerme de algo,
quizá para no olvidar algún detalle,
y terminar y seguir una vida patética
de sueño sin sueño,
de pronto olvido,
de lenguaje engañando el propósito del tiempo.