Lector, si yo perdiera la cabeza,
¿Me lo diría? ¿Me lo haría saber?
Hoy es de mañana blanca, negra como lo ausente:
Yo fumo y no trago humo, sino destinos:
Y me recorren la laringe trasgos inquietos,
policromáticos, que arañan el tejido,
rompen, sangre que no puedo conocer me ahoga:
Y en los pulmones florecen jenjibres de la colmena
y linternas chinas, metros infinitos, no-metros
de existencia oculta:
Exhalo la desesperación neurológica de mi naturaleza,
y en el vaho de la soledad se marcan los colores nuevos
y viejos:
Mi perro es un zafiro rabioso que rebota contra las paredes,
mis dedos son caminos de tierra
que conducen al reino de los sueños:
Soy tan pequeño que entro en un pensamiento,
un pensamiento que se cae y se derrama
sobre los vestidos coloridos de bellas damas
reunidas por la hora del té:
Pensamiento que la mesera limpia
sin saberme existente:
Así que, lector, si yo perdiera la cabeza,
como en esos momentos...
¡¿Pero qué digo?! Ya he perdido la cordura:
Aquí estoy, sin cabeza, pidiéndole a alguien
que acabo de crear que me despierte
del inevitable abismo de la poesía.