5.4.14

El sueño del poeta




Se levantó reluciente, nombrado por cada letra del abecedario,
bendecido por cada pluma del sol diurno, lleno de hambre:
Caminó sobre el pasto de la casa hasta la heladera de oro:
Sacó naranjas rojas y miel transparente:
Comió angosto, sonriente, mientras por la ventana
observaba el desfile de todos los animales hermosos:
Se vistió con hilos de agua y se puso zapatos siameses,
y salió afuera:
Saludó en la calle a la Srta. Fitzroy y a su bebé de viento,
ella volvía de cambiar de marido en el mercado,
y uno nuevo, joven, duro, estrepitoso como una ola,
la acompañaba:
Cruzó los puentes revertidos de la aristocracia,
siguió por el bello camino de peces que llevaba al prado lunar:
Allí se sentó a la sombra de un titán de caliza,
abrió un libro perentorio cuyas páginas eran radiales y azules,
y esperó al amor sobre las doce del mediodía:
Era amado, claro, bella mujer con un nido en la boca,
niña hecha de colmenas y fuego, de ojos subversivos,
de altos suspiros elevados al eje del beso:
Se tomaron de las manos y regresaron a casa luego de comerse
a unos niños de caramelo que regalaban en la plaza:
Llenaron la soledad de sexo, sexo rosa, híbrido,
multitud de muertes en una belleza enemiga:
Suspiraron la cena y se despidieron bajo el amanecer redimido:
El volvió sonriente a la cama, el mar de reposo,
la altura de todas las cosas, el triunfo de una vida:

Al día siguiente despertó,
y le ardían las manos:
Miró a su alrededor, la casa destruida, la verdad en los escombros,
se lavó la cara con sangre, comió un pan duro,

y con los ojos escribió este sueño.