El insomnio de Borges era de entelequias y fierro,
de aborrecidos cantos de pájaros, de falsa inmortalidad:
Mi insomnio es de puro mortal, de pulso detenido,
de hambre con hambre y de preguntas sin signos:
De olor a perro en la cama, de mugre en la cocina:
De dolor en las muelas y ojos hirviendo:
Mi dolor es mi insomnio:
El de Borges estaba lleno de soledad,
el mío de presencia,
presencia mía o de alguien que dice ser yo,
ambos poblando un lugar indeseado,
pero su lugar estaba henchido de palabras y diccionarios,
el mío adolecido por falta de silencio
(saturación de significado):
Mi insomnio está demasiado lleno de mí mismo,
y no del destino de los hombres:
Es egocéntrico como mi tristeza,
un yoísmo constante:
Un espejo que se mira para reconocer a quien refleja:
Mi insomnio se caga en la historia universal,
pues el universo es suyo:
Y con él todo el dolor que en él cabe:
El insomnio de Borges era causado por lo ajeno,
por la enorme realidad que no podía abarcar:
Mi insomnio, en ese sentido, no sea quizás tan diferente:
Pero mi lenguaje es primitivo,
pequeño y lleno de otoño sin amor,
y no puedo expresar en unas líneas
cómo llegó Borges a permanecer insomne por siempre,
hasta escribir este poema que es el de aquella noche de Burzaco,
sólo que agotado por las palabras que se le escaparon
se repite sin abalorios ni pretensiones
en este cuerpo doblado sobre la misma página,
la misma noche.