19.4.16

IMM

En tiempos que sólo recuerdan los innombrables,
pasaba por acá un ferrocarril, lleno de vidas,
haciendo temblar el suelo, las ventanas de las casas
a su paso:
Empezaba en el punto A y terminaba en el X,
luego del X al A: Y las vidas llevadas en él:
Era tiempo que iba y venía sobre los rieles:
Era necesidad, era pensamientos, angustias, alegrías:
No voy a contar la triste historia de su desaparición:
Simplemente dejó de rielar en los descampados obtusos de mi infancia:
En su lugar quedó una línea de metal oxidado,
que poco a poco se va tragando la tierra:
Por los lugares donde pasaba
crecen ahora árboles, hay niños jugando en parques sucios,
perros defecan u orinan en lo que consideran hogar:
Hay mujeres sentadas en bancos de mármol,
recién nacidos amamantándose en las mujeres sentadas:
Hay pájaros sin color rompiendo la atmósfera con su canto agudo:
Nadie ignora la nostalgia, porque nadie es intruso:
La evolución de la arquitectura y las costumbres
aseguran la sorda mimetización entre presente y recuerdo:
Mas hubo un día en que la lógica cotidiana se desvaneció:
Alienándome del sistema físico, observé el estado puro de las cosas:
La función de onda me permitió conjeturar los resultados posibles:
Así, ajeno al mundo único, inmutable, ignorante,
vi la yuxtaposición de dos realidades:
El ferrocarril cruzando el campo nuevo, lleno de nuevas vidas:
Renuncié al estado de decoherencia y vi la nueva evolución determinística:
Se hizo el caos:
El ferrocarril lleno de vidas destrozó los árboles, los niños, los perros,
las madres, los pájaros, los bebés, los bancos de mármol:
Y a su vez, se destruyó a sí mismo, descarrilando,
haciéndose pedazos contra el nuevo suelo,
acabando con todas las vidas que en él llevaba con tanto cuidado:

Cuando todo hubo acabado, terminada mi labor de observador de posibilidades,
me acerqué al lugar del hecho, y vi cómo nada quedaba allí:
Las dos realidades se habían anulado:
En medio del fuego y la sangre, de los metales torcidos y los árboles caídos,
contemplé una tristeza infinita:
Comprendí que ambos universos, el del recuerdo y el del presente,
existieron siempre, inobservables, esperando pacientes el momento de desdoblarse:
Pero ahora de ninguno quedaba nada:
Apenas un observador sin angustia ni presencia:
Seguro de ser una tercera posibilidad:
La de una soledad única, sin ferrocarril ni nuevas tierras,
existiendo en la nada,
existiendo sin dolor a pesar de ser extranjera.

Regresé a mi hogar para escribir sobre el hecho,
pero en esta realidad ya no había poema.