18.10.13

Los dos hombres

Lejos de la guardia pretoriana, del muro majestuoso,
a las orillas del mar Caspio, hundido en Kara-Bogaz-Gol,
un propretor fugado llora el destino mientras trata de respirar:
En la cávea de un anfiteatro su hijo lo espera,
ardiendo ante la vista de las venationes:
pero el padre se ha abandonado como se abandona todo:
y muere de tristeza con la cara ardiendo,
como la cara de su hijo, como el alma de su hijo,
con la piel ardiendo a la luz de la luna.

Cerca de la orilla, oyendo las badajadas desde la Abadía,
un hijo, hombre pescador, amado esposo y padre,
llora el destino de una sirena que canta con voz rota en lejana ribera:
abandonado al delirio por amor el pescador
sujeta con los ojos la luna entre las sonrisas del mar:
así mueren los hombres, con el amor en las lágrimas o en la sal.

Lejos, lejos de todo, nadie repara en trágicos destinos:
Ambos muertos desconocen, también,
que a través del tiempo y los muros y los mares

se han matado el uno al otro.