8.4.14

El niño y la vieja


A Glady Orellana

Sentado sobre el trueno, doblado en segundos,
surjo de la abstracción al fuego:
Hay flores saliendo de los poros,
flores sin aire ni destreza:
Son gritos de pájaros vacíos:
Luna de musas, vaginas como peces cruzando la tierra,
vergas como tábanos buscando la sima de la sangre:
Así de inútil es la noche donde se duermen las noches:
Hay insomnio en el té, tu rostro de tiburón norteño,
tus dientes calados, de buey, tu lejana boca de sequía,
giralunas cóncavas son tus ojos,
marea seca de miradas:
Belleza ya olvidada, te debo una herida:
Y como león echado te oigo sin morir,
hermosa en el orden de los sotillos y la locura de estío:
Caos de infancia y resumen de lo vivo:
Tu recuerdo me arrasa, me envejece, me vuelve senil:
Vuelvo a la forma primaria, al sentido primitivo del afecto,
tu cascada de leche llena las grietas de mi cara,
tu saliva, nieve muerta, me albea el cabello,
tu risa reventada me alarga las uñas:
Me arrugo en la espera, el tiempo se arruga conmigo:
Madre de las vacas y la cornucopia quebrada,
estoy sentado, y solo no soy más que yo:
Envejeces y te espero envejeciendo,

como un niño siendo parido por la muerte.