Apaga la luz, ya es de noche:
no quieras acaso hacer de tu vela un día en el cuarto.
Entiendo que, triste, busques compañía:
pero son entonces las sombras quienes te abrazan:
umbrías sementeras se abren, cada vez más amargas,
en el laberinto que se guarda bajo la piel:
Muchos preguntan dónde estás ahora,
dónde sufres esta noche; pero es de noche:
apaga la luz, que es la ausencia la que llora:
descendida, vaho sobre los manglares:
duérmete en caracolas hinchadas de quimeras,
duérmete, deja sueltos tus ojos abiertos,
que yazgan en la angostura de tu melancolía:
en los sueños te desaparecen como ofrenda
quienes te buscan y luego te olvidan:
Al día ellos lo entronizan bajo los parasoles leonados
mientras se desayunan al último gallo que despertaba al pueblo.