14.9.15

Conversación con el lector

Lector, debo de tenerlo cansado de hablarle de la muerte todo el tiempo,
¿verdad?
Me gustaría hablásemos de otra cosa, algo más cotidiano,
como las ratas entre el hollín de mi cocina: Oh, sí,
hay cientos de ellas, pero ya se irán puesto que mi gata
es una cazadora feroz, y las va dando de baja
una por una:
Estos días, al creer que se terminaba el invierno, un frío
condenado cayó sobre nuestras ilusiones:
¿Tuvo que abrigarse mucho, lector? ¿Sintió la dureza
en las articulaciones? ¿La desesperación por acercarse a una estufa
o abrazarse al cuerpo caliente de turno? ¿Comió sanamente?
Por suerte la primavera está llegando, no tardará:
Representa mucha esperanza, ¿verdad, lector?
Oportunidades y esperanzas... Los verdes brotes luchando por nacer,
las flores, erguida la noble cabeza, mirando con desprecio al mundo:
Y el amor, ¡Oh, el amor! Viene, va. ¿Cómo le va con el amor, querido lector?
¿Está llorando por una ausencia? ¿Tiene a quién aferrarse? ¿Vive en una ausencia porque busca a alguien que lo ame? Como sea, lector, los tres estados
del amor, cuatro si contamos la espera,
pero esto estaría incluido en tener a alguien, ¿verdad?
Dicen que Plutarco, estudiando a sus admirados Siete Sabios,
observó en ellos un cuarto comportamiento, una cuarta relación con el amor,
mas era tan arriesgado llevar a la práctica su teoría
que se la llevó con el a lo profundo de Europa:
Hoy me he despertado temprano, con cierto malestar estomacal,
pero nada de qué preocuparse:
Nada que no se vaya con un buen descanso.
¿Qué hay de usted, lector? ¿Tuvo un buen despertar? ¿No ha dormido?
¿Alguna pesadilla lo ha atormentado? ¿Debe seguir su rutina ahora que está despierto?
Como sea, lector, fue agradable tener esta pequeña charla con usted, algo más...
liviano. Espero disfrute el espléndido día que le queda por adelante.
Yo debo irme ya, lector:
La muerte me llama.