Finalmente han llegado, siguiendo
el fanal cojo,
los navíos de
la infancia, estrechados contra los islotes vetustos:
A un hombre le
bastaría ceder su copa para ver toda la hermosura:
y he aquí que
ella moja su cabello en el vino,
y es más bella
que el corazón de las uvas:
Pero los
marineros han reportado el mal de la marea sobre los bancos,
y escapan hacia
sumideros como venas para evitar la sal:
Son niños que
lanzan guijarros contra la borrasca:
Sus barcos son
de papel y el amor es una verdad adoquinada:
(La vejez y la
juventud son una misma estación,
pero cada estación
es la tormenta que la arrasa)
Y ella sigue
mirando sobre la mortaja que los envuelve:
Ata sus manos
con la ingenuidad de una niña,
pero eleva el
fuego con los ojos de una deidad:
Sabe que pronto
todo estará sumido en el cielo.
Yo sé que el
final se aproxima, pero me siento y respiro el agua:
Ella aún es
hermosa entre las algas y los muertos,
me socava la
piel, saca el aceite de mi tristeza,
y absorbe con
los ojos el palpitar de la marea blanca.