17.4.17

18 de Abril de 2017

No sé más que de palabras,
 para el resto de lo que se asume como vida soy inútil 
o demasiado perplejo, 
asi que palabras te regalo,
 hermano.

No recordamos el espacio que ocupamos alguna vez,
al menos no como hogar u origen, sino como olvido:
Un agujero más en la pared donde nadie midió nuestro cuerpo:
Tu rostro todavía de sangre metido en mi ojo,
tus dulces dedos de algodón enredados:
tu cabeza dormida entre los jardines de hierro:
Vuelves a donde fuimos, regresas sin ser,
eres la aguja helada de un mediodía,
sin espera esperado:
Si eres, no me quedan orígenes,
si no eres, no me quedan regresos:
Nada sobre ajenos osarios nos levantará
de la tierra en la que se nos juntaron los llantos:
Injustos años de vengaza,
oscuros días sin dios:
Pero como el viento se filtra
por las grietas de la piedra triste,
así se filtra nuestra carne
entre décimos dolores y la rígida locura,
carne de la música viva,
de la música que pende de tu duda:
Y metidos en los rincones finales
de todo aquello que late en las telas de otoño,
resonamos como un grillo incierto,
como un coro de montañas paralelas:
Escribo nuestra historia con la sangre en las uñas,
entre la náusea de la noche
y la marisma de ratas que yace bajo nuestra adultez:
Escribo nuestra pena con agua en la consciencia:
Desbordado por tus verdes ojos dormidos
despiertos ante un sol de antaño,
musical ritmo de tu duda
pendiendo en todos los trozos,
rugiendo en la belleza de los años.