31.10.13

Marea muerta

Finalmente han llegado, siguiendo el fanal cojo,
los navíos de la infancia, estrechados contra los islotes vetustos:
A un hombre le bastaría ceder su copa para ver toda la hermosura:
y he aquí que ella moja su cabello en el vino,
y es más bella que el corazón de las uvas:
Pero los marineros han reportado el mal de la marea sobre los bancos,
y escapan hacia sumideros como venas para evitar la sal:
Son niños que lanzan guijarros contra la borrasca:
Sus barcos son de papel y el amor es una verdad adoquinada:

(La vejez y la juventud son una misma estación,
pero cada estación es la tormenta que la arrasa)

Y ella sigue mirando sobre la mortaja que los envuelve:
Ata sus manos con la ingenuidad de una niña,
pero eleva el fuego con los ojos de una deidad:
Sabe que pronto todo estará sumido en el cielo.

Yo sé que el final se aproxima, pero me siento y respiro el agua:
Ella aún es hermosa entre las algas y los muertos,
me socava la piel, saca el aceite de mi tristeza,

y absorbe con los ojos el palpitar de la marea blanca. 

30.10.13

El refugio

A los que no me han visto sufrir, se los explico, es muy simple:
Me doblo sobre la sombra que deja el llanto y reposo una mano en el norte
y la otra en el sur. Los pies se van de este a oeste. Subo un ojo al cielo:
Bajo un parasol esplendente cuarteo la lluvia en varios pedazos,
y se los doy a las hormigas que trepan la columna del reloj:
Abierta la arena sobre montunos cristales me reflejo en cada grano dorado:
Soy infinito, o casi, cuando sufro. Corceles y alabardas me ultiman:
Es la sangre entonces que, enloquecida, me forma el pelo,
y sobre las luminarias del credo, sobre hornacinas sin sacrificio,
me entrega al nervio del verdugo, cuyas manos nutridas de tanta muerte
van cortando trozos de ébano para decorarme sin certeza:
cada suspiro baja por la garganta de la tierra como un terremoto:
cada lágrima rompe metales en los dientes de la noche:
cada lamento expulsa un fantasma de los castillos
(desde Chapultepec hasta Neuschwanstein):
Cuando sufro soy todo lo que se puede ver, la caída del viento muerto,
los zapatos de despedida, la cena de los amantes, el sol trasandino:

Cuando sufro hago todo esto, lector, pero hay algo más:

Cuando sufro soy suyo, lector, y me refugio con palabras en su memoria. 

Los ojos quebrados

Se necesita a alguien/ tan quebrado como uno/
para quebrar el llanto en dos/ un ojo/ otro/
mi lamento es no mío/ es tuyo mi lamento/
tu lamento es mío/ es mío tu ojo/
el que deja caer agua/
Dos ojos lloran, pero no son los dos de dos/
son uno de uno:
y tan quebrado como el otro
que uno llueve del ojo ajeno

Hijo del muro

Sobre las cabezas grises ha pasado,
(como la lluvia entre sus cabellos,
borrando sin querer la distancia por dolor)
el muro quieto del que te hicieron nacer:
Allí van las verdades a arrastrarse e implorar una oportunidad,
mas los que lloran contra el muro las desvisten
y en la carne las graban de recuerdos:
Toda esa tristeza te ha parido.
Hay arena quieta en los relojes,
la proximidad de tu ausencia solo la dicta el tiempo,
que ha callado todos los secretos:
Pero subes a lo alto del muro, recién nacido,

y pretendes salvar de las lágrimas a los consumados. 

29.10.13

Las manos del grillero

¿Son acaso tus manos más dignas
para cerrar el grillete en el tobillo del ilota?
Tu esclarecido abolengo te permite el gusto
de ser quien rompe la tierra, el que forma,
con las uñas o los cabellos, los caminos hacia el tablado.
¿Pero no ves, acaso, las sangrantes rodillas del grillero
sosteniendo su cuerpo todo mientras con sus manos rodea
las mismas muñecas que en la aldea le fueron amadas?
Imperio.
A ti te quedan vivos los vestidos y las jaulillas,
y al miserable una parodia del Gólgota,
que de río en mar corre como la esclava

liberada durante sus sueños más rebeldes. 

28.10.13

Líneas absurdas

Miro y hay vacío/ y hay unos labios/
y están mis ojos dentro de esa boca/
hay vacío en un beso absurdo/ de ojo con boca/
y te miro desde dentro/ miro la nada/
y beso una idea

La taza del rey


Sobre el pecho arrugado la locura divide la sangre;
en su ojo izquierdo sulfura, como el azufre en vientres de lunas muertas,
la tristeza entera;
el derecho guarda la voz de la fibra real.
Han pasado los pastores húmedos con las lluvias sureñas
y acabaron ocultando los rostros entre la carne del rebaño:
no hay oro en los morrales ni gloria en las huellas:
tu yelmo yace hendido, fútil rey:
tus legendarias monturas han volado hacia la garganta del invierno,
donde raspa el anhelo de vino y de amanecer furioso.
Indivisibles las bocas dulces, que de tres en tres
arrojabas al fondo de tu opalina taza, serigrafiada con ríos y cabellos:
pozo demencial hacia donde rodaban las cabezas que tu amante más fiel, el verdugo,
supo desprender de tan preciosos cuerpos.
No me recordarás, ni mi canto:
vengo de más allá, de tus días rampantes y tus horas afiladas,
de la tierra que violaste con tu impulso de toro liberado:
soy de esa sangre que no es mía pero que mancha mis ojos:
observo tu descenso infernal con los dedos en nudo.
Pasados los años y las murallas, conservada la bravura como vegetal deshidratado,
te ves, gris, subiendo hacia tus labios tu última taza
en cuyo fondo reposan los fragmentos de tu memoria:

Tiembla la mano real y la taza cae. La rodilla ha besado el cielo.

En las palabras de una dama


Ha hablado y fue como si yo naciera:
Una a una sus palabras me formaron:
No tenía ni principio ni fin:
Y, creadora de fuentes en la memoria,
me señaló el sillón vacío en el que reposaba la muerte:
Junto a ella me senté una noche sin ojos:
Y ella se sentó del otro lado,
que era yo, el otro lado de la muerte:
Luchó por retener mi sueño
en su pecho y no sobre la segadera:
Labios partidos y dientes y aceite de ababol
se derramaron sobre nuestras sombras:
pequeños versos como pájaros desterrados
cayeron también entre las bocas mordidas:
En la gloria del beso fue finalmente la muerte
quien lloró sobre todos los madrigales:

Esa noche reposé sobre la arena de una piel:
hermosa en cualquier suspiro jurado
por el viento entre los agostos bruñidos.



Al día siguiente yo estaba hecho de nada,
pero ella abrió los ojos y leyó algo en mis grietas:
Los que han visto leer a esta dama

saben que solo es si está hecha de palabras. 

24.10.13

La ondina patagónica

Bajando por una ruta,
la niebla densa como leche,
oí el lamento de una ondina.  
Lo busqué:
La dura Patagonia me perdía con todas
sus coníferas y fagáceas, con sus páramos febriles:
Bañándose en un mallín de agua
vi una mujer con manos de cuarzo y pelo de ira:
Me indicó que me sentara a su lado,
mientras se doblaba blanca sobre la sal,
suficiente de ella misma:
Le dije que escapaba a las pasiones de los hombres,
que entre tapias y planchas torcían los destinos tristes:
Rozó mi mejilla con un gesto materno:
“No es el odio”, dijo, mientras blandía un pájaro de hielo,
“No es eso, ni la malicia, ni la locura lo que nos lastima:
Son las pasiones las que nos arrastran a destruir a los otros.”
Me indicó con un dedo el lugar que ocupaba el corazón:
Desde ese día, entre maderas arcanas y estepas negras
el único sitio que permanece vacío es ese:
De vez en cuando lo llena un recuerdo,
pero los agoreros se encargan de sacrificarlo
para el banquete del fin del mundo.

23.10.13

Una confesión sin importancia

Muchas veces me preguntan cuándo o por qué empecé a escribir. Me quedo balbuceando algún lugar común, algo que frene la curiosidad ahí mismo. Porque no tengo historia ni nombre. No hay un gran pasado sobre mis hombros, ni decorosos datos sobre nada. A veces llego a creer que solamente existo en el momento exacto en el que alguien me inquieta con una pregunta.

No hay, tampoco, algo que haga: respondo "Escribo, nomás." Y la respuesta queda vacía. Porque para escribir hay que ser alguien, tener un pasado y un apellido rimbombante. Si es el caso contrario, uno no escribe, uno pierde el tiempo. Todos sonríen y dicen que es lindo, pero no es trascendente. Daría lo mismo regalarles orquídeas o pensamientos.

Ahora (la lluvia cae en los osarios y la tierra cede en los cementerios) es el insomnio el que me pregunta algo. Apoyo el oído contra el silencio, y de a poco se acerca la pregunta: "¿Quién sos?". Yo escribo y trato de decir algo, pero a esa pregunta no la responde nadie.

Historia de familia

Mi padre pedía comida en las ferias y las ermitas:
Yo pedía amor en el útero de la ausencia:
Mi hermano pedía oro a desconocidos:

A lo lejos, en tierras de un prior y un diablo,
tres personas se alimentaban mientras se amaban:
los morrales vomitaban oro sobre las grutas.

Ese verano mi padre murió de hambre,
yo envejecí solo,
y mi hermano se vendió en un incendio ferial:

La familia es el ojo del huracán.

Vacantes

Lo que cansa no es la angustia o la desgracia:
Vamos, pasan los trenes con becerras inmoladas dentro,
asordan el paso transeúnte que persigue toda felicidad:
Es esta la fatiga del cielo y los hombres,
el desconocimiento de sí mismos solo les da voluntad:
Bajo terrazas cíclicas y eternos milos
se teje la bravura como se teje un pulóver
o una cesta de mimbre si se fractura el ojo en el recuerdo:
Pero es la ejecución de inocentes a la hora del almuerzo:
Asistiremos a compadecerlos por última vez,
porque de ahora en más serán ellos los que cesen su búsqueda.
Nosotros ocuparemos la vacante que dejaron vacía,

pues la felicidad es peligrosa si nadie la busca.

22.10.13

Bajo las columnas

Ella era vieja, como las columnas
tras las cuales se escondían héroes de terracota,
lastimados en el orgullo,
escupidos en el margen de los propileos:
Ella era tan antigua como mi tristeza,
y de las goteras de sus manos
caía la palabra que a todo hombre redime:

¿Esperar la muerte?, me dijo:
No es uno el que la espera:
es el esperado.

21.10.13

La felicidad es presa

Una felicidad, dormida, abierta, una y basta:
Derrochada a quinquenios o decenios, es ella la que sufre:
Buscada como sed o hambre bajo soles abúlicos
por hombres que crearon efigies de su venerable fuente:
Ellos ardieron en arenas y valquirias,
en cinc, nubes fritas y pronos domingos a la muerte:
Ardieron tanto que el fuego se les hizo sombra,
y la tristeza fucilazo o incendio:
Por ello y más, cazaron a la felicidad, impíos:
Los arcos de la miseria se doblaban en las siegas desecas
y horquillas doradas laceraban los montes:
mas la felicidad huía, tras huellas de animales olvidados:
Lloró su destino de presa en la caverna griega.

Uno de los cazadores, tras días y semanas inútiles,
perfiló el arco horizontalmente, cansado, y mató a una gacela:
Observó el cuerpo del animal,
se detuvo al umbral de la muerte.

            Mientras su familia se preparaba para probar la carne,
fue la tristeza la que puso los platos y vertió el caldo
en las escudillas vacías de hambre y noche:
El cazador cedió paso al recuerdo y le dijo a su mujer
que jamás volvería a ir tras la felicidad,
pues había visto su cadáver en los ojos de la gacela.

En el sur del cielo nacía la muerte,

con la esperanza entre brazos. 

18.10.13

Los dos hombres

Lejos de la guardia pretoriana, del muro majestuoso,
a las orillas del mar Caspio, hundido en Kara-Bogaz-Gol,
un propretor fugado llora el destino mientras trata de respirar:
En la cávea de un anfiteatro su hijo lo espera,
ardiendo ante la vista de las venationes:
pero el padre se ha abandonado como se abandona todo:
y muere de tristeza con la cara ardiendo,
como la cara de su hijo, como el alma de su hijo,
con la piel ardiendo a la luz de la luna.

Cerca de la orilla, oyendo las badajadas desde la Abadía,
un hijo, hombre pescador, amado esposo y padre,
llora el destino de una sirena que canta con voz rota en lejana ribera:
abandonado al delirio por amor el pescador
sujeta con los ojos la luna entre las sonrisas del mar:
así mueren los hombres, con el amor en las lágrimas o en la sal.

Lejos, lejos de todo, nadie repara en trágicos destinos:
Ambos muertos desconocen, también,
que a través del tiempo y los muros y los mares

se han matado el uno al otro. 

17.10.13

Algo sin gracia

A un desconocido amo y sigo;
uno que posó diaspro en mis ojos hinchados,
uno que trituró orquídeas para perfumarme:
Un desconocido que fue y ahora sigo,
no sin mi pena, por un camino de almendrillas:
Sigo a alguien, lo desconozco,
sigo y amo a alguien que no existe.

En el camino, estrechado bajo la sombra de un gigante,
se da vuelta y me habla, colmando mi tristeza:

“No existes”, finalmente me dice:
y ahora me sigue para siempre. 

14.10.13

Los lados del muro

A esa pared le hablé, a cada uno de sus ladrillos,
a las arañas recogidas sobre sí mismas en opacidades mínimas:
Era imposible no tocarla,
y la acaricié incluso mientras lloraba su rostro:
taracea que respiraba sin oler mi miedo.
La que fue hermosa y ya no lo es,
pero de su hermosura me queda apenas la palabra,
y la describo como a una greca en ese muro:
vivir por ella sujetado a la tierra
para no matarme contra el cielo:
fue todo de la nada y era ella y menos yo:
vivir, aunque no fuera más que a pesar mío:
Hasta que saltó la pared,
un día henchido de viento, harta de tanto sur,
sólo por ser libre de mí y mi tristeza.
          
           Y a la pared le dejé todas mis verdades,
pero solo de las mentiras hizo un muro,
y tras él me esperaría siempre un mismo rostro desconocido:
la hermosura solo sería en las palabras,

y mi lamento estaría siempre en el otro lado.

12.10.13

No es dios

Yo no soy lo que creo ni lo que nadie cree,
todos, mijo al suelo engordando vanidades:
lienzo que grita por ayuda,
y la casa solo renombra el eco de sus muertos:
Hay un humo febril en el cieno
donde ella, la pura en su hopalanda gemela,
tuvo que desvirgar los pies a lo humano:
crezco a pesar mío aún en ellas, las desgracias:
No soy, o soy, y es dios quien nos desviste,
aunque no sea más que después de las huesas:

Si dios es lo que creemos, no es lo que reposa en la peana,
si dios es otra cosa, no existe pues nos es ignorado,

si yo soy dios, el infierno es la poesía. 

9.10.13

Preguntas al tiempo

Me tiemblan las manos, es el tiempo:
Un retablo lo representa sobre un muro negro:
Tiemblo y temo,
soy esclavo de fango con ataderos sin fuente:
Sobre todo marchamos,
herimos la tierra de sangre ya savia.
Y qué es el tiempo, dicen los boniatos y el zorro,
avergonzados de ser inconscientes bajo su forma:
No puedo responder:
Es sólo el tiempo quien sabe regular todas las preguntas,

pero de sus respuestas quedan apenas las agujas. 

8.10.13

El enterrado

"Siempre me decían que yo era una persona maravillosa. Alguien bueno. Alguien que merecía siempre algo más. ¿Por qué, entonces, me quedé para siempre solo?"  
                                        
                                  Nota de un paciente del asilo Longue-Pointe, días antes del incendio      

Ardía. Todo:
el agua quemada, los árboles en guerra,
animales pletóricos de fuego,
ídolos de escayola sobre las rodillas abiertas,
la cara de los zares con una flor muerta en la boca,
en las tapias y sobre la arcilla,
el desierto buscándose en el espejismo
(como yo cuando miraba el reloj y aún la amaba):
Todo ardía, pero ella trajo paz a la tierra:
ella, la que rompió poemas de inmortales
y dejó a todos con un cirio en las manos:
Ella trajo el cielo a la tierra que ardía:
pero yo ya estaba bajo la tierra,

amando sin amor el fuego entre el fuego.  

7.10.13

Último viernes

Ahuyentado de mi último viernes
caí a la isla, donde el salitre y la fisura, vainas de crema seca,
los dientes del mar comiendo el cuerpo blanco,
blanco de los secanos el resto del terreno:
Mi último viernes amé a alguien,
pero su voz no era el fanal que me guiara antaño,
sino la canción desterrada de una nereida muerta:
Por mar y sangre y en la tinta la tormenta:
Mí último viernes recogí un dios vagabundo del espejo
y lo llevé a dormir conmigo:
El lloró conmigo que del amor se hicieran efigies
apenas parecidas al dolor bajo el brezo y sobre el fuego:

Pero en la isla comprendí quizá menos, y aun una epifanía:
Tú, desde tu isla, has lanzado toda tu ausencia en una botella:
alguien la encontrará y saldrá a buscarte:
Pero tú, chupando la suarda amarga y bajo los alisios,
estarás solo sin ausencia,
            y no recordarás siquiera por qué querías ser encontrado. 

3.10.13

ōris

Hicimos el amor en la llanura del cielo,
costra entre los suspiros, de brida sin caballo:
montamos el sur y el norte,
las guerras abrieron un ojo a nuestra locura:
Y la tierra se cansó bajo el amor,
cenagales rojos de abandono, bruñida la luna en un marjal,
cerramos el fuego diciendo te amo:
Cuando el agua, cuando el fresno y la pérdida,
nos pertenecen enteros aquí gimiendo,
crecimos contra la marea,
al mar bajamos con nuestros gritos:
hicimos el amor en una casa sola,
de adiós y de espanto:
Nunca había sido tan mío fuera del amor y sobre la ausencia:

Hicimos el amor mi sombra y yo. 

2.10.13

El horizonte cazado

Con el cuerpo en la sombra y el alma en los pies
te hago sonar, extendida, como el temblor de un tímpano:
el horizonte, cazado y muerto por mis ojos,
así eres cuando te pienso, así estás, sollozo de espectro,
en perpetuo escape, mas el cielo ya una jaula:
de rosetones tu pelo, de pena tus salientes,
celador es el viento de tu cuerpo abierto sobre las puyas:
Si en las palabras te encuentro es porque un viejo,
el diablo cubierto de arenilla bajo los gredales,
hizo un trueno de mi engaño, mas solo palabras caían
(luego, durante las lluvias que borrarían
las huellas de fugitivos en el domingo de misa)


 “Por lo que vale la pena vivir, se vive:
 por lo que vale la pena morir, se escribe.”
 De su hermosura solo pude tejer inerrables frases:
 Pero aun te nombro:
Y tu nombre es otro pájaro que renunció al cielo

e hizo un nido en mi boca para morir en silencio.