Con el cuerpo en la sombra y el alma en los pies
te hago sonar, extendida, como el temblor de un tímpano:
el horizonte, cazado y muerto por mis ojos,
así eres cuando te pienso, así estás, sollozo de espectro,
en perpetuo escape, mas el cielo ya una jaula:
de rosetones tu pelo, de pena tus salientes,
celador es el viento de tu cuerpo abierto sobre las puyas:
Si en las palabras te encuentro es porque un viejo,
el diablo cubierto de arenilla bajo los gredales,
hizo un trueno de mi engaño, mas solo palabras caían
(luego, durante las lluvias que borrarían
las huellas de fugitivos en el domingo de misa)
por lo que vale la pena morir, se escribe.”
De su hermosura solo pude tejer inerrables frases:
Pero aun te nombro:
Y tu nombre es otro pájaro que renunció al cielo
e hizo un nido en mi boca para morir en silencio.