Pleamar, roca deseada, roca sangre, hay no dios:
Sabor en la boca, de lluvia vieja, de cabellos y cenizas,
manadas de ríos se cruzan en los cauces de tu memoria,
y los ves pasar pero permanecer,
como si la soledad les dictara el camino:
Son días cerrados, los nuestros, los otros abren
su puerta a días de fuego, dónde va la palabra, dónde
si todos en este pueblo han muerto:
Somos los fantasmas que lo recorren
en un olvido ajeno,
donde se calla el instinto de la tierra:
Vapor de tu boca como amor,
que al tocarlo evita mis manos y se enreda en el aire,
porque en el aire aun calla el silencio:
Dame el filo de tus ojos para reventar los míos,
dame la ceniza y la cruz, muerde mis pies,
cabra ídolo, león rampante, moneda sin caras:
Lector, no crea en mí, nadie ha escrito esto:
Es solo la nostalgia del tiempo
perdida entre ilusiones y palabras.
Carne que acecha, ese diccionario te es propio,
pues en él no te defines;
e indefinida cruzas el umbral de mi inexistencia.