25.2.15

Los ríos en la tierra

A Cecilia,
surco de posibilidades en el yermo de mi existencia

Olvidé lo que era dar vida,
sentado sobre el tiempo de los acetas,
signatura profana del sol quemado en su propio átomo:
Ahora veo sólo reflejos,
las realidades se atoran en las ruinas de la ciencia,
Crono ha sido un liberal muy ignorante,
y nos ha dado los segundos muertos en las manos:
Tic-toc, sentido y tiempo, violados por el instinto,
desfasados del agua, obliterados entre los junquillos:
Brea y polvo y polvo y huella,
segundos sentados en un trono que es el vórtice de María:
Su vagina abierta como la verdad:
Y por la verdad desangrada:
Los nervios celestiales del trueno socavados
del intestino del cielo,
bajo el cielo
de un cielo
atornillado a la razón de un banquillo de parque:
Dos sombras como ojos en el cemento:
Dos ojos como cemento en la ceguera de las sombras:
Dos cielos como espinas en la carne del tiempo:
Dos ciegos como sombras en la calle del cielo:
Hay ráfagas de centauros en tus venas cuando sonríes,
pero apenas se atreven a reflectar
sépalos y nectarios de la madurez de la tierra:
Porque eso se nos ha escapado, la indomable tierra:
Polvo a su polvo y barro a su barro,
no hay derecho a reventar el sentido del poema,
mas aceptar que lo ignorado es la sangre de nuestra historia,
que lo olvidado es su esqueleto:
Y allí quizá yacemos como el fuego en la idea,
doblados, como el reflejo en la idea,
reales, como la idea en el reflejo:
Astrónomos crucificados signan estas tibias herejías,
cordones de ayahuasca mental se desatan del viaje,
formando el recreo de la conciencia:
Imágenes de un imbécil sentado en un banco,
doblado por la ignorancia y la tristeza:
Fotogramas de tu carne erguida como una rosa violenta:
Un parpadeo y dudo,
enciendo las verdades como los poetas encienden los idiomas,
flujo en el despertar de tu imagen,
que despierta como un día hecho para existir eternamente:
Vanas estas letras que se buscan
como los ríos en la tierra:
El todo es un error de la nada:
Y este poema ha sido un accidente, querida:
Un error de nuestro silencio.