Luego del silencio necesario, húmedo de muerte,
oloroso a muerte, morado de muerte,
rasgo las teclas del piano que Francia dejó entre mis telarañas:
Eco de vida, nieve que cae y se derriba sobre el loto,
amante diagonal y sangrante, tecla negra, bemol, 1, 2, 1, 1;
Campana fuiste en mi lecho, riela, flor de en el intestino del amor:
No existes y sin embargo te compones
de los miles de cuerpos que poetas arrojan día a día:
Esos cadáveres están hinchados y una extraña flora sale de sus hinchados rostros:
Poemas muertos, poetas asesinos, que dejan el crimen
en evidencia, día a día, bemol a bemol, feria a feria, lectura a lectura;
Alejandro, conquista, ven, mira el fracaso en un segundo de lengua:
Tu biblioteca ha muerto y sin embargo de su recuerdo
abril se hace día a día más negro, como un zafiro triste;
Sobrevive la impotencia, y de ella nacen más poemas:
mas ya llevaban la muerte en el vientre de la madre:
Filas de hormigas que veo pasar bajo mi sombra vertical y suicida,
campana ven y yace conmigo al alba,
tañe, oh flor de caballo, tu sentencia de mediodía:
Mi pecho se cierra como una ostra, comprime todos los vientos,
la mucosa del tiempo y espacio, me ahoga con alegría,
quiere mi palabra y la muerte,
quiere mi espada y mi malla;
mi muerte quiere este poema para escribirse
y matar a quien lo lea.