21.4.14

Lobera


A Sandra Figueroa

Doblegado bajo el hambre y los hipnóticos,
oí tu voz de papel, tu voz que tinta chorreaba
por cada orificio del teléfono:
Fui espíritu entonces, y te recorrí como a lo desconocido:
Aquí hay olor a estaciones, hiede a carriles,
la casa retumba de pecados mientras asciende el tren análogo:
Yace bajo la losa una historia de familia y arte,
de torsiones mecánicas en la merienda y el luto,
de pictóricas agallas y úteros guerreros:
Yace el arco partido y el autómata,
yace doblada la familia en frascos rotos:
Hay en las paredes manchas genéticas, y en ellas la gracia:
Desde el sur al centro te fuerzas por escalar
una corona de barbitúricos y fantasmas:
Sobre ella reinas, esclava del acento y el piano,
bajo tu silueta de matriz indomable,
orquídea de extramuros:
Has sabido dedicar cada hora a cada rozo,
reventar cada palabra en cada órgano, y las has regalado:
¿Has visto, querida, que uno dedica vida?
Y es el tiempo, devorador de epístolas e imperios,
y su dolor que va arrinconando la vida:
Pero, loba pájaro, esta pérdida de vida nos ahorra muerte:
¿Te has visto llorando en el espejo?

Somos los regaladores de entelequias, los faunos
de ajenos óleos:
Al escribir uno dedica, alma, alma mía,
y en el epígrafe tapa con sangre un nombre:
Has regalado un poema:
Y es que, ¿cabe duda alguna?, esa persona es el poema:
Pero, rauda, bestia inquieta, secreción sureña:

¿Qué somos nosotros para el poema?