30.9.13

El libro

Decir estoy muerto es no decir nada:
sembrada la boca con piedra, es el muerto el que muere.
Estoy vivo, dicen en los hornos
los trabajadores con el amor en las manos
pero los recuerdos en la ceniza,
estoy vivo, lastima,
vivo, dueles:
Duele la página que pasa:

Pero el libro, aún entre tus manos, se cierra. 

27.9.13

No esperes, no

Amiga, no esperes al amor en la frontera ni sobre la mesa:
yo lo esperé rodando en un azud, y del agua sólo me quedó el reflejo:
yo lo esperé, amiga, sentado bajo un álamo, vibrando en un atabal,
y fui polvo, polvo que se moría sobre bártulos olvidados en Oymyakón:
fui como el que esperaba, bebiendo ambrosia, sabiendo que jamás rey,
jamás esclavo, el filo callado del almogávar:
me desangré, amiga, sobre los campos blancos, de semen o flores,
y del cartero etéreo solo recibí una carta:
Al sur de mi miseria, decía, me había esperado el amor todo ese tiempo,
solo que ahora yacía en una cárcava, largo tiempo triste,
largo tiempo había enfermado y esperado mientras yo lo esperaba.


Amiga, no esperes el amor llorando frente al espejo.

26.9.13

No hay

¿Ya no hay poesía, hermano?
Mírame aquí, confundiendo las palabras, escribiendo:
lo que quiere ser poema y es un visión o un atolladero:
puedo decir roble, estrellón de dientes, besalamano del norte,
puedo callar también, pero seguiría escribiendo:
Con los dientes chirriando gruñiste que si no hay poesía
no estoy yo:
no estoy;
es tarde y los gallinazos bajan a besarme.
Hay ideas entre los árboles, baja niebla,
hay desconcierto de la palabra que tiembla en la última boca:
sahumerio de lágrima que aroma toda la tierra
es la búsqueda del poeta:
y esas lágrimas son vapor,

y ese vapor es una nube que se come al sol entero. 

25.9.13

Noche en pedazos

Sobre la noche todo se abandona:
se recoge el animal muerto que dejó el sexo en la cama,
impíamente se sacrifican los fulgores bermejos del nombre
con el que los baldaquines fabulaban en el trono mojado:
Se abandona también la presencia:
Quién es entonces esa persona que nos llena con su abandono:
si, postrados en el catafalco, instalamos el rostro
para que nos bañen,
 antes de que rompa el alba,
y puros y pasados por lágrimas,
quebrado el cuerpo ante el grito del día,
salir a buscar una vez más a ese que no es nosotros,

salir a amar una vez más a ese que no es nosotros.

23.9.13

Las luces vanas

Apaga la luz, ya es de noche:
no quieras acaso hacer de tu vela un día en el cuarto.
Entiendo que, triste, busques compañía:
pero son entonces las sombras quienes te abrazan:
umbrías sementeras se abren, cada vez más amargas,   
en el laberinto que se guarda bajo la piel:
Muchos preguntan dónde estás ahora,
dónde sufres esta noche; pero es de noche:
apaga la luz, que es la ausencia la que llora:
descendida, vaho sobre los manglares:
duérmete en caracolas hinchadas de quimeras,
duérmete, deja sueltos tus ojos abiertos,
que yazgan en la angostura de tu melancolía:
en los sueños te desaparecen como ofrenda
            quienes te buscan y luego te olvidan:
Al día ellos lo entronizan bajo los parasoles leonados

mientras se desayunan al último gallo que despertaba al pueblo. 

21.9.13

Una mujer soñada

Hoy te soñé y amé: con un cacillo de madera vertías
avena en mi boca. El acto salvaje de matar el hambre.
Te veía recorrer la cocina con tus pies de mimbre,
atando y desatando la existencia en el óxido de mis viejas ollas:
Por qué eras precisamente cuando, servida la mesa invisible,
yo me deslizaba por las escaleras aupado en tu sombra:
por qué de amatista cercabas con labios a los míos:
eras el brezo de toda mi tristeza al nacer.

Cuando alcancé el poema te habías muerto:
yo despertaba:

solo sabía de tu existencia al ser sueño sin mi letargo.

La soledad del reflejo

A Alejandro Schmidt

A la palabra ultrajamos; de mármol roto sea quizá tu búsqueda:
Cómo escribir a pesar de las palabras:
A pesar de ellas abrimos el fuego o guiamos al trueno:
No hay poesía sin crimen. Como no hay vida:
Y nos sobreponemos con ellas:
Imperio, ornato, rosas, Grecia, aceite, tigre o quinqué:
de la cadena al lenguaje hay un pájaro de distancia:
bajo la sombra de una de sus alas escribimos lo que somos
mientras la otra derrama realidad sobre la misma página:
estaba en blanco.

Miro con anhelo una antigua crestomatía, roídos nombres:
poetas sobre poetas tu verdad me conmueve: 

y corro hacia mí,
 buscando lo que perdí en las palabras.

18.9.13

El niño bajo la cama, el monstruo dormido

Díganme, apóstoles de la verdad, la risa y la seta:
díganme, amigos, el secreto que los hace verdad en verdades:
díganme porqué puedo ser a pesar de ser:
monstruo triste, caída la vista al abismo, soy la culpa:
del patíbulo el roble ha hecho adornos de feria:
soy amansado por la tauromaquia y los carniceros,
soy pábulo y desayunado de mis propias carroñeras:
Consumido.
Consumido miro al niño que fui:
sueños son todos los que este niño ha vivido:
ahora frena la realidad con una mano, pero es tarde:
mamá lo llama a dormir

y yo me escondo bajo su cama. 

16.9.13

Los reyes bajo la lluvia

Al llover callo; undosas son las gotas,
así como sus designios:
Quién, convaleciente, férreo el tendón del alma,
abrazaría la posibilidad de dejar de oír tan falaz armonía:
quién osaría sacar de su cubil los chapines imperiales
para calzar en ellos los pies agrietados:
de vejez o de agua
la piel se cansa:

Retribuidos se duelen bajo los osarios algunos reyes,
mientras de luz carecen los huesos de la plebe:

Si su sombra lastima es porque está vacía.

Ser la sombra

Es en la muerte donde se encuentra uno
con todo lo que alguna vez supo apreciar:
Jamás en la vida se está cerca de lo que arde:
en el pecho como una antorcha apuntando hacia abajo
duermen todos ellos, los que miraron tu sombra:
a la luz del día ardías en sangre, esputo de Tánatos:
No eras realmente tú al que observaban:
eras el otro, el que creía vivirlos:

y muerto los recibes porque de inmortal te han vestido.

14.9.13

Sobre algunas noches

El celo de la noche me acaricia a veces,
se mete en la boca, sabe a corcho, a cisne triste:
se mete por los oídos, es la voz de un griego bajo la tierra:
se mete en la piel, duele como el agua cuando está vacía:
se abre en los ojos:
se ve como la carretera que conduce a las ciénagas:
el rodal  afiebrado que de cuando en cuando
saluda con estrechez entre tu cara de bosque absoluto,
único signo que recuerda cuán sola es la noche
cuando te duermes en los collados:
            amarrada a las estrellas de tus ojos ya lunas. 

13.9.13

Entre cada espacio

Acaso conozco la desgracia de ser,
solo que ignorada la presencia el olvido ha hecho un vórtice:
Si es innombrable mi nombre lo soy yo también:
Pero entonces,
quién derrama sobre el estante de mi ojo
el churdón y la lágrima:
A las serbas sobre la palma de oro desprecia
toda boca reparada con légamo y abandono:
los marbetes pegados a la existencia son heréticos:
Hulla y furia tragan en las minas:
lo que los dioses han rechazado

reposa en el espacio que abandona cada palabra.

11.9.13

Unos recuerdos de viejo

Sentado sobre las estatuas inclina la cabeza:
Su vida de antes, la vida de carbón en la boca y carne seca,
de sueños en madera y secretos de ormolu:
Tarde tras tarde puso un poco más de grava
sobre la señera presencia de su infancia;
            Recuerda el tiempo del amor joven,
la salada frescura del verano sosegando los cabellos:
Los gredales donde no desgreñaban ni paños:
quitaban las manchas que la melancolía
había emplastado en festivas voluntades.
Recuerda los nudos de las caricias al lado de los fuegos:
la espada que de árbol en árbol fue cortando
los toneles de vino y los panes circulares:

Un día cierta risa se posó al pie de su cama,
y resonó con tanta fuerza que, cual castillo de arena,
formó una perla en el nácar de su tristeza,
abriéndole la boca para comprender la otra música.  
           
           ¡Cuántas noches nació una y otra vez
a la lumbre y sombra de esa naturaleza!

Pero también recuerda cómo:
finalmente se fugaron todos los sueños
hacia altas cumbres, coronándolas de llanto,
para que, purificados, bajaran de nuevo hasta él,
que reposa para siempre junto al río constante.

Mas todo esto es vapor que entristece la casa,
           vapor que sale triste por las grietas de su cara.

10.9.13

Los críos de la locura

           Desperté con los dedos tiesos y la carne empapada:
hoy es el día, dije,
hoy empieza o termina:
Azul tierra o fuga de aire:
Me voy al centro de la tierra,
junto a Judas Iscariote.
En mi última presencia soñé con espejos rotos
cuyos fragmentos reflejaban el rostro de las flores
que con su llanto crió la guerra.
Hoy es el día:
turbas de locos, rastreadores del cuero,
ladrones de ojos, enjambres de hienas:
me buscan bajo las sábanas,
refugio donde me arranco el hígado

y se lo doy a los sueños que crió la guerra.

6.9.13

Madre y padre

Cuesta abajo habían rodado ya ocho lunas
dándose muerte a la vera de un riacho febril para
nacerse orbicularmente en el horizonte, que es un círculo rebelde.
Nueve, y se separan, abiertas para el milagro,
bastón que empuña el tiempo en su lecho de crisantemo y laurel,
las piernas como el agua dividida
y es expelido hacia el viento un dios, que la Srta. Ayala,
una enfermera que amó a doctores sin cabeza,
toma entre sus manos y le lava el cuerpo quitándole el vestido de sangre
para devolvérselo a mamá como si hubiera salido
del útero de un helero pulcro.
Vives
Como si el recuerdo arrastrara a la locura
el rostro de un sátiro se implanta en los flancos vírgenes
del ejército de un hombre solo que yace sobre las sábanas.

Papá era un borracho. Todas las noches prendía fuego
mi cabello alisado con su aliento. Todas las noches se moría en la mesa.
Hasta que mamá corrió conmigo entre brazos, y yo creía
que acabaríamos ahogadas en el diluvio que pergeñaron
el Tigris y el Éufrates para purificarnos
impenitentes pirómanos sucios tachonados por bronce dominados
Pero mamá no fue tan lejos. Nos quedamos en casa de la tía Susana,
donde florecí mañana a mañana hasta abrir los ojos en los vergeles.

Vives
En el hospital no pasaba más que el secreto que la muerte
le había confiado a los relojes, un bisbiseo tímido e inmóvil,
única herencia de las horas.
Ella se vio en su hijo mitad ella mitad monstruo
y sesgó con el filo de sus labios, besando la frente nueva,
a la mitad indeseable,
Vives
Y con la decisión perentoria, nacida del recuerdo como llama intrusa y condenada,
tomó a su hijo entre brazos y se deslizó, sombra en sombra,
hacia el ojo ciego donde retoñaba el exterminio de toda impureza.

Él llegó para cuando los gallos se comían entre sí
y la Srta. Ayala le decía

Se fue 

4.9.13

Un juego de guerra

Ella no existía si yo no la amaba:
precoz era la saliva derivándose hacia otra fuente,
la de sus manos o sus pies:
            En ella me inundaba.
Y era entonces tan pequeña que le temía a las briznas
de las judías verdes y a las finas cuerdas del virginal,
que a veces sonaba desde un sucio óleo de Vermeer.
Yo la abrazaba, me hundía como una raíz en su piel,
y a veces salían de sus poros bellas flores sedientas.
A través de los vellos y los abalorios
me tendía la mano y me invocaba sin miedo:
Pues existía solo si la amaba,
pero yo no era más que un recuerdo,
un fantasma que ella creara en solitaria noche de lobos

mientras jugaba Kriegspiel con su sombra.

Finalidad

Siento como si siempre hubiese sido un simple medio
para fines que me son indiferentes:
Afuera juegan la alhacena y los restos de pared que la poseían:
juegan el esperanto y una lengua cortada:
juegan el dátil y el nogal sin cabeza:
Yo no espero más diversión que la de morir.

Y aquí, donde el frío se duerme al desvelo,
arrojo mi cara al piso duro y aplasto en él mis lágrimas:

Siempre he sido un medio para el fin del mundo.

3.9.13

Donde duele la familia

Mi padre me duele, justo debajo del hígado.
Su búsqueda de perro viejo y maldito me encierra sobre las blancas:
Un llamado de muerto, el fuego en los huesos secos:
He estado arrollándome en una pasta de pena y resaca,
con los dedos tensos y la cabeza erguida,
como preparada para el hacha del verdugo.
Su búsqueda no es la mía,
pero mi búsqueda quizá sea la suya:
Por eso asomo los ojos sobre la tinta, que acumula un horizonte,
y lo veo, y lo detesto, y se desliza ya pira de vértigo angustiado:
me veo dando zancadas en sus ojos,

evitando los esquemas de su sangre.

2.9.13

Bajo la lengua de la serpiente

Luego del invierno pero no todavía en la primavera,
ella se dejó caer junto al terciopelo manchado.
Le dolía la cabeza y tomó algunos medicamentos,
pero sabía que su dolor venía de la nieve o del río helado,
y por lo tanto era irreversible.
Lloró entonces casi sin cederle un paso a la muerte,
animal de jaula, acorralada fiera que se partía los dientes:
oyó trompetazos y soliloquios hediendo en las calles de fantasía:
Ella también estaba quejándose sobre la piel del hombre,
esa que conocen las uñas y los tatuajes,
esa que mordió lo que a la manzana hizo del pecado.
Cuando cerró los ojos, aún el corazón le hablaba:
murmullos de una primavera inexistente:

una marquesina del odio.

Un debate de más

En una charla de las últimas que tendría públicamente,
en la cual se debatía si la poesía viva o la poesía muerta,
un hombre, un poeta joven y ampuloso cuyos versos venían del semen,
me echó en cara la indiferencia.
Yo pregunté ¿cuál? ¿La suya o la mía?
Todos entonces guardaron silencio, porque era finalmente la vergüenza
que terciaba su sombra sobre los sombreros raídos.
          

            Los hombres inclinados son los únicos que no le deben nada al cielo.