Cuando de noche
se desea el día,
pero sólo en el
sueño del ojo se abre el alba,
la tristeza no
tarda en llegar:
(La noche abre una tumba
y echa
tierra sobre mí
porque muerto me he acostado
para engañar a
la vigilia)
Pero todo lo
sabe el ojo que crece,
y ningún
cordero podrá jamás engañarlo:
Los lobos
corren, también, de acá para allá en la negrura,
pero el
instinto es apenas la voluntad de la noche:
Ella juega
conmigo sobre un tablero de Fischer,
y soy aleatorio
como todos los hombres:
Mis palabras
son inciertas y están enfermas,
porque, bajo la
fiebre del insomnio,
no saben qué he querido decir con ellas.