Oh,
mujer con tormentas en los ojos y cascadas de uvas en el vientre,
hoy
la serpiente se ha enroscado en tu katiuska,
y
solo te queda aguardar la hora del barro y la amarinta
para
que se trague tus soñadoras piernas.
Con
memorismo he sabido todas tus partes
cuando
los naufragios de la naturaleza te traían, bella, única,
hasta
el alambrado que rodeaba mi casa,
enseñándome
que tras lo simple y lo bello a veces aguarda
una
humanidad entera,
como
un puma agazapado en la plazuela del último Huchuetlapallan.
Tras
la pluma estoy yo,
y
detrás de mí la nada.