23.5.16

El poema más bello de la tierra

Detrás del oído hay una boca
que oye y no habla:
Las mandíbulas apretadas en perenne desolación,
los cuartos traseros hechos de cuarzo,
la dentadura reforzada
con acero martensítico envejecido,
los tendones llenos de aceite sintético:
Y sin embargo, en esa coraza sólo entra la lógica:
Un rey sin cabeza, un mendigo sin manos:
Las analogías son variadas y fáciles de encontrar:
Lo difícil del asunto es golpear en el nervio
de manera que se doble de tristeza:
O patear la caja torácica hasta que se hunda de amor:
Y de ello sacar palabra alguna:

Mas el rey desposeído, el sin consciencia, el supremo,
deja gacha su cabeza ante las miles de doncellas
que sin alma se quitan la piel para su deleite:
No eleva la voz cuando los jóvenes
se parten los labios en besos como puños:
No tiembla cuando el bufón de la corte,
un poeta oloroso a tinta y muerte,
le recita el poema más bello de la tierra:

El, quien sobre nosotros reina,
oye finalmente a la boca tras su oído hablar:
Levanta el pesado brazo de metal y apunta hacia alguna parte:
Y, por primera vez con sentimiento alguno,
lleno del fuego inviolado,
el fuego libre de humanidad,
dicta sentencia:
Córtenle la cabeza al poeta.