El concepto de nuestros días se basa en la asociación merecimiento-polarización. Todos merecen (o no) lo que tienen porque, sea del polo negativo o el positivo, uno es uno, sea, uno es el eje del mundo: Cada persona vive, en este mundo de realidades ontológicas, su propio cuento de hadas o de horrores, creando una tercera o cuarta realidad donde el propio yo es distinguido, con honores o autocompasión, como la piedra angular de la quinta o sexta realidad, la justa o injusta, la que nos pertenece o no, la que no somos: Basta ver letreros inscritos con obviedades bajo los cuales todos son el lado víctima y el resto del mundo es la escoria: Mas luego se está de acuerdo si alguien comenta que se siente igual: Es decir, somos la realidad de los espejos, donde los otros son nuestro reflejo, pero lo odiamos como nos odiamos en el espejo, o lo amamos como lo amamos en el espejo: Nuestros días son los días del centro del mundo encajado en una existencia posible, y no la existencia que es: La vida singular, en lugar de ser, sucede: Somos seres circunstanciales si las circunstancias son nuestra proyección, ya sea que esta proyección alimente el motor egocéntrico con antagonismo o heterogeneidad: Como he dicho, en nuestros días no existimos, somos una posibilidad del concepto que tenemos de nosotros mismos.
Pero todos los espejos se rompen.