13.2.17

Acta est fabula

Vi a la niña del sagrado silencio
ser escupida hacia el desierto:
Vi la saliva seca de la niña sagrada
ser escupida hacia el desierto:
Y dios me ordenó rezar:

Por las tardes melladas de vínculos pristinos
me ordenó rezar:
por los juramentos enfebrecidos del norte
me ordenó rezar:

A las matronas rosadas que preparaban el harina
me ordenó rezar:
A los grillos que invadían el atardecer
me ordenó rezar:

Con grilletes en los tobillos de mi nombre
me ordenó rezar:
Con la división del silencio en un espejo
me ordenó rezar:

Sobre la coagulada sangre de los cerdos
me ordenó rezar:
Sobre el inmóvil suelo regado de uñas
me ordenó rezar:

Entre las bromelias del matorral xerófilo
me ordenó rezar:
Entre el sarro de dientes carnívoros
me ordenó rezar:

Sin hermanos en la comida del invierno
me ordenó rezar:
Sin brazos en el abrazo del vacío
me ordenó rezar:

Desde las tripas recogidas por el amor
me ordenó rezar:
Desde los barcoluengos hundidos en la fantasía
me ordenó rezar:

Cuando los cuerpos se amontonaron sin Septiembre,
indeseados en las bocas penitentes del sol roído,
me pidió silencio:
Sin preguntar, sin desdoblar las rodillas,
me dejé caer en la indiferencia universal:

En el desierto la niña ya es mujer
y da a luz a dos hermanos que habrán de finalizarse
el uno al otro en acto sagrado:
Los pueblos en los bajos de las montañas
preparan las palanganas que recogerán
la sangre caliente de los herederos fratricidas
y trazan una cruz con ceniza
en las frentes de los recién nacidos:

Un solo gallo basta para abarcar tanto canto,
tanto amanecer,
tanta tragedia.