Si supieras toda la verdad, dijo el viejo.
No haría nada, dijo el niño.
No es cuestión de voluntad, dijo el viejo. La verdad trasciende nuestros mayores deseos y los aplasta. Nadie puede hacer nada contra ella. Hay quienes la buscan sin saber que buscan el horror eterno, el final de todas sus esperanzas. Eso es la verdad.
Ya, dijo el niño. Pero la verdad no existe, Ojīsan.
La verdad del hombre no existe, replicó el viejo.
¿Y qué verdad existe, si la verdad es invento del hombre?, preguntó el niño.
Aquella que pone fin a todas las verdades, dijo el viejo. Todo aquello que
el hombre ignora o desconoce.
Sigue siendo una verdad, se quejó el niño.
El viejo se incomodó y miró hacia los alpes. Apretó su bastón con fuerza. Suspiró.
La verdad será entonces, dijo, aquello que destruya todo lo nombrado por el hombre, y todo lo que morirá por ello. La verdad será entonces la nada.