La historia, esa viuda hipócrita que bebe té
con gordas sacerdotisas de la lengua y no se inmuta,
ha perdonado a Pound por seguir a Benito, a Grass su juventud rota,
ha ejecutado a Lorca por rojo, ha encerrado 15 años a Holan,
mis jóvenes contemporáneos son abandonados a seguir banderas ajenas;
Como gotas cayendo sobre los dientes de un piano podría contarlos
a todos ellos, escritores, militantes, al final resta la historia:
¿Me perdonará a mí, que milito al lado de la muerte?
La dictadora suprema, la que todo lo reina,
y sin embargo, su tarea es dolorosa,
teniendo que quitar a veces un niño de sus padres,
o un abuelo de sus nietos:
La he visto sentada, con la frente arrugada y la espalda erguida:
Cual dios orgulloso no deja caer una sola lágrima,
pero a veces, al apretar su mano, yo, arrodillado a sus pies,
siento el latido del mundo y el vacío del miedo:
Le pregunto si su cordura tambalea, o si está cansada de dictar
la imagen real de los hombres ante ojos de los hombres:
Sonríe amarga y aprieta mi mano:
"Sólo temo lo que sucederá cuando nadie quede sobre la tierra,
y mi mandato sea inútil, y la soledad eterna":
Comprendo mi futilidad y su destino de reina estéril,
y le digo que estaré con ella para siempre:
pero hasta lo eterno tiene algo para dejar caer.