30.3.14

Lo que hay

No hay en este poema, lector, nada que no haya en otro:
Labios, sangre, jade, lluvia, caliza, llano, sol,
viento, baba, uñas, dioses, larvas, oro, río,
noche, motín, lengua, alba, pleamar, otoño, belleza,
mano, constelación, navaja, ámbar, caña, pelo,
tristeza, cueva, azufre, beso, osario, raíz, ser:
No hay en otro nada que no haya en este poema:
Y pletórico de sílabas, puntos, latencias y paisajes
se proclama el poeta y regala otro poema:

Nada que no haya en la nada.

29.3.14

Lo perdido

Doy vueltas sobre la pobreza, sucio y hambriento:
Mañana viviré hasta la muerte o moriré hasta la vida:
Toda finalidad es una consecuencia,
toda consecuencia un punto,
todo punto un abismo,
todo abismo una palabra,
toda palabra una espera,
toda espera una vida,
toda vida un nombre,
todo nombre un final:

Ha visto, lector, el fruto de la locura y el hambre:
Su tiempo perdido en este poema,

mi tiempo perdido en su tiempo.

26.3.14

El otro idioma de la muerte

A las ignoradas estatuas, que ya mármol ya piedra
se agachan sobre su falta de sombra, su vacío,
la ignorancia sobre la propia soledad:
Incineración de la idea y el modo, alejamiento del sujeto,
cercana marea de animales, y dientes, y conciencias, y nada,
se habla desde el estómago o la sangre, y la lengua muerta,
cuerpo pesado que la besadora judía olvida:
Toda exhalación conduciendo a lo interior,
a través de bocas de grandes casas tristes, hacia su alma,
aquí corrió tu hermano, tu abuelo dibujaba en esa pared la guerra,
mamá hacía rituales con jueces y abogados, 
jugaban cartas negadas: la familia moría cada domingo:
Y la idea del ser, de noche y sobre la cabeza, pero dentro de la almohada,
el amor lleno de piedras y agua, el deseo y la humedad,
¿Cuántas veces hay que regresar al olvido
para vaciarlo de ausencias?
Callan, callan allá en la niebla los  guardianes,
sus dimensiones no son las nuestras, somos la dimensión de la pregunta,
extendidos sobre los sentidos y cabalgando ideas:
Ah, ahogado fuego ajeno, impropio, sin sí mismo,
lleno de otros y herido por rayos y agujas y tigres:
Todo ser se acerca al otro retrocediendo sobre sí mismo,
todo ser es un otoño continuo o un verano intermitente,
todos los seres son una estación circular,
volviendo siempre al mismo otro, al mismo olvido:
Y hay certezas en las nubes gordas de tristeza, fuego en el cielo,
y yo, lector, olvido su presencia allí, donde lo borra la mano,
donde lo retiene la lectura de símbolos torcidos y ficticios,
y quien permanece sobre la piedra soy yo, quien muere, como usted,
pero en otra vida, otra muerte:
Lector, ¿por qué me he elegido para vivirme?
¿Dónde está el otro,
el que me dicta estas horas

con el otro idioma de la muerte? 

21.3.14

Día de nada

Lector, usted no sabe lo que es la poesía:
Arrojada en milésimas de segundos, en lustros doblados,
fuerza a la propia voz a callarse, a besar lo vacío:
Quiméricas guerras donde todo muere o todo nace,
gallineros de opaco oro sobre restos de paja húmeda:
Lector, la palabra es lo que usted desconoce:
Lo es todo, y sin embargo los salvajes en la montaña
de roca en roca se existen a sí mismos, a pesar de ella:
Hay suicidios de profetas en las tierras infértiles,
pues allí no vive la semilla del olvido, no prospera,
es el remordimiento el dueño de cada hectárea, cada lluvia,
y poco a poco van creciendo las conciencias,
y los animales se ven desvestidos y se arrojan al lago de la vergüenza:
Libre de cadenas pero no de vida, la poesía grita:
Más nadie entiende el suplicio, en esa hoguera circular
donde los hombres montan el fuego con lágrimas:
Tan solo festejan la luz y el calor, el olor del cuerpo quemado:
Saben que allí ha terminado la palabra, y de ella sólo queda el eco:
Quizá sospeche lector, quizá, qué es la poesía:
Todo lo que usted desconoce,
de lo cual apenas le llega ese eco lejano,
retumbando en las manos ahuecadas y silenciosas,

sonando en el los rincones que la memoria olvida.

12.3.14

Respuesta al olvido

Hay este vientre sureño, cargado de piedras,
los huesos hinchados de sol y humedad,
esta llanura sin propósito que se desconoce espejismo:
En ella la hache es muda por ver lo que no debía.
Hay olvido en los pies, que ciegos
pisan sus huellas autónomas y analfabetas,
hijas sin destino, rotos vacíos de polvo comido:
Hay creaciones estancadas en cunetas olorosas,
devoradas y escupidas por asimétricos tigres de la ausencia:
Hay ideas petrificadas en montes mentales,
en vórtices que invierten el orden natural del río:
Hay niños de carbón rodando sobre rieles musgosos,
fetos nutriendo raíces y transparencias arqueológicas:
Hay rosas de sangre estallando en la bruma:
Hay genes de pájaro en cada mano herida:
Hay un abecedario que juzga a nativos
en un salón adornado con cabezas de poetas grises:
Hay un olvido y un regreso,
y en él se abandona el avance, muerto amante,
carne doble y florecida:
La hache se calla por saber lo que nadie debe saber:

Y yo, el lodo que, sin esencia, vuelve a sí mismo,
                                                                  a la nada:
Y el olvido escribe estos escombros heridos:
                                                   Todo lo que yo no he perdonado.

6.3.14

La idea

La caída de la luna en el pasaje rojo del mundo,
la sequedad del albo ojo que roba circos a los pobres,
la compasión del espiral dantesco sobre líneas escritas con guillotina,
la muela suelta en el descanso de la boca,
la tierra putesca, vientre hinchado de hombres derretidos,
la fábula de toro y crío con la cabra herida sobre dios,
la manufactura del manco viento norte, llamado amor,
la cresta incipiente de caballos en ruinas sobre asfalto,
la crianza de letras en la mitología de la cocaína,
la fuga de mujeres en la cárcel de Doma,
la lluvia de inviernos en la noche que grita,
la plegaria del simposio malcriado, hijos de Alejandro,
la fruta de la mordida, la descarnada Eva,
los poetas amordazados al pie de la letra:
Fusilados en sueños de ejecutores monosilábicos.

4.3.14

Estados I

Malestar: Suben las arañas huevo, vomitando su telaraña líquida y ácida, suben por mi esófago, aprietan sin piedad la voluntad del corazón:
Emponzoñado. Inarticulado. Frío. Oloroso. Inhóspito. Soy el desierto del desierto:
Así me quedo, atalaya vertical, roca de agua, quebrado en paralelepípedos pensamientos, sarnoso, ojos en falso, rabia, con helechos en los dientes: Madreselva, orquídea, alga, pasto en los poros, y así, casi mortal,
me camuflo en el paisaje:
Soy de él lo ignorado, la vida que se evade en la contemplación eterna.

Pánico: Locomotoras en los dedos corriendo por rieles de sudor, glaciares de brea cayendo por la espalda:
Mas hay una serpiente enfebrecida, encerrada en un cubículo llamado cerebro:
Delira en la fiebre, con locura por muerte, chirría los dientes, grita basta a fantasmas de familia, se come, se escupe, se bifurca, se eterealiza:
Anida, el musgo que cubre las arterias, circula con el ruido de la caída, muerde y corre, corre como el veneno y yo lo sangro todo:
Finalmente llueven píldoras irisadas, un arco iris con final en el peso bruto de la realidad:
Oh, realidad, roca pétrea, dura, que ignora a quien sobre ella se sienta pensando en la muerte.


3.3.14

Vida invertida

Una noche alejado del motor y el grito,
silencioso, como un espejo dormido,
descendí a las cavernas de los hombres:
Ojos definitivos brillaban en la oscuridad,
ojos de hijos, de roca y tiempo y carbón,
razones lineales para morir sin gracia:
Confundido con la eternidad de la bruma
espacié las letras del invertido humano,
y contemplé a los dioses reinantes de pie
sobre las impertérritas entrañas de la realidad:
Ellos reinan cinco veces cinco
 en la córnea, la carne, los tímpanos,
la lengua, las fosas nasales:
Aquí, en nuestros días sin milagros,
el corazón es ateo.
Sabedor de sentencias y afirmaciones,
me supe nonato, y crecí entonces como debía:
Fui césped acariciado por extraños hechos de brisa,
musgo gorro ignorado por el cielo,
fui luego bacterias, minerales, hierro:
crecí hasta ser algo de gas y fluidos,
me fui haciendo una carrera en la carne,
aprendí a estar en el rigor, luego ligor, luego alvor mortis:
Descubrí el latido repentino del corazón desesperado:
memoricé los rostros piadosos que contemplaban
el título de mi enfermedad ultimadora:
Aprendí a pararme otra vez y a no saber nada,
y pasó un tiempo, y finalmente acabó mi vida,
cuando llegué a ser el ser que ahora esto escribe.

1.3.14

Estación VIII

Esto no es un comienzo, es otoño torcido:
Se erigen como señores del agua los árboles,
flaca forma del siglo, finitud impensable,
todos del agua, vierten los pelos en el viento,
evaporan los besos en la hojarasca:
Estación tras estación regresan los muertos morales:
Se cuida de comerse el sentido y no
de digerirlo:
Firme cruz sobre los ídolos y miedo:
Los rincones oscuros me esperan
en una casa sin habitaciones:
Pero hay esperanza con la muerte por amor,
sólo los sentidos,
las cinco paredes del sueño:
Esto es un retorno, de gamellas y trigos,
de la bella reinando sobre coronas de tigres,
de corazones a su paso reinados,
de pueblos quemados por tristeza:

Desde las cenizas:
Ningún final es un comienzo:
Un final es un intervalo
entre el comienzo y la nada.