A Romina, cubierta de cada palabra
I
Hubo primero un hueso de oligisto
el hueso gritando como nube de
lluvia:
Hubo frases de mimbre y suspiros de
siesta,
noche como hondo mar, noche en
reversa,
silbos bajando de tristeza por las
ramas,
carnes girando en lo quieto y lo
impuro,
mareadas pieles, de sudor,
laminadas, óxido,
infinitas en sí mismas, infinitas
en el otro,
las pieles, los huesos, la carne:
Y nuestras manos jugando al espejo,
jugando a ser una la otra,
recorriendo la noche,
volviendo sin nosotros a la uña y
la caricia,
a la dicha callada de ser manos sin
dueños.
II
Un día abriendo la cara
un día de nada y tierra, abajo,
cerca,
un labio subiendo sin boca,
un beso trotando sin brida,
una boca hecha de ojos,
los ojos hechos de besos,
la mañana hecha de nosotros,
nosotros hechos de nada:
naciendo a medida que amanece el
beso.
III
Y luego de todos los séptimos días
hubo silencio:
Pero tenías los ojos de las
tormentas,
y el pensamiento anegaba los días,
y, náufrago de mí mismo,
salvé tu ausencia de aquella isla,
pero esa isla era también yo.
IV
Presencia de presencias sobre los
tronos,
subiste y reclamaste, y te vestiste
de mundo:
Y hay como bosques en tus ojos:
los voy abriendo, quiero de ellos
la madera,
quiero la madera de tu córnea y el
fuego en esa madera,
que consuma la noche como un
salvaje,
que arrase con mi ropa,
desarmada y soñando círculos a
través de tu boca:
Son la lengua y los dedos, que
machetean o hierven,
sembrada tu boca con maíz y
lágrimas,
arado el vientre por mis dedos,
fecundada con sangre tu tierra,
esa tierra que eres, que eres
bosque y mundo,
y tierra:
En ti crecen juncos y totoras, nacen
pumas de tus árboles,
se comen el mistol los suspiros,
llora el chañar,
y te vas más allá, y no eres sólo
estepa o pampa,
sino mundo, y, circular, vuelves
siempre al inicio del fuego:
como si fuera yo otro cielo al que
mirar,
soy viento con hambre para comerte
la existencia,
soy lombriz en esa tierra,
soy agua disfrazada de ríos,
soy raigón y cayados y abono,
y voy deshaciéndome y haciéndome,
volviéndome sismo, runa de vida, tu
llanto:
Y como una grieta veo abrirse tu
sonrisa,
y meterse en esa oscuridad que no
cae nunca es saber
que el hombre es su propia caverna
y que a sí mismo volverá siempre:
Pero sumidas todas las alegorías en
tu risa,
y abres los ojos:
Yo, olvidado en ti, me cierro,
para encontrarme no mío
en toda la creación viva,
eso que es tu cuerpo cuando yace en
mi sombra.
V
De cabeza en la noche cubierta
de lluvia y de vapor llorado,
al instante que se estremece sólo
por volver
a tu suspiro o a tu instante,
que es un infinito inscripto en el
polvo,
eres toda de infinitos y salitres,
y la noche te adora:
Dolor sobre jade, de espalda
reclinada,
cubriendo con tu sombra centrífuga
mi pecho,
dolor de alegría, risa aroma,
lengua de hiel,
llueves sobre mí como la locura,
te derramas como un laberinto ciego
que pierdo,
aciertas al centro de la colmena,
reina,
abeja de fuego, abeja de miel, miel
de piedra,
los ojos se nos quiebran en la
mirada,
la mirada se nos cierra en la
ofensa del sexo,
somos hechos de puertas y nos
abrimos,
las manos se enloquecen abriendo
siempre la puerta correcta,
en tu cuerpo de casa, de confusión
histérica, de armas y llagas,
y hay también huracanes en el
trópico de tu cintura,
trombas marinas te salen de los
pechos,
brújulas rotas se acumulan en mis muelas,
baja la noche y lloras:
Has sabido ser siempre en tan solo
una noche.
VI
Pasadas todas las palabras por
agua,
abiertas por viento, ahogadas de
tierra,
quemadas por fuego, ceniza
insólita:
Porque no son nada,
porque yo sé que no son:
Son del vacío, y vuelven siempre al
vacío:
pero a veces se apagan también en
tus ojos:
única salvación para estas
palabras.