Mi cama era un
océano al despertar, lector:
No sabrá
creerme, pues los sueños son mentiras del despierto:
Pero al
despertar nadaba en un estero de olvido,
me duplicaba la
cerviz levantándola como una coral,
al jayán soñado
maldecía, de viejo estío muerto sobre huellas:
Lo amé a usted,
lector, pero vacié el costal de mi vagido
y en el albor
de su conciencia fui otro montón de palabras,
todas
bellamente acumuladas como hojas de otoño:
Usted sabría
pisarlas con inocencia:
y hacerlas
reclinar sobre su pecho me fue imposible, lector mío,
en eriales
distantes su dicha era el espejo mil veces roto,
las palabras
mil veces dichas:
Fue ese el
momento del llanto y el naufragio, lector:
Para probárselo
me arranco ahora la cabeza
y se la dejo
sobre esta i.