Veo este pueblo, carcasa de humo, tortuga fiera,
y en él pasean de la mano muertos y vivos,
y los vivos reclaman la muerte, y los muertos la nada:
Veo horizontes flexionados sobre ortigas y lágrimas,
sobre cabezas de hierro hay nubes con fiebre,
y llueven números, a veces letras, jamás palabras:
Veo el fresno entre las piernas de mujeres estatua,
palomas con alma rebasando el pensamiento:
Los sabios son los que migran entonces, el pueblo va muriendo:
Hay roca que habla y tierra con músculo,
hay vida imposible en los destinos paralelos,
hay silencio en el pueblo y hay una campana sorda,
y quien sobre todos reina se llama a silencio,
y yo le describo el final de la fiesta confundido:
Apenas me mira con ojos de olímpico, con semblante de sismo,
y abre la boca, roja de cereza y sangre, y modula como un trueno:
“La única forma de ser real es no ser nadie; nada. La única forma de la nada es la realidad.”
Yo apenas pude señalarle
que había manantiales abriéndose en los huesos,
y que no había nadie escribiendo estas palabras.