27.3.17

El día que pasa

Las niñas derrapan cabellos en la cruz de tiza quemada en el suelo:
Y yo soy el día que pasa:
Blanca luz del cielo fertiliza como semen el rostro de la tierra:
Y yo soy el día que pasa:
Caballos sin alma se desjuntan la dentadura en remolinos de sangre:
Y yo soy el día que pasa:
Centinelas graban en piedra la palabra que abre toda puerta:
Y yo soy el día que pasa:
Túmulos reinan en la llanura disecada del reino de la muerte:
Y yo soy el día que pasa:
Perros abiertos por el hambre se posan en la línea del mediodía:
Y yo soy el día que pasa:
Rostros sin rostros untan su pan con el barro de la nostalgia:
Y yo soy el día que pasa:
Fieros machos palpitan en los músculos del reloj:
Y yo soy el día que pasa:
Hora que cambia de piel a la hora en que todo sol muere:
Y yo soy el día que pasa:
El mundo y su fiebre, la risa del arco, 
orugas insólitas sobre rojos labios, 
mayúsculas entre los vientos, 
dientes chirriando de familia y hogar, 
a la hora en que todos los hogares se cierran, 
luz de otoño y una lenta noche erigiendo su cara:
Tras los umbrales de los vivos,
el día una vez más, indiferente, se termina:
Y yo soy el día que pasa.

19.3.17

HACKER 2 (Mauro Morgan)

 A Ivan Rusch

No sana al corazón
de un código fuente
la arteria material
de una página:
no puede hacker o
curioso
buscar un bisturí
en sus herramientas.
A lo sumo provocar más
desangre

No se tiene que tapar
la raíz código de una web.
Sólo se expone
que puede colapsar
y que se detenga
el corazón, el dominio.
Pero nadie pensó
en el sangrado
porque nadie
con parches y códigos
de programación
es el hacker
anónimo.
4
si piensas en el qué
y no en el cómo
como si pensaras
al sistema informático
en viejos pedales
de la electrónica
verías que el qué
es cibernético
pero el cómo
es la espera
espesura
esplendor
de un humano
que adentro de una pantalla
puede habitarse.

Mauro Morgan

15.3.17

Cero por tres

Me lastimo por sol:
Y me ofendo por luna:
Suelen volar 22 veces las plumas:
Antes de posarse en la mano expectante:
Del enamorado infinito:
Que se come la tierra con los pies:

Si me lastima, lastima, lo dejo entrar:

Subo la calle donde hay sombras:
Entre las oscuridades puede uno:
El rayo y la lluvia pueden tomar el té:
Sentados nos miramos:
Tus ojos estaban sobre la mesa:
Se confundieron en el mantel:

Si me lastima, lastima, la dejo entrar:

Baja el día como una dama lisiada:
Triste me doy vuelta hacia mis días:
Ya no asustado, ya no enfermo:
Puedo abarcar todos los círculos:
Puedo llorar todas las mañanas:
¿Tus ojos no estaban entre mis días?:

Si me lastima, lastima, lo dejo salir:
Hacia donde los días no tienen números.

12.3.17

La eterna

Como círculos ajenos nos movemos:
Tratamos de encontrarnos en círculos:
Sobre círculos que giran en nosotros:
Y tus ojos de bestia, tus ojos verdes de invierno:
La resina que mantiene unidos tus huesos
me descircula los huesos y los entierra:
Con la cruz de tu boca cierras la tumba:
Cuando cierro la mente 
te abres tú, dijiste:
Dónde me abro si no hay cierre en mí:
Y tú de tan cerrada eres el cielo respirando:
Abierta y latiente:
Invisible y plumífera:
Soy tu septiembre final
y tú eres la última primavera:
Nos finalizamos para empezar a circular:
Otra vez:
Sin vernos con el cuerpo:
Circulamos en los tiempos del hacha y la locura:
En el tiempo de la rosa muerta:
Dando círculos nos cerramos para tocarnos las manos:
Y la tuya dibuja un círculo en mi pecho:
Y yo existo en el universo todo:
Expulsado de mí por el circular de tu ausente existencia.

10.3.17

asdf

Que las vidas valen un instante:
Un elefante comiéndose una flor:
Un batir de alas en la profundidad del agua:
Un aullido de pájaros enfermos:
O valen una eternidad:
Un cielo que rueda sobre sí mismo:
Una lágrima mientras cae al cielo:
Un ojo creciendo en la tierra:
Y que valen lo que valen:
El preludio al fuego:
La gravidez de una sangre:
El reloj contando las arenas:
O no valen nada:

Pero todo terminará por decirse
al saber que la vida es una palabra escrita
sobre el lomo de un invierno joven
en una tarde primaveral dormida
sobre su propio cuerpo sin nombre.

7.3.17

De noche, un perro

Una noche extraña:
Silencio como siempre pero para siempre:
Plateadas heces de luna en los caminos:
Cabezas de cerdo en las puertas:
Cerradas a cal y a canto:
Alguien cantaba, sí:
Caminé recordándote:
Cada huella mía era invisible:
Pero en tu cara mis huellas se marcaban:
Caminarías a mi lado si esta noche:
Si hubiera sido lo imposible:
Pero no caminas:
Y voy pisando una soledad profusa:
La noche es negra:
Mi garganta es negra:
Desde las sombras un perro me muerde:
Miro mi pierna que sangra:
Iba a insultar al perro o a matarlo:
Pero me arrodillé ante él:
Tu mordida, oh hermano, es mía:
De mi otra soledad sale tu rabia:
Ambos estamos solos esta noche:
Lame mi sangre triste:
Muerde la pierna que quiso pisar
el lado donde tu soledad era tuya. 

5.3.17

El guardián

No puedes contener la semilla que te sale
de los destinos saturados por dolor:
Pequeña uva de la nostalgia,
juegas con tus anillos de ira,
mientras una luz reposa en tus pelos:
Como tu guardián
me encomendaron hacerte entender
el amor de dios
en los fuegos que devoran tu carne:
en estos fuegos que se comen tu mundo:
Callada, apenas vives:
Tu padre fue asesinado por la madera:
a tu madre se la llevaron a rastra las cucarachas:
Tus hermanos mayores
mueren día a día en un silencio rocoso:
¿Y este pueblo de fanáticos y perros?
Donde te pudieras esconder
de las dentaduras que quieren tus piernas:
En el centro de la plaza mayor
una mujer da a luz mientras el gallo llora:
Tu frente está aplastada al cemento:
Tus pies aplastados en el cielo:
Mis alas apenas pueden cubrir
la totalidad de cierta tristeza:
Humana yaces entre las plumas gastadas:
Sin amor de dios ni platos calientes:
Y arrodillado junto a ti observo
tu silueta de escayola
tu posibilidad de trigo o estatua:
Ni padre ni madre se elevan
en el umbral de la puerta:
Sólo el horror se queda para que le rindas pleitesía:
Mi sombra te cubre, cálida,
pero apenas lo notas:
Mientras pones la mesa para la cena
un plato se cae sobre tu sombra blanca.

4.3.17

Una generación

Los dos hombres caminaban sobre una blanda superficie mientras el sol se ponía al final del mar. Uno de ellos bufó por lo bajo y se secó la frente con el dorso de la mano. El otro suspiró y giró la cabeza hacia la multitud de colores que pintaban el cielo.
¿Esto es todo?, preguntó uno casi sin pensar, y casi sin esperar respuesta. ¿Acá se vienen a morir los que terminaron de hablar?
Se supone, asintió el otro. Detrás de esas piedras se pueden ver los cadáveres. Dicen.
¿Dicen? ¿Quién puede decir, si quien viene no vuelve?
Rumores, leyendas, como quiera.
Se encogió de hombros ante la vaga respuesta. Volvió a secarse la frente. El sudor le pesaba.
¿Y por qué terminan ahí? Inevitablemente, digo. Siempre se puede volver y no morir.
Supongo, contestó el otro. Pero quién querría volver si ya no hay más que hablar.
No me va a decir que vivir es hablar, ¿no? No lo tenía por un...
¿Umh? ¿Un qué? Lo que sea. Esos son los hechos. No los puedo cambiar.
¿Le gustaría tener más cosas que decir?
Obviamente. Quisiera saber cómo decir que el sol es la ilusión de la noche en Piraha, por ejemplo.
Pero estaría diciendo lo mismo, sólo que en otro idioma. O sea, no diría nada más.
¿Sabe que el Piraha no tiene pronombres, colores, tiempos verbales, oraciones subordinadas, y sólo utiliza ocho consonantes y tres vocales?
No lo sabía, pero no tiene nada que ver.
Claro que sí. Para decir otra cosa debería concebir esa "cosa" como algo completamente diferente que se ajustara a las reglas del lenguaje. Ese mismo ejercicio solamente haría de la oración algo distinto.
Sigo sin creerlo.
Allá usted.
La caminata se hizo más densa, pesada, como si el cielo mismo estuviera arrojando su fofo cuerpo sobre ellos. El aire estaba lechoso, casi palpable. Una brisa inútil les acarició los rostros.
¿Y esas piedras qué tienen que ver con nada?, preguntó el que se seguia secando la frente.
Creo que se ha contestado solo, contestó el otro.
Hablo en serio.
Yo también.
¿Es por el miedo al silencio? Yo puedo estar en silencio si quiero, no decir ni mu. Y tampoco me importa si quien está a mi lado dice algo. Si ahora hablo es por los mosquitos. El zumbido me molesta.
Moscas.
¿Eh?
Moscas. Son moscas, no mosquitos. Por los cadáveres, ¿ve?
Ah.
Caminaron un trecho más. El sol caía, anclado a una noche negra. Un olor indefinible subió de pronto y los ahogó. Se repusieron.
¿Por qué la generación del 39 dijo que teníamos esperanza?, preguntó el que se secaba la frente. No entiendo.
Porque ellos tenían esperanza. Viendo esas nuevas tierras. Viendo esas nuevas estrellas. Quisieron contarle al mundo su visión del mundo, pero nadie les creyó. No podía ser posible. Sólo el cinismo reinaba en esos tiempos. No puede culpar a nadie, el mundo estaba loco.
No, no. De todas formas, que tan bella posibilidad acabara en una fosa común...
No tan común. Los que han dicho todo y los que han visto la verdad yacen ahí. No puede ser de otra forma. Los humanos no pueden soportar el silencio que sigue a saber lo que realmente es.
Creo tener miedo, o algo así. Pero no puedo dejar de caminar. Sé que no puedo.
Estamos iguales, mi amigo.
Llegaron a la fosa. Estaba descubierta. Un hedor imposible salía de la tierra rellena con cadáveres humanos. A los dos hombres se les cubrieron los ojos de lágrimas, y mantuvieron estoicamente su posición para no vomitar. Caminaron con cuidado entre y sobre los cuerpos, resbalando a veces por la sangre, o hundiendo un pie en la carne descompuesta. Pero trascendieron. Lograron encontrar un lugar despejado y se acomodaron allí, en posición fetal. El que se secaba el sudor constantemente quiso decir algo, pero lo ahogó el llanto. El otro parecía estar tranquilo. Hasta consoló con torpes caricias al que lloraba. La noche fue cubriéndolos lentamente. Y quisieron mirarse, pero no se encontraban los ojos en la oscuridad. Y qusieron decir algo, despedirse, saludarse, o decir alguna banalidad, pero ya no había nada más que decir.