31.1.16

Un viejo y un niño en la prefectura de Shizuoka

Si supieras toda la verdad, dijo el viejo. 

No haría nada, dijo el niño. 

No es cuestión de voluntad, dijo el viejo. La verdad trasciende nuestros mayores deseos y los aplasta. Nadie puede hacer nada contra ella. Hay quienes la buscan sin saber que buscan el horror eterno, el final de todas sus esperanzas. Eso es la verdad. 

Ya, dijo el niño. Pero la verdad no existe, Ojīsan
La verdad del hombre no existe, replicó el viejo. 
¿Y qué verdad existe, si la verdad es invento del hombre?, preguntó el niño. 
Aquella que pone fin a todas las verdades, dijo el viejo. Todo aquello que
el hombre ignora o desconoce. 
Sigue siendo una verdad, se quejó el niño. 
El viejo se incomodó y miró hacia los alpes. Apretó su bastón con fuerza. Suspiró.
La verdad será entonces, dijo, aquello que destruya todo lo nombrado por el hombre, y todo lo que morirá por ello.  La verdad será entonces la nada.  

Lo visto

Como si mis ojos estuvieran demasiado abiertos,
más abiertos que la boca del aire o la vagina de la selva,
escribo desesperado:
Yo, que reposo en la oscuridad turbulenta de ser,
que me expando como todo lo que abarca mi mirada,
cegado por la desesperación de verlo todo,
la verdad hendida y visible, dolorosamente visible,
la realidad blanca, insoslayable, fósforo blanco
que arrasa:
Como si mi mirada se abriera infinitamente
escribo, tratando de cubrir la luz que se extiende y ciega:
Escribo como si tratara de cerrar los ojos.

El destierro de los dioses

Los sin nombre han sitiado la ciudad,
y corren las almas en ruinas a rearmarse donde el sol, en los cerros:
Agudas son las noches del entendimiento y la razón,
bañan los huesos y los duelen, orean el insomnio
con su oscura fábrica de metales, donde las estrellas son esclavas:
Todos se escapan de la noche,
se van hacia dentro de sí mismos o hacia fuera del otro:
Nombrar algo es existirlo:

Lumbres amarillentas y señeras bañan delicadamente
a las damas hermosas, a las diosas tigre que reposan
sobre el pecho del tiempo,
tiempo de costillas rotas que yace herido,
y se lame las heridas en el prostíbulo de la memoria:
La sangre de los hombres cristalizada,
detenida por el deseo de los inmortales,
que reclaman de la carne lo virgen:
Nosotros detenidos como estatuas en la rutina de la sangre,
abriendo heridas, cortando los miembros de la gran rosa,
quemando todo aquello que fue bautizado,
pletóricos de fuego, desgarrando la vida de lo nombrado:

Los dioses no han muerto, se han escondido en áticos
y cavernas imposibles en la infinitud del universo,
en infinito exilio,
desde donde observan asustados, temblando, casi humanos,
al animal que todo lo nombra.

28.1.16

La noche

La noche nos muestra las costillas entre los rayos, famélica, polvorienta:
Llena de la esperanza de los hombres, y por lo tanto vacía:
La esperanza, que sólo da sed, porque es como el agua del mar:
Es la esperanza eso que respira el animal que duerme donde lo oscuro,
los latidos de la cabeza, pensamientos, certeza de la carne:
Quien es consciente de la noche es consciente de su dolor:
Los brazos que duelen, mordidos por los lobos de la cervicobraquialgia:
Los analgésicos y los antidepresivos que retumban en la caverna de la boca:
Y nada es suficiente, porque la noche está despierta,
y nosotros de rodillas o sobre el costado donde la lanza:
Hombres vacíos, chupados de remordimientos:
Pero la noche sabe quiénes somos, porque nos ha parido los miedos:
Y se extiende sobre nuestros huesos que tiemblan, huesos sin esperanza,
y de repente no tenemos piel, sino noche:
Y la noche es oscura y cerrada,
y las estrellas son cicatrices de dioses muertos:
Y sobre el osario nocturno yacemos prometidos del alba ya muerta.

14.1.16

La teoría del espejo IX

¿Qué voy a dejar de mí si no puedo cambiar la palabra?

Nada. Pura expresión sentimental, simbolismos, lindas líneas inversas a la lógica,
que sólo por ello tienen un atractivo. ¿Acaso la poesía no atrae por ello? ¿Por desafiar la lógica del vocabulario común? Pero bajo los términos del vocabulario, por supuesto. No existe la poesía fuera de las palabras. Poesía no eres tú, ni yo,
ni los anti poemas, ni los lamentos de Safo, ni el abril más cruel, ni la comedia divina, ni el cielo azul, ni la expansión infinita del mar.
Poesía es desafiar al lector. Es hacerle creer que se le está diciendo algo importante, algo trascendental, y que él es lo suficientemente inteligente o sensible como para entenderlo. Y es todo el proceso inverso. Poesía es el lector desafiando al autor.
Los poetas por lo general son demasiado cobardes como para expresar lo que piensan totalmente. Les cuesta decir las cosas de manera cruda. De manera frontal. No son seres ultra sensibles al mundo exterior que encierran la belleza de su pensamiento tras sus metáforas. Son mentirosos, cobardes, aduladores, falsos profetas, egocéntricos, por regla general. Crean un laberinto cuyo centro es ellos mismos. Se rodean de este laberinto y retan al lector a encontrarlo. Este juego cínico, escondido bajo el rótulo de arte, es un acto deliberado por el autor. No hay poesía que esconda, sin el autor saberlo, toda verdad sobre su persona, y, a su vez, toda la mentira (la leyenda, el mito) sobre su persona. Si hay algo que el poeta no sabe de sí mismo lo eludirá en los siguientes tres versos con una alegoría, o lo que se le ocurra bajo la pulsión de turno.
¿Pero es el lector más honesto? No: Como he afirmado anteriormente, la poesía es también el proceso inverso al que lleva a cabo el poeta. El proceso que lleva hacia él, o hacia la ilusión que el lector se hace de él. Un lector es alguien demasiado cobarde como para insinuar siquiera lo que piensa del todo. Y busca entonces el laberinto donde existe la falsa promesa de una respuesta. Y el lector se apropia del laberinto, y se convierte en su centro, y se apropia de la entelequia que sabe es falsa, la que le propone la ilusión: La idea que tiene sobre sí mismo la deja sobre los hombros del poeta. El laberinto acaba siendo el velo tras el cual el lector observa el mundo, y tras el cual puede excusarse de sentir lo que siente, incluso falsificarlo.
Algo en este juego de mentiras y espejos tiene valor. Esta simbiosis entre lector y autor acaba creando una idea (una quimera) mucho más grande que ellos dos, y de repente ambos se encuentran en un laberinto de espejos, sin saber quién es cuál, o a quién pertenecía qué sentimiento, y gracias a esto el mundo entero puede excusarse del peso de la realidad y, lo que es más importante, constantemente reinventarse.

A mi pregunta inicial me contesto con otra pregunta: ¿Qué dejaremos de nosotros si no podemos diferenciarnos en los espejos que forman las palabras?
Nada.
Nada.
Sólo palabras.

3.1.16

Todas las cosas hermosas

Salgo al espacio que no puede contener todos mis huesos:
Escribiré poesía aún cuando he afirmado que la poesía es inútil:
Pero inútil es también vivir, y sin embargo se sigue,
pues todas las cosas hermosas rielan con su música incierta,
esperan pacientes ignorando el círculo ajeno de los relojes:
Una vez, de pie sobre el arado, miraba cómo colgaban del cielo
las tristezas de la pasada tormenta, jirones de gasa blanca las nubes
limpiando la sangre del sol que caía:
La sombra de un hombre, alargándose desde el horizonte hasta mis pies:
El hombre que nunca sería, mas aún bello:
se recortaba su figura contra el muro de los sueños, lejos, muy lejos:
Una serpiente enrollada a mi brazo izquierdo, del color del miedo,
circulando tranquila sobre la piel erizada,
circulando por mi existencia como el río callado,
el río infinito y silencioso que tocaba los costados de una tierra estéril:
Y en él el agua hermosa, desnuda y sosegada,
imitando los rostros de hermosas mujeres
que regresaban del funeral de mi memoria:
Un cerezo regalado plantado en la boca de una niña,
niña que torcías cucharas con la esperanza y esperanzas con los ojos,
de bello encaje tu vestido, libre de zapatos, hermosa niña de los sueños:
Hermosa la lágrima de un venado muerto,
hermoso el latido de una manzana enterrada en el humo,
hermosa la montaña quieta sobre los huesos de la ignorancia,
hermosa la tierra mojada que entra en la boca,
hermoso el corazón callado que calla el absoluto:
Estelares pensamientos como truenos, rayando la noche inevitable,
la noche de la cabellera suelta y la imaginación rota,
los amantes huyendo como ratas a su guarida,
con los dedos y la boca rota,
desesperados por entrar al infinito en la hermosa noche
de hermosas carnes abiertas, meridianas, como flores hermosas:
Todo lo que huye de mi tinta, inclusive la tinta misma huyendo
hermosa hacia sí misma:

Soy lo que está detrás de todo esto, observando cada cosa,
oyendo, con el oído suave de tanta soledad y belleza, cómo todo se existe,
cómo todo, a pesar de mí, se escribe y se existe:
 
Palpitante espejo que rutilas a la mañana
donde me despiertan todas las cosas hermosas.