No hay en esta tierra palabra alguna:
Todas han escapado del hombre,
quien trata de domarla como a un caballo enfermo:
Toda poesía es un engaño, un reverso:
Está la prueba en los ojos de la tierra y estas dos palabras:
ojos, tierra,
¿Quién puede aferrarlas? ¿Dónde?
A la estación de tren van todos a despedirse,
llevan pañuelos con olor a tristeza
y panes y dulces:
Quieta sobre el andén se mueve la palabra,
pasándose alcohol en las cicatrices
que los clavos le dejaron:
Y el tren empieza su pérdida:
Se hunde en el fondo del sol muerto,
y la palabra deja en esta tierra maldita
solo su sombra:
Todos los poetas han muerto,
y lo que crece de sus tumbas
es la nostalgia de la palabra:
Y lo que sangra en las páginas blancas,
lo que las tiñe en estos días de fuego y barro
es sólo la ignorancia del silencio.