Cosechas negras hay en los valles, ruidos de ausencia:
Apuntas con el dedo la mañana,
el frío despertar de los sentidos y los gallos,
drenas la escarcha que te rompe los dientes,
subes a la mesa y nombras lo callado:
Prisma, cólera, blasón, humano, amor quizás:
Al llamado del horror acude tu celo,
cercas con etiquetas y letras,
hay nudos en la cadena de la lengua,
y sigue acudiendo la tierra a tu vientre llamando
todo lo que en la tierra se mueve:
Única bajo los alisios te nombro eterna:
Yo sigo esperando que mi nombre resuene
en tus cavidades, tus arterias:
que sea nombrado por el nombre que era y desconozco,
nombre donde empiezo y termino,
palabra o silencio, apenas conocido
por la veracidad de tu forma y su lenguaje vivo.