No hay necesidades de formalismos ni grandes
dinamismos del lenguaje para suponer y explicar el arte moderno: Es caos. Caos
como se concibe, es lo compuesto por indeterminadas variables que componen las
razones y definen las variaciones, por lo que se hace imposible conocer tanto
los acontecimientos futuros como discernir el verdadero valor de los
acontecimientos actuales: Debemos centrar el foco de estas designaciones en el
arte, que aquí sería no sólo los acontecimientos sino, al mismo tiempo, la
causalidad inextricable y los efectos, por lo que el arte es todo y no es nada
al mismo tiempo: Existe en el momento en el que se es apreciada pero, al ser
imposible de discernir su futuro impacto, se vuelve algo volátil y con un valor
relativo, que sólo la subjetividad puede dar, y esta no es lacónica ni global.
Pero ante este hecho, podríamos suponer la existencia de una subjetividad
universal, una forma única de comprender, apreciar, sopesar, sojuzgar, al arte:
Esta subjetividad universal es el caos, la idea ecuménica de todos sobre la
verdadera existencia de un valor real sobre lo apreciado. Al creer cada
individuo, afectado por todos los componentes sociales, políticos, y hasta
económicos de su posición histórica, pero no por ello asociado a una idea
múltiple o una polarización de la idea, que su perspectiva es única y de alguna
forma pertenece a otra idea universal del juicio, todas las perspectivas se
transforman en impresiones positivistas sobre lo impredecible. Aquí entra el
factor psicológico, en el que la raíz de toda idea a aferrarse a sí misma o
apoyarse en la ilusión de otra es el miedo a no estar controlando o estar
participando de lo que sucede frente a sus ojos. Viene a tomar su lugar el
comportamiento social (deshabitado de la comprensión empírica, duda metódica o
construcción lógica) para viralizar sus intereses, este es, el deshinibismo y el
desinterés sobre lo único, que explota en demostraciones populares artísticas que
se siguen sin una real aprehensión de la causa sino de la naturaleza caótica
que se expresa en el instinto. La superficialidad, por lo tanto, trae encima
otro rol importante, pero ella sea quizá consecuencia del llamado miedo: Dado
que A en este mundo pasa a B con inusitada velocidad y camaleónica habilidad,
quien aprecia A se desliga de sí mismo pasando a B sin comprender el trayecto
porque simplemente tiene miedo de perderse lo que está sucediendo en el
presente. Y, oh, los tiempos, pasado y futuro en el arte de hoy en día son
meras excusas para tratar de dar una razón de existencia al presente, pero como
lo presente e inmediato es lo único certero, a ello se aferra la persona,
siendo transportada, hasta por momentos diría yo que inconscientemente, de
presente en presente entre los cuales, de repente, como si la teoría de Schrödinger
fuera tan posible como imposible, causando la angustia de la duda, y de la
paradoja en sí misma, los valores han cambiado mientras parecen convivir al
mismo tiempo: Son posibles el uno y el otro, pero es imposible aferrarse a la
certeza y se opta por la elección impulsiva y caótica. No es objeto de este
artículo, o llámesele como quiera, definir nada, sino de intentar comprender,
pero también de establecerse como falso y verdadero al mismo tiempo:
La prueba más obvia sobre ello, lector, está en
la primer frase del artículo, en la cual se dice que no se deberá caer en
grandes formalismos o engranajes filológicos rebuscados, y sin embargo, lo he
hecho, tratando de desviar su atención sobre el verdadero propósito: Lo he
engañado. Sin embargo, por momentos, a pesar de tener un lenguaje elaborado,
las ideas mismas se confunden y todo se convierte en algo caótico y sin
demasiado sentido.
Este
artículo será visto como basura, un cuento, o una ecuación del lenguaje, según
quién lo lea, lo que demuestra su validez como reflejo del arte contemporáneo,
esto es, del caos, y, a pesar de las observaciones sobre él, la idea, sea cual sea, permanecerá, porque, como se ha dicho en un producto material del arte fast
food, el caos es justo.