Inspirado por Emiya Shirō
Por el camino desciendo, un brazo destrozado:
La sangre no cesa, y va dejando su marca,
casi indefinible en un camino que es quizá más rojo:
Tierra de hierro, cuerpo de espadas:
Una tuerca infinita se eleva sobre mi cabeza,
y refleja mi roja sombra sobre el rojo camino:
Polvo que se levanta y está hecho no de granos,
sino de lágrimas detenidas en el tiempo:
Camino porque hay adelante lo que me espera:
Detrás mío se eleva una voz familiar:
-Ey, ese lugar al que vas es el infierno.
Su pena es como mía,
pero distinta: No tiene fe, está libre de esperanzas:
Sigo:
Al costado del camino una mártir trata de sostener
un corazón de cristal que se le quiebra entre las manos:
Tiene una loba de sayal corroída por el dolor,
las polillas le comieron los sueños:
No me detengo, aunque me duela, y la voz:
-Ey, hacia donde te diriges es el infierno.
Piso unos huesos, creo que son de vaca:
La osamenta observa con los ojos de abismo:
Los gallinazos se rascan con los picos
esperando al próximo en caer:
Es un niño, que se tambalea en medio del camino,
dice buscar a su madre:
Comprendo que la vaca era su madre,
e impotente sigo mi camino: Pero la voz:
-Ey, hacia donde vas se encuentra el infierno:
Cerca de mi destino me detengo para tomar aire:
Pero no hay aire para mi cuerpo roto,
hecho de espadas y óxido e ideales degollados:
Estoy cerca, y observo bien el lugar al que voy:
Y la voz detrás mío:
-El lugar al que vas es el infierno.
Y propio de mí pero incapáz de detenerme a no ser,
comprendo todo:
Quien me advierte de mi destino soy yo mismo:
Quien me espera en mi destino soy yo mismo:
Sonrío, como sonríen los derrotados,
incapaces de hacer nada:
Presiono los pies sobre esta tierra roja, tierra de nadie,
y camino sin destino,
Desterrado de mí,
esperándome en lugar ninguno.