Despertar, el interior hirviendo, la cabeza seca:
Buscando el final del humano te encuentro cerca de mi tumba:
Vistes negras hojas secas, negras pieles de muertos:
Y sin embargo no hay opacidad en tu estar:
Te crecen árboles de los ojos, te caen grosellas de la boca:
Y no mueves los ojos:
tiesos como la última pregunta que te embarazó de pena:
Me miran porque tengo cuerpo:
Me miran porque te sueño:
Abro la boca seca, olorosa a lodo:
Apenas se despegan los labios para sisear un dolor:
Si me recuerdas, háblame:
En esta noche que revienta de silencio, dime una estupidez,
lo primero que te venga a la cabeza:
Tú, reina viva, reina muerta:
A este recoveco del mundo la luz no llega
porque no la he nombrado:
Habla, de estrellas inútiles, de senderos mudos,
de ríos estancados en su infinitud:
De lo que quieras, pero habla, nombra:
Porque lo que tu boca bautiza existe:
Porque yo trato de olvidar la palabra,
trato de dejar mi fantasía humana:
Pero antes de desaparecer hacia la conciencia pura,
dame una palabra, cualquiera,
nube, feldespato, arena, grasa, azul, tristeza:
para poder atarla a tu recuerdo,
que crecerá como generoso árbol:
Y bajo su sombra yaceré consciente por siempre,
sin humanidad,
aferrando el último significado que me diste.