Reverdecen los ojos en la tierra,
abierta de filos y perros, laguna de rumores,
Calíope se muere de duda en la lengua,
en estos dedos tristes que te reclaman
al tiempo,
dueño absoluto de tu existencia a través de las estaciones:
Pero rosa estás lejana, secreta,
abrumada por la realidad que grita, cae
como ave de presa, vertical y firme, sobre tu carne:
Ambos reconocemos la distancia,
y la recorremos idos, melancólicos, con los pies
de los que saben perder sin morir:
Más el cuerpo de caliza ya sometido:
Y bella como la ira de la lluvia:
abre tu puerta, día que me hizo estatua,
y ama por siempre al instante que entra sonriendo:
yo sabré aún que soy cicatriz en tus ojos.