He dejado de pensar en el final. Me
refiero a lo que se asienta sobre nosotros como calamidad u objetivo, pues los
finales son múltiples y distintos para cada uno. He pensado incluso que el
final, en la existencia del hombre, ni siquiera existe, nunca existió: fue solo
una excusa que todos nos pusimos para obligarnos a vivir. Así que acá estoy,
muerto sin haber estado vivo. Ausente, sin muerte.
Es en la muerte donde se encuentra uno
con todo lo que alguna vez supo apreciar:
Jamás en la vida se está cerca de lo que arde:
en el pecho como una antorcha apuntando hacia abajo
duermen todos ellos, los que miraron tu sombra:
a la luz del día ardías en sangre, esputo de Tánatos:
No eras realmente tú al que observaban:
eras el otro, el que creía vivirlos:
y muerto los recibes porque de inmortal te han vestido.
Adelanto del libro inédito "Nuestros días se terminaron".