A
Alan
I
Harto del hambre y la poesía, el hombre
llora:
Hay una cellisca de silicio cayendo lenta
sobre los cristales
ya casi rotos de la cámara que nada filma:
Rueda sobre cuerpos grasos, rueda sobre el
asco,
su raíl es el de la duda, su guión es mudo:
Blancos caen los recuerdos del padre
y su oreado diente falso, sus mates sin
fondo,
mi hermano sufre en las esquirlas del trigo,
el silencio exterior de la esperanza:
Querido, este lodazal de existencia es aún
nuestro,
no lo hemos perdido reventadas aún las
otoñales gracias:
Si morimos es porque ignoramos,
si vivimos es porque morimos:
No hay prisa en esta muerte de vivir,
hay tiempo de hierro y luz, de leche y
plumas,
nuestro tiempo es el de la sangre:
Y esta corre en relojes
que se cierran al caer las primeras hojas.
II
Hermano, yo te quise hecho dios:
Hoy te quiero hecho nada, reducido,
humillado, sufriente, cristo e inútil:
Si hay pesar es porque yo te quiero en él,
si la muñeca se te quiebra en la vigilia
de la violada gnosis social, su noche y
tarde y día,
es porque esos huesos sin formarse,
esos que besos en la negrura, que tiemblan
en mis nervios,
esos huesos articulan el cuerpo del amor:
Si callo en las llagas de tu cuerpo
es porque existo en el dolor
y es inútil toda palabra, todo abrazo:
Grietas en la roja montaña, Iguazú,
ese sueño como otros que desconocemos,
porque ni los sueños nos pertenecen,
o acaso se hayan muerto ya de hambre:
Hermano, te quiero nada, te amo en el polvo,
te adoro cuando la noche es más negra,
en tus huesos, suaves vestigios de un mundo
modulado por la belleza de tu sonrisa
cuando la música se come pájaros en la luz.
Latas de arvejas, telarañas verdes, arpas
rígidas:
Es el atardecer, tren sin pasajeros, parada
sin rieles:
Línea paralela, destino de ballena, azar de
neón:
Es la noche, música sin notas, notas sin
dientes:
Rebeldía de alambre, parques frugales,
calles ígneas:
Es la tarde, tierra sin promesas, polvo en
el ojo:
Oro de pan, café herido, misas de sangre:
Es la mañana, cabello que yace, tristeza
castaña:
Pequeño como el sol cuando llora,
infectado de sombras y bemoles, dulce sólo
en la boca:
Rareza de lenguajes, todos los mismos los
mismos en nada:
Conciencia prima, dedos blandos, certeza de
muerte:
Es el día, hijo que parimos, hermano,
con la cópula de los silencios:
Es quien nos cuidará cuando el último lecho
nos llame:
Ámalo, ámalo hermano,
que yo estaré cubierto de tierra y pelos,
y será el día quien te cubrirá con su manta
y te romperá la tristeza en el olvido de
toda poesía,
te hará día en una ejecución feliz:
Así podré visitarte, siempre con palabras en
las manos
y flores entre los dientes y gracia en el
pelo ralo:
Todas las mañanas, los atardeceres, las
noches y los días
no serán esas palabras que nadie entiende,
serás tú, hermano.