16.3.16

Los poetas y sus diatribas inútiles

El olor a suicidio me llega siempre a esta hora infame. Lo rechazo de alguna manera. Se parece al olor de la humedad y de la tristeza.
Ellos no perdonan que puedas crear
sin ser creador:
¿Ellos? ¿Los quién? Monstruos abajo de mi cama,
monstruos arriba de mi dolor:
Repetición de lo desconocido:
Por qué hablaría de lo conocido:
¿Eh?
No puedes hablar de lo que desconoces,
y mucho menos repetirlo:
¿Porque es la realidad?
Porque es la realidad. Y nadie puede hablar de ella.
¿Y si el término es relativo?
Todo lo relativo es lo que queremos que sea diferente:
Lo que amamos como está no es relativo:
Lo relativo no puede amarse:
¿Y la realidad?
Sigue hablando de suicidio y penas y páginas y elefantes:
A la realidad le eres indiferente. Todos le somos indiferentes.
¿Todo le es indiferente? ¿Y cómo la definimos?
Con arrogancia. No se debe hablar de ella.
Demasiados pecados hemos cometido en su nombre:
Nuestro castigo es la conciencia.
¿Y este olor que me llega? ¿Es hora de morir?
Ese olor es el de lo deseado. El olor de tu deseo.
¿Y por qué desearía la muerte?
Porque le temes. Porque lo real llega después de la muerte.
¿Deseo lo real?
Deseas lo que no eres. Y eres lo que no puedes desear. Estoy cansado de esto.
Termina el poema y muere.