A Zhivka Baltadzhieva
Se puso en marcha una maquinaria
¿Y qué es el mundo? ¡Una máquina!
¡Una máquina del tiempo!
Con mi lenguaje de laberinto no puedo hacerle justicia:
Como si alguien me hubiera arrancado estrellas del vientre,
y las hubiera puesto, cerrando los parcecs,
a mis sucias manos tristes:
En este pedazo azul de vida se ha reunido el grito
de bella mujer expandida sobre las constelaciones:
Una mujer que trata de huir hacia la realidad
(ha comprendido que la realidad es lo que ignoramos)
luego de que la otra cara del Gulag le arrebatara tanto,
tanto que tuvo que lavarse las tripas y la ropa
con palabras y ciencia: Pero es la nostalgia que se asienta
luego de barrer el piso:
El polvo que se levanta es la memoria:
Pero, polvo al polvo, ella sube hacia mi horizonte de mar vacío:
Y se mete por las venas del ser, del laberinto este, próximo,
este pronto universo que retrocede y se expande:
-Trataremos lo mejor que podamos,
pero la obra apenas si estará lista
para cuando los gallinazos bajen a buscar
nuestros cadáveres entre el papelerío del guión
-¿Pero no era acaso nuestra muerte la obra?
Mi poca justicia, mi caja de cuchillos, esta palabrería
cercana a la osamenta de un circo olvidado entre columnas rotas,
trata de escapar con ella, y trata de resolverla para convertirla
en el algoritmo de los días:
Junquillos y ranas frenéticas se desmontan aquí, donde nada muere
porque no existe la conciencia:
Ella continúa su fuga inminente,
blanca como el sol que le abre los ojos blancos,
ahí abajo,
en la espiral donde la primavera se cierra.
-¿Era la poesía necesaria, Homero?
-Nada es necesario. Pero debo volver a ella.
-Bienvenido al olvido: La maquinaria del tiempo.