2.5.14

La cuna de los soles

He aquí la cuna de los rapsodas, los zares, los egregios:
Dioses y borrachos ante ellos se inclinan,
hay algo de Malasia, de Bulgaria, de España y Creta:
Hay de oros y cenizas y estalactita y manzanas,
hay de fronteras como arrugas en la cara de la tierra:
Aquí se doblegan todas las pieles, ante ellos,
los cabra, los seres humo, los bueyes de malta:
Son acunados en lo eterno sin el conocimiento,
son bañados de semen sin la experiencia,
son innecesarios más que para sí mismos,
y por ello el mundo los adora:
Quién osaría bajar la espada o rodar la hoz,
quién, si se los lastimaría, se los abriría
y podría verse su relleno de paja, de letras insecto:
Hay soles en esta mano, también, pero ellos mueren
luego del parto:
Un ser sin rostro debe ser intrascendente, debe ser de polvo,
pues no pertenece al súmmum de la existencia,
sino que se revela como impropiedad y otra vida
en el ignorar de los soles, sus tabernáculos,

conocimiento donde triste el desconocimiento se desconoce.