Irracional, diosa fascinada que
asciendes siempre,
has arrasado con nosotros:
Esperábamos la pulpa del trueno y
su jugo,
rodeando los toneles de vino
mareábamos el amor,
las piernas se nos hacían astillas
o granizo,
y no importaba ya ese dolor en el
pecho,
y el espejismo de decir lo oxidado:
Dominaste al fuego, rugido de
mariposa:
oh, el silencio y la ceniza,
amantes de ghetto,
fisuras de lo olvidado:
y tus grietas acabaron en mi cara,
tu contacto de horno imaginado, tu
látigo de dientes:
domaste, criaste al fuego ese que
te asustaba,
ese que en el agua de la ausencia
te consumía la sed con otra
garganta,
sed inextinguible por ausente,
dolor de piedra,
piedra sin cuerpo, cuerpo sin
estaciones:
Y llegaste elevada y única, portento
en llamas:
Así aniquilaste mis fuentes y
mares,
que en una fuga revertida escapaban
hacia mí de mí,
por morirse, evaporarse, en la demencia
de tu rostro,
ira del sol transfigurada en tu belleza:
Todo está vencido en el dominio de
tu fuego.