19.12.13

Palabras irrecuperables

                                            A Romina, cubierta de cada palabra



I

Hubo primero un hueso de oligisto
 cercando mi mano y saliendo de la tuya,
el hueso gritando como nube de lluvia:
Hubo frases de mimbre y suspiros de siesta,
noche como hondo mar, noche en reversa,
silbos bajando de tristeza por las ramas,
carnes girando en lo quieto y lo impuro,
mareadas pieles, de sudor, laminadas, óxido,
infinitas en sí mismas, infinitas en el otro,
las pieles, los huesos, la carne:
Y nuestras manos jugando al espejo,
jugando a ser una la otra, recorriendo la noche,
volviendo sin nosotros a la uña y la caricia,
a la dicha callada de ser manos sin dueños.


II  

Un día abriendo la cara
un día de nada y tierra, abajo, cerca,
un labio subiendo sin boca,
un beso trotando sin brida,
una boca hecha de ojos,
los ojos hechos de besos,
la mañana hecha de nosotros,
nosotros hechos de nada:
naciendo a medida que amanece el beso.

III

Y luego de todos los séptimos días
hubo silencio:
Pero tenías los ojos de las tormentas,
y el pensamiento anegaba los días,
y, náufrago de mí mismo,
salvé tu ausencia de aquella isla,
pero esa isla era también yo.



IV

Presencia de presencias sobre los tronos,
subiste y reclamaste, y te vestiste de mundo:
Y hay como bosques en tus ojos:
los voy abriendo, quiero de ellos la madera,
quiero la madera de tu córnea y el fuego en esa madera,
que consuma la noche como un salvaje,
que arrase con mi ropa,
desarmada y soñando círculos a través de tu boca:
Son la lengua y los dedos, que machetean o hierven,
sembrada tu boca con maíz y lágrimas,
arado el vientre por mis dedos,
fecundada con sangre tu tierra,
esa tierra que eres, que eres bosque y mundo,
y tierra:
En ti crecen juncos y totoras, nacen pumas de tus árboles,
se comen el mistol los suspiros, llora el chañar,
y te vas más allá, y no eres sólo estepa o pampa,
sino mundo, y, circular, vuelves siempre al inicio del fuego:
 Yo me difundo en tu tierra como otro cielo,
como si fuera yo otro cielo al que mirar,
soy viento con hambre para comerte la existencia,
soy lombriz en esa tierra,
soy agua disfrazada de ríos,
soy raigón y cayados y abono,
y voy deshaciéndome y haciéndome,
volviéndome sismo, runa de vida, tu llanto:
Y como una grieta veo abrirse tu sonrisa,
y meterse en esa oscuridad que no cae nunca es saber
que el hombre es su propia caverna
y que a sí mismo volverá siempre:
Pero sumidas todas las alegorías en tu risa,
y abres los ojos:
Yo, olvidado en ti, me cierro,
para encontrarme no mío
en toda la creación viva,
eso que es tu cuerpo cuando yace en mi sombra.  


V

De cabeza en la noche cubierta
de lluvia y de vapor llorado,
al instante que se estremece sólo por volver
a tu suspiro o a tu instante,
que es un infinito inscripto en el polvo,
eres toda de infinitos y salitres, y la noche te adora:
Dolor sobre jade, de espalda reclinada,
cubriendo con tu sombra centrífuga mi pecho,
dolor de alegría, risa aroma, lengua de hiel,
llueves sobre mí como la locura,
te derramas como un laberinto ciego que pierdo,
aciertas al centro de la colmena, reina,
abeja de fuego, abeja de miel, miel de piedra,
los ojos se nos quiebran en la mirada,
la mirada se nos cierra en la ofensa del sexo,
somos hechos de puertas y nos abrimos,
las manos se enloquecen abriendo siempre la puerta correcta,
en tu cuerpo de casa, de confusión histérica, de armas y llagas,
y hay también huracanes en el trópico de tu cintura,
trombas marinas te salen de los pechos,
brújulas rotas se acumulan en mis muelas,
baja la noche y lloras:
Has sabido ser siempre en tan solo una noche.


VI

Pasadas todas las palabras por agua,
abiertas por viento, ahogadas de tierra,
quemadas por fuego, ceniza insólita:
Porque no son nada,
porque yo sé que no son:
Son del vacío, y vuelven siempre al vacío:
pero a veces se apagan también en tus ojos:

única salvación para estas palabras.